A finales de 2021 Yolanda Díaz y su equipo vislumbraban un proyecto de futuro que aspiraba a recuperar a la izquierda alternativa que en 2016 estuvo a punto de sorpassar al PSOE en las elecciones. Todavía nadie conjugaba el verbo sumar y sólo se conocían algunos detalles sobre el proceso de escucha ciudadana que la vicepresidenta del Gobierno quería iniciar, pero el dibujo tenía un boceto claro.
Los de Díaz pensaban que la proyección electoral que había adquirido la dirigente gallega y su magnetismo (que la convirtió en la ministra mejor valorada del Gobierno durante más de un año) podían ser dos factores muy importantes a la hora de someterse al escrutinio de las urnas. Muchas voces apuntaban a su carisma y a su gestión al frente del departamento que dirigía como puntales de su figura.
Sin embargo, los que la conocían bien no apuntaban a estas cualidades como los factores más determinantes para el proyecto que se quería construir. Lo más relevante, insistían, es que era hija de los errores de los dos proyectos que nutren el ADN de la izquierda que logró amenazar la hegemonía del PSOE en el espacio, Podemos e Izquierda Unida, y la clave de su superación.
El error de IU, explicaban, se basaba en su incapacidad para romper la cláusula de exclusión del Gobierno y su asunción de un rol que le negaba ejercer el poder político en las instituciones de manera relevante. Izquierda Unida no eligió esta posición, sino que fue el diseño del sistema electoral el que la colocó allí, pero su actitud, apuntaban estas voces, fue la de acomodarse y no moverse de esa casilla de salida y la de profundizar en un rol de "Pepito Grillo" de la izquierda que le daba el peso y la relevancia moral que lamina el pertenecer a un Gobierno amarrado por el corsé institucional.
Podemos rompió esta forma de hacer política. Pablo Iglesias les recordó a los dirigentes de IU que la práctica reiterada de ofrecer consejos desde atalayas morales te podía convertir en un "pitufo gruñón", y con un proyecto que buscó dar la vuelta al sentido común de la sociedad (entendido en un sentido gramsciano) rompió todas las barreras que frenaban a la izquierda en la contienda electoral.
La superación de los "errores" de Podemos e IU
Podemos (junto a otros aliados, incluido IU) llegó al Ejecutivo, pero enfocó su acción en convertirse en una máquina de guerra electoral, obviando el necesario proceso de echar raíces y de sentar las bases de un proyecto que, como se suele decir, sobreviva a sus líderes. Su error fue el de levantarse con una estructura de gigante con los pies de barro.
Desde el entorno de Díaz vaticinaban que su proyecto supondría la síntesis de la tesis (IU) y su antítesis (Podemos)
Díaz fue un testigo excepcional de este proceso y desde su entorno vaticinaban que su proyecto (lo que luego se conocería como Sumar) nacería de estos dos "errores históricos", y supondría la síntesis de la tesis (IU) y su antítesis (Podemos), a través de la construcción de una estructura con arraigo y raíces territoriales que mantuviera intacta su voluntad de poder y de gobierno.
Díaz, además, tendría que servir a otra causa: cerrar las heridas que se habían abierto en la izquierda alternativa en los últimos seis años y reunificar todo el espacio. La salida de Podemos del denominado Grupo Parlamentario Plurinacional parece apuntar a que, de momento, el objetivo no se ha conseguido.
Esta salida, sin embargo, sólo es la constatación institucional de la ruptura de un matrimonio de conveniencia que sólo había soportado la unidad (electoral) a martillazos. Un año después de que Díaz aceptara su rol como arquitecta de la izquierda, los de Ione Belarra ofrecían la primera muestra de que su plan no pasaba por asumir la reorganización del espacio que parecía plantear la vicepresidenta.
Fue en julio de 2022 cuando, en un seminario de los Cursos de Verano de la Complutense, la secretaria de Organización del partido, Lilith Verstrynge, señaló con una intención fruto de una reflexión de meses que no era lo mismo ir junto a Sumar que ser Sumar.
