Recuerdo haberme levantado casi de madrugada. Fui hasta la esquina de Scalabrini y Paraguay. Le pedí al kiosquero que me diera Página/12. Al toque, me dijo “sí, sí, ya lo tengo”. Estaba al tanto, esperando que se lo pidieran. Y yo fui el primero que lo hice, a puro orgullo. También me acuerdo haber percibido, en esa respuesta inmediata del canillita, algo mucho más fuerte que la sensación de empezar o llegar. Sentí que el éxito sería irreversible.

“Fidelidad con dudas” era una volanta notable, porque debajo del “Sí, Juro” sobresalía la imagen del milico sonándose la nariz. El chiste de Rudy y Daniel Paz, sacudiendo a la Iglesia y hablando del recién nacido a la vez. El “pirulo”. Las llamadas. La frase de Alfonsín en Montevideo. El cruce inclinado de ese recuadro con el mayor detenido por negarse a jurar.

¿Qué podía salir mal, al cabo de esa tapa que anunció un antes y un después? Muchas cosas. Pero ya no había retorno del golpe creativo, y de contenidos, que estremeció al periodismo argentino.