Esta tapa de Página resultó emblemática retroactivamente, como pasa tantas veces con los efectos residuales del periodismo. Nadie podía saber por entonces que aquel conflicto entre el gobierno de Cristina Kirchner y –solo en principio– “el Campo”, marcaría el rumbo de una confrontación ideológica que escaló sin techo hasta el día de hoy.
Los piquetes de la abundancia tuvieron un efecto no deseado, más allá de que ganaran la pulseada en las rutas, en los medios y en el Congreso: inventaron el kirchnerismo, que hasta entonces había existido como expresión política –incluso mayoritaria– pero no como sentimiento. Sectores del peronismo, de la izquierda y del progresismo confluyeron en la defensa de todo eso que dejaban afuera los piquetes Benz. Una “simple” disputa impositiva terminó amasando un contra discurso (en términos culturales, económicos, sociales y de derechos humanos) que retroalimentó viejas diferencias solapadas y alumbró una reacción cada vez más radicalizada.
Quince años después, las patronales ya no necesitan hacer piquetes.