"De esto no se habla", selló el poder oculto, acostumbrado a decidir entre las sombras y molesto, incómodo, por la revelación de documentos y de la propia imagen del empresario Alfredo Yabrán, ligado a los negocios más oscuros del menemismo en el poder. El sello, el 25 de enero de 1997, fue el asesinato de José Luis Cabezas. Un mes después, la tapa de Página/12, el blanco, donde debiera haber imagen, fue una contundente respuesta. Un pararse de frente a esa terrible amenaza a todo el periodismo y por extensión a la sociedad y la democracia. El pirulo de aquella tapa da cuenta de la etimología de esa decisión por el blanco como vacío. El blanco, aunque vacío, en el espectro de luces es la suma de los colores. Y en el papel, es el simbolismo llevado al cuerpo de la total ausencia de tinta. Un vacío que permite asociar y llenar de ideas. La visible decisión de no volcar tinta para no decir por decir. Porque a veces, muchas veces, volcar tinta y llenar espacios es tan solo eso, llenar espacios con tinta. La perfecta oscuridad.
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