En la distancia que se manifiesta entre algo que parece muy bello o una cosa que indigna y genera un maremoto de insultos, ahí es donde se puede encontrar a Fernanda Laguna: una reina sin reino que mira a su alrededor con cara de puntos suspensivos, envuelta en el humo infinito de una historia paralela a la de los oficios y las grandes virtudes. La artista es la representante del orgullo por un arte tonto, sin grandes intenciones y hecho con los harapos que dejan las obligaciones cotidianas y las lágrimas producto de la felicidad. 

Las lagunas son modestos depósitos de agua dulce, separados de la inmensidad del mar y su carácter absoluto. En esta concepción se podría ubicar a su producción artística, una caja de herramientas coloridas para cuestionar la profundidad y la llanura del arte contemporáneo argentino.

Los 2000. ¿ Estás preparada para ser feliz?, su nueva muestra en la Galería Nora Fisch, es una selección de sus obras realizadas entre el año 2000 y 2001, estructurada a partir de tres momentos: la relación entre la crisis personal (emocional) y la crisis económica, el surgimiento del espacio de arte y regalería Belleza y Felicidad (1999-2008), y las recurrencias a la música, de Gilda a los Pet Shop Boys, como forma de antídoto para evadirse y bailar.


La literatura de un yo queer

En la muestra se puede ver una gran cantidad de obras con distintos formatos proveniente de la literatura: cartas, diarios íntimos, carteles, cuadros sinópticos, entre otros. La unión entre imágenes y fragmentos de poesías o preguntas da cuenta del lugar jerárquico que Laguna le otorga a la palabra, pero no se trata de armar un discurso especializado ni un statement de artista. Se acerca más a la forma inocente en que una adolescente escribe en un diario íntimo o las leyendas que habitan en los pizarrones y los pupitres escolares.

A lo largo de la historia del arte argentino se ha discutido con sesgos y agravios la idea de un arte infantil, del cual Fernanda es una referente indiscutida. Pero el problema siempre fue, y lamentablemente será, creer que esta noción fomenta un arte despolitizado y vacío de sentidos. Para la artista, lo infantil se asocia a la capacidad de desacralización de las cosas y la construcción de una mirada furiosa y desprejuiciada sobre la seriedad que impone el mundo.

En uno de los audios que integran la muestra se la escucha quejarse sobre estas nociones: “Y dale, dale, dale con lo infantil: que si soy infantil, que si no soy infantil. Va, la gente dice que soy infantil, que no sería un problema si no lo dijeran como algo que es malo, despolitizado, desconectado con la realidad. Lo infantil es jugar con la realidad y con las cosas. Ser infantil es ser artista”.

El arte, en tanto ficción consensuada sobre lo que permite su práctica, merece una revisión juguetona sobre su naturaleza. A lo largo de toda su existencia, la artista ha demostrado su capacidad para pensar y hacer como si fuera una infancia, la subjetividad que posee las mejores herramientas para destruir la cultura de lo estable y así, con sus ruinas, armar algo nuevo. 

Esta potencia de les niñes es también un correlato del término queer, la coordenada identitaria y política que ubica a las disidencias como portadoras de un germen de existencia diferente a la norma. Si el arte se fundó en el relato histórico de la fuerza patriarcal del genio creador, conquistador de técnicas y virtudes, Laguna aporta una mirada disidente que cuestiona la grandilocuencia de las bellas artes, los grandes tópicos que generan peso muerto sobre les artistas y la cultura falocentrista del talento y la inteligencia.


Fantasías y pesadillas del 2001

A pesar de que las piezas exhibidas tienen un anclaje en los años 2000 y 2001, la muestra no ofrece un contexto lineal para justificar la producción de Laguna en dicho período. Se trata más bien de evocar la temperatura corporal de una artista que, envuelta en un torbellino de emociones inestables propias de la situación del país y su biografía, entiende que la mejor manera de enfrentar el caos es dibujar, escribir y pensar al arte como un caleidoscopio que refleja pequeñas dosis de humor y ternura.

El mítico espacio Belleza y Felicidad aparece en forma de fanzines y publicaciones desplegadas en el piso, que dan cuenta de las coordenadas de un tiempo en el que el capricho le ganaba la pulseada metodológica a la gestión cultural y sus formas consensuadas para visibilizar artistas dentro una escenario local. La escritoras Cecilia Pavón y Gabriela Bejerman, artífices del espacio junto a Laguna, son representadas en diversas obras que fusionan la pintura con la poesía.

“La obra de Fernanda es un modelo de arte anti intelectual: nunca explica o tematiza algo que pudiera ser funcional a ciertos sistemas artísticos. Lo bueno de ella es que en una obra pone muchas cosas contradictorias juntas y funcionan. Su trabajo puede tener una veta más activista o una muy emotiva. Puede estar hablando tanto de política como del chico que le gusta. Ella tiene algo especial: el poder de unir cosas que parece que no podrían convivir juntas”, menciona el curador de la muestra, Santiago Villanueva, en conversación con Soy.

La presencia de telas crudas, planos revueltos, objetos que parecen haberse caído y adherido a las telas, son el manifiesto de que las pesadillas no son lo contrario a las fantasías en la obra de Laguna. Son el encuentro entre fuerzas opuestas que reflejan un trabajo con aquello con lo que se encuentra más cercano: desde un papel glace metalizado hasta un pedazo de papel roto.

El futuro de la flor silvestre

En el presente, su legado se manifiesta como un nuevo modelo de artista posible, una construcción que incluye modos de hacer asociados a sensibilidades primarias e inocentes, y que prioriza la práctica sobre la teoría. Les artistas contemporáneos más jóvenes ven en Fernanda a una interlocutora con quien compartir inquietudes, mientras que ella, no tanto como una maestra y más cercana a un hada punk del sistema del arte, ofrece sus conocimientos para enrarecer y luchar contra la domesticación de la práctica artística.

Laguna es una artista que toda su vida intentó divertirse y sorprenderse. Hizo de un imaginario supuestamente infantil, bobo y torpe, un símbolo de resistencia contra los parámetros excluyentes del arte. En su reinado habita el rumor y el secreto, el chisme y la celebración de los afectos, lo colorido y lo gris. De su labor interdisciplinaria se desprende el concepto de lo hermoso, esa capacidad de ver y encontrar valor en la superficie de las cosas. 

Su eterna colección de corazones, flores y ojos que lloran, frases y poemas, más que ser un espejo de su autora, son la ventana a un mundo donde germina la potencia de lo cursi y lo decorativo, conceptos cuestionados por cierto sector conservador y progresista en la escena actual. Una obra cursi, como la canción de una estrella pop, pide a gritos la presencia de una otredad que la escuche para gozar así de manera inmediata. La idea de decoración se puede asociar con un gesto libre y sin un plan determinado, una aventura para rellenar los espacios con colores y sentir, ver y ofrecer cosas lindas. Fernanda Laguna comprendió que en la simpleza hay una llave que puede abrir esa jaula compleja que es la realidad.

Los 2000. ¿Estás preparada para ser feliz?, de Fernanda Laguna se puede visitar de martes a sábados de 14 a 19 h en Galería Nora Fisch, Av. San Juan 701.