A 35 años de su última edición, el sábado, en el estadio Malvinas Argentinas del barrio de La Paternal, volvió el B.A.Rock: la madre de los festivales masivos de rock en la Argentina. Pero lo hizo de la forma más inesperada: envuelto en polémicas y cancelaciones, así como sostenido en una grilla que pecó por apostar por lo seguro e ignoró el futuro y la diversidad de la escena local. Aunque sí se encargó de redimir a sus próceres. Y es que quizá el mayor traspié de esta noble vuelta fue confiar en la mística en una época malograda por el escepticismo y definida por la toma de posturas. Incluso en la música. De hecho, Fernando Ruiz Díaz, líder de Catupecu Machu, lo hizo, y por si fuera poco metió en el revuelto de gramajo que contextualizó al evento, pero de forma sugerente, a Daniel Grinbank. “Organizan Depeche Mode y U2, y éste es ‘el show’ del rock argentino. Y costó mucho hacerlo porque además no hay espónsors. Siempre los putean a ellos (los productores) porque hubo bandas que se bajaron, y pido disculpas a los que sacaron su entrada para ver a un pequeño grupo”.
La bajada de línea de Ruiz Díaz sucedió, en el ocaso de la tarde, a manera de introducción del tema poguero de su agrupación: “Dale!”. Previo a eso, el repertorio de Catupecu Machu, cuya continuidad fue confirmada por su frontman durante su performance, debido a que está por estrenar un proyecto paralelo, Vanthra, apeló a “La piel del camino”, “Confusión” y “Perfectos cromosomas”. También hubo covers: “Plan B”, de Massacre, y “Para vestirte hoy”, que tuvo como invitado a su autor, Lisandro Aristimuño. “Magia veneno” y el indispensable “Y lo que quiero”, en tanto, sentenciaron un show intenso. Antípoda de lo que fue en el mismo escenario, La Balsa, la actuación de Emilio del Guercio un rato antes. A pesar de que muchas leyendas del rock argentino luchan por su vigencia, el cantautor de 67 años, a través de un recital hermoso, no tuvo reparos en repasar esos himnos que le hicieron un lugar en el cénit de la música popular. Se destacaron “Fermín”, de Almendra, y “Violencia en el parque”, de Aquelarre. Separados por una de sus canciones nuevas: “Sólo por amor”.
Si La Balsa era el escenario principal, justo al frente, en el Signos, Celeste Carballo esperaba a que el líder de Catupecu Machu finalizara su interminable despedida para hacerse de un show bien arriba, que tuvo en “Me vuelvo cada día más loca” y “Blues del veraneo”, incluidos en su álbum debut de 1982, su plataforma de despegue. Mientras tanto, en el Artaud, y tras el paso por ahí del músico estadounidense Jimmy Rip y su banda, The Trip, y de La Condena de Caín, Nagual ponía a prueba su sorprendente poder de convocatoria. Para ese momento, León Gieco había anunciado en su cuenta de Twitter que no iba a ser parte del B.A. Rock. Fue un duro golpe para el festival, pues era uno de los emblemas de esta vuelta. El ídolo santafesino, cuya vacante fue ocupada por Los Pericos, no manifestó sus razones. Su nombre se suma a la lista de artistas que se bajaron de esta quinta edición. Si bien Héctor Starc y Raúl Porchetto lo hicieron por “incumplimiento de contrato”, Salta La Banca y Utopians decidieron no participar por las denuncias de acoso y abuso sexual que pesan sobre algunos de sus integrantes.
Otras deserciones notorias fueron las de Horcas y Claudio “Tano” Marcello, quienes optaron por no integrar el B.A.Rock luego de que los organizadores desafectaran de la programación a Ricardo Iorio, por la indignación que generaron las fotos del encuentro del ex Hermética con Alejandro Biondini. No obstante, el perfil tribunero que fue tomando el festival lo aprovechó Los Gardelitos, en un Artaud colmado, pero para saludar la vuelta a los escenarios de La Renga, denunciar la persecución al Indio Solari y pedir por la libertad del líder de Callejeros, Patricio Fontanet. “La música no mata”, afirmó Eli Suárez, cantante y guitarrista de una de las bandas más solventes del “rock and roll a la argentina”. Hasta le robó protagonismo a lo más sublime de la primera fecha: el encuentro entre Litto Nebbia y Pez, tándem que, en el escenario La Balsa, presentó Rodar, álbum que registró recientemente, y en el que, aparte de incluir temas que nunca salieron a la luz, revisitó el cancionero de Los Gatos. Si bien estos clásicos siguen manteniendo su espíritu original, en vivo no dejaron de sonar modernos.
De eso dieron constancia “Rock de la mujer perdida”, “El rey lloró”, “Mujer de carbón” y hasta “La balsa”. Nebbia despidió su intervención con “una canción que le gusta mucho”, “Pato trabaja en una carnicería”, de Moris, y “Hogar”. Pese a que Alejandro Medina y Ricardo Soulé sólo tuvieron media hora, respectivamente, para mostrar su vasta obra en el Signos, fue suficiente para sacarle brillo a su chapa de héroes del rock argentino. Mientras que Las Pelotas, de vuelta en el escenario La Balsa, ofreció una lista de temas condicionada por los matices sombríos, lo que decantó en un recital caleidoscópico con puntos altos en “Desaparecidos”, “Personalmente”, “Esperando el milagro”, “Capitán América” y en una versión salvaje de “El ojo blindado”, de Sumo. Si Germán Daffunchio le dedicó su show a Bono, La Vela Puerca celebró sus 20 años sin más palabras que el arengue a “la muchachada”. Ante 10 mil personas, el grupo uruguayo supo sintetizar su pasado y presente, desde “El profeta” hasta “Canción para uno”, y advertir su futuro. Y por lo que se vio ya en la madrugada del domingo, todavía le queda camino por recorrer.