Ir con Sumar no es ser Sumar
Esta fue la primera vez que los morados se refirieron a esta plataforma como al "proyecto de Yolanda Díaz", un término que, con los meses, cuando Díaz empezó a defender un discurso que alejaba el foco de las formaciones políticas y de la organicidad, evolucionó hacia "el partido de Yolanda Díaz".
Los desencuentros personales y políticos antes, durante y después de esos cursos de verano de 2022 formaron una lista interminable que constituyó el sustrato que terminó por impedir una unidad real de la izquierda
Los desencuentros personales y políticos antes, durante y después de esos cursos de verano de 2022 formaron una lista interminable que constituyó el sustrato que terminó por impedir una unidad real de la izquierda. El acto de Magariños en el que Díaz se proclamó candidata (sin la presencia institucional de los principales dirigentes de Podemos) o las elecciones autonómicas y municipales de 2023 ahondaron en la brecha, y en la víspera de las generales de ese año (que se esperaban para noviembre o diciembre) ambas partes se aferraban a que "quedaba tiempo" para acercar posturas.
El adelanto electoral decidido por Sánchez acabó con ese tiempo y cerró (sin resolver) la enésima batalla que libraron Sumar y Podemos en la reorganización de la izquierda, la de las primarias abiertas. El acuerdo de coalición llegó (sobre la bocina) y en el documento se estamparon ambas firmas.
El matrimonio tenía entidad jurídica, pero las dos partes sabían que se había celebrado por una necesidad imperiosamente electoral (para evitar una multiplicidad de candidaturas que seguramente hubiera allanado la llegada de Feijóo y de Abascal al Gobierno). En Podemos embocaron la legislatura desde una actitud generada al calor del veto a Irene Montero y a otros dirigentes en las listas electorales en un acuerdo que firmaron con consciencia y "por responsabilidad"; un acuerdo que esta semana rompieron con su paso al Grupo Mixto del Congreso.
En Sumar confiaron en que la rueda institucional de la legislatura, su entrada en el Gobierno y la rutina parlamentaria terminaran por acallar la ira y las críticas de la formación morada, sin medir que el acuerdo electoral tan sólo representaba una alianza circunstancial que estaba muy lejos de un proyecto estable y asentado con todas las partes en una misma sintonía política, más allá de sus diferencias.
Los de Belarra denunciaron desde que se constituyeron las Cortes una dinámica de invisibilización que Sumar practicaba con sus cinco diputados en el grupo parlamentario (en el que no tenían firma ni portavocías). Mientras, los de Díaz denunciaban la estrategia de diferenciación y ofensiva de un Podemos que defendía abiertamente que Sumar era poco menos que un convidado de piedra en un Gobierno absolutamente controlado por Pedro Sánchez, tras no obtener el ministerio que reclamaban.
Una unidad de conveniencia lastrada desde el inicio
Antes de pasar al Grupo Mixto, Podemos ya había aprobado un documento para reforzar su autonomía y para enmendar la hoja de ruta con la que Belarra ganó las primarias del partido, una hoja de ruta basada en un elemento clave: Yolanda Díaz.
La dirigente que había llegado a la Secretaría General de su partido prometiendo en 2021 ante su militancia enfocarse en hacer presidenta a la ministra de Trabajo afirmó en octubre de 2023 ante esta misma militancia (que refrendó desligarse de Díaz) que Sumar era "una operación para sustituir a Podemos por una izquierda más servil con el régimen".
La izquierda alternativa se ha reorganizado, y su último hito se basa en la ruptura de un matrimonio electoral de conveniencia que se aleja de la unidad de un todo que respeta las diferencias entre sus partes. Más bien, las diferencias entre las partes fueron tan insalvables que fracturaron un todo que, a día e hoy, tiene menos fuerza que hace una semana.
La vicepresidenta logró aglutinar a una quincena de formaciones políticas en el 23J, y su objetivo ahora es el de profundizar en esta alianza partidista y el de lograr un buen maridaje con el movimiento ciudadano nacido del proceso de escucha. Podemos ha tomado su propio camino llevando hasta la última consecuencia la reflexión que afirmaba que "ir con Sumar no es ser Sumar".