Es enero del año 2022, una madrugada templada en Cosquín. El amanecer es un horizonte que amaga con ir desafiando al coraje de las estrellas y el escenario Atahualpa Yupanqui de la Plaza Próspero Molina es el eje motor de todo lo que importa en esta noche. Es la velada que celebra la final del Pre Cosquín: la previa, el certamen que clasifica a quienes serán parte de la programación oficial del Festival Nacional de Folklore que inicia en días. Desde el escenario, el locutor enfocado por la transmisión acomoda la voz y en su presentación entona tres elementos: a la categoría de la competencia, a la participante y a las referencias de la pieza musical que a continuación será interpretada. Pero este momento es un rayo, una electricidad que acaba de catapultar una nueva era del estatuto de este festival. Y por ello, este preciso instante acaba de incorporar un nuevo sello de precedente en la tradición de este escenario, al que se le asigna el poder de consagratorio.
Cuando la cantora Ferni de Gyldenfeldt, en septiembre del 2021, había atinado a inscribirse en el concurso se golpeó por enésima vez con el imperio del binarismo. Obligada a encauzar su participación entre dos categorías posibles, optó por el “Rubro Solista Vocal Femenina”. La comisión organizadora le sugirió que se cambie al otro, al masculino, quizás para alivianar el peso de las burocracias, quizás por tradición. Pero no, ella no solo rechazó la sugerencia; también hizo la denuncia ante el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). Desde entonces, quienes participan en el certamen Pre Cosquín convergen en una única categoría: Solista Vocal.
Esta conquista le dio a la Ferni la visibilidad pública de una artista que siempre respondió con su talento y con la palabra. Su repertorio es un racimo de reencuentros con los cuadros históricos de la canción popular: un homenaje a la memoria, un frente de revisitaciones artísticas y políticas. En sus fechas, siempre, absolutamente siempre, se anuncia con invitadxs. Y supo, también desde entonces, lidiar con el vértigo que los medios masivos y la tecnología tejen cuando te convierten en hashtag. Divulgación, lucha y escándalo.
Porque hay que estar en la piel, hay que bancarse que usuarios incógnitos de cualquier suburbio de internet diariamente te escriban para acusarte de que se “te acabó el curro” o de varón o de que “tenés pito y no concha” o de que “guarda, no vayas a pisar una bomba estos días”. Hay que bancarse que a tu bandeja de entrada le lleguen mensajes transodiantes enviados por “gays libertarios”.
“Yo, como cantora popular, no es que puedo o no puedo. Yo lo necesito, yo me paro en el escenario y mi canto es político. Lo que digo es político. Y ahí también se lanza el ruido a estas personas. Aparte de ser un loco, de ser una disidencia; ellos me van a dar, no solamente por lo que soy, sino por lo que digo”.
Dirá la Ferni que esta será una época cruda y que tenemos que atrincherarnos; seguir siendo visibles; seguir pensando propuestas superadoras. Que hay un entramado social bastante desarmado pero que no es una opción abandonarlo. Que tenemos que volver a encontrarnos con empatía. Que está segura de que sí es posible vivir con más amorosidad. Que sus trincheras serán la música; su oficio de educadora; nuestra comunidad en alerta y su nueva casita recién alquilada junto con su compañero.
Pero se requiere también atender algunos aspectos, le inquieta el mensaje que se desprende si se coteja la participación, calculada en millones, en la última Marcha del Orgullo versus la convocatoria que tuvo el Malón del Orgullo, a la misma hora desde la Plaza Lavalle. Porque sin dudas no serán tiempos para lógicas individualistas. “Nos faltan formas creativas de pensarnos colectivamente. Nos están faltando nuevas formas distintas de empezar a construir, de tejer; porque yo creo que somos muches les que estamos haciendo, cantando, componiendo para una humanidad distinta, pero nos falta seguir encontrándonos”.
Y precisamente en esa clave se inventó sus próximos planes. Está programando, para el año que viene, un ciclo de peñas en el Club Atlético Fernando Fierro (CAF). Vuelve a Cosquín, a sostener la Tercera luna disidente que consecutivamente se viene celebrando en El Patio de la Pirincha, a tres cuadras de la Próspero Molina. Junto con Nahuel Quipildor, su compañero guitarrista, grabarán su primer EP: un homenaje al cancionero de la década del ’60 y seguramente tanto más. Seguirá vigente su alianza escénica en Opera Queer con Luchi Gyldenfeldt, su hermana gemela. Y esperamos que continúe el universo fascinante que crearon alrededor de Vestigios; ese espectáculo esperado pero que solo sucede cuando Carmín Lupe, Gemma Ríos de Carmelitas Clown se reencuentran con las Opera Queer.
“Este ha sido un año en el que la gente ha elegido venir a verme, y me emociona: llenamos salas cobrando una estrada. Y esto es un cambio significativo, porque podemos cobrar una entrada, porque sí hay público para nuestras propuestas y porque nuestras propuestas también van a estar disputando ese lugar en el que la gente decida. Y también me interesa transmitir, cuando un espectáculo es a la gorra, que las personas puedan valorizar nuestro arte y registrar que soy una trabajadora de la cultura”.
Esta noche será la artista invitada en la gala de cierre de temporada del Opera Festival Buenos Aires (OFEBA). En el Teatro Avenida, acompañada por el guitarrista Nahuel Quipildor, cerrarán este concierto junto a un elenco interesante de solistas, sumada la orquesta, el coro de OFEBA y el coro de niños. Y así seguirá su agenda que no se calma: disputando escenarios, motorizando la discusión, generando espacios de encuentros; dejando la vida, su existencia cantora, para estar a la altura de esta época.
Ferni de Gyldenfeldt, este viernes 15 de diciembre en el Teatro Avenida. Entradas a la venta en Ticketek o en la boletería del teatro.