El cuerpo en la calle, interpretando los pequeños signos del mundo, es un tema político mayúsculo. “No todo lo que anda errante está perdido”, diría J.R.R.Tolkien. La actriz y narradora María Héguiz, creadora de la Escuela de Lectores Narradores Sociales en 2005 con la idea de que “nadie tiene que aprender a ser un lector narrador social porque todos lo somos”, ha recorrido un largo camino en el que se cruzan libros para ser contados, personas para ser leídas y biografías de voces que se construyen con los otros. Ese quijotesco trabajo inicial, animado por el convencimiento de que “los libros viven en la voz de la gente”, fue como una especie de Big Bang cuya expansión no se detiene. Hace siete años comenzó con la “Caminata por la lectura. Leer despierta la voz”, un programa en red que invita a la comunidad a caminar a cielo abierto, como cierre de un recorrido de acciones personales, institucionales y regionales de lectura comunitaria. Las experiencias de ese andar de libros hablados y voces que caminan –en distintas ciudades del país, Berlín (Alemania), México, Quito (Ecuador) y la India– aparecen desplegadas en Laboratorio de Lectura y Narración Social. Pedagogía del libro hablado (Novedades Educativas).
Luisa Valenzuela, en sus palabras preliminares, da en el blanco de lo realizado por la actriz y narradora. “El centro de su trabajo es el libro en la voz de la gente, como expresión de su memoria o de su presente, de sus sueños y aspiraciones, ya que los libros son reflejo de la vida y con cada interpretación algo nuevo sale a la luz (…) Y tiene razón cuando dice que cada persona es un libro y cada comunidad una biblioteca viviente. Fue así como conceptualizó la idea de lectura y narración social, en base a la cual se nos invita a compartir de viva voz con otros el libro que nos llegó al corazón. Elevó la apuesta a la enésima potencia. Porque entendió que había que salir a la calle y llevar el mensaje de la lectura a todos los rincones”, plantea la escritora y presidenta del PEN Argentina. “El libro pude escribirlo cuando logré multiplicar mi experiencia en los otros”, dice Héguiz en la entrevista con PáginaI12.
–¿Cómo arrancan las caminatas por la lectura?
–El tema empieza con la escuela, porque todos somos lectores narradores sociales. Desde ahí trabajo esa lectura de todos con todos, capacitando a lectores narradores sociales con el maestro, con el padre, con el abuelo, con el trabajador social, y se abre mucho el trabajo en el país porque hago grandes capacitaciones en distintas provincias, siempre haciendo eje en las bibliotecas escolares. La idea es que todos tenemos algo para ser contado y para ser leído. Lo primero es entrar en el concepto de lector narrador social. Después viene una segunda etapa que es leernos todos a todos, que es el segundo paso de la caminata y que lo he dado en llamar “doná una lectura”; entonces todo el mundo se va donando lecturas a todos. Hay una gran cantidad de tiempo que se dedica a hacer acciones comunitarias, invitando a la caminata. Una escuela va a visitar a otra escuela y se invita a la caminata. Hemos trabajado en cárceles con jóvenes y un joven que no pudo estar en la caminata, nos acercó un poema maravilloso que leímos como cierre. Lo más importante para que la caminata no sea un montón de gente saliendo con cartelitos es la previa: que nos empecemos a leer todos a todos y nos invitemos a esa celebración porque hay un motivo para celebrar que es que algo nos pasó con esa lectura. La caminata se me ocurrió por varios motivos, porque esto que nos está pasando, ¿cómo se visualiza? Todos los fenómenos de la cultura siempre quedan adentro de los cajones, adentro de las escuelas, encerrados en algún lugar. Después, los que estamos en cultura, nos enojamos, pero tampoco salimos a ocupar espacios. Y además tenemos muchos prejuicios para ocuparlos. Ahí se me ocurrió el ocupar el espacio público, que es un bien común. No salimos a caminar “para”, en un sentido utilitario. Salimos “por” la lectura, por algo que sentimos que es un motivo de vida. La lectura adquiere una significación de leernos como comunidad, de leernos como personas, leernos en lo que queremos y creemos. El tema del silenciamiento no pasa tanto por la tecnología, pasa por la cosa vincular. La cuestión no es el teléfono celular, sino que a la noche el padre no le lee un cuento al niño, ni con el libro ni con el teléfono. No importa tanto el soporte, importa lo vincular.
María sonríe y en el minúsculo temblor de sus labios se dibujan las huellas de su pretérita timidez. “No hay show, no se invitan a figuras para que hablen en el evento; es la misma comunidad que abre y cierra todo esto, es decir todos somos protagonistas de la caminata”, aclara la actriz y narradora. “Muchas veces me dicen: ‘a mí no me sale leer porque no soy histriónica’; el enmudecimiento social queda circunscripto a los valores en los cuales está inscripta la comunicación: que para leer tengo que hacerlo bien, que es una de las mejores excusas para no hacer nada. También me interesa lo que es el cuerpo en la calle. Un cuerpo en la calle que protesta está justificado. Pero un cuerpo que canta parece que es cultura reservada; en la calle estamos poniendo la emotividad al descubierto. La lectura provoca desnudamientos internos, emociones y pensamientos. Desde ese lugar he escuchado maestros que me han dicho: ‘mire si lloro cuando le leo a los chicos’. ¡Qué problema hay! Al contrario: el chico va a sentir que eso tiene un valor para el maestro y la lectura será una vivencia mucho más cercana”.
–Debe tener que romper con muchos moldes y cierta pasividad que hay en los discursos acerca de la lectura, ¿no?
–Sí, claro. Uno tiene el modelo de la lectura como un hecho pasivo en el cual hay dos personas en situación estática. Cuando uno lee caminando, se produce una desestructuración de la palabra y de la lectura en vínculo. Además cuando uno tiene que tirar una palabra al aire libre eso provoca una desestructuración de la gente que camina. Cuando llegamos al final, es una cosa más descontracturada; la lectura pasa por lugares distintos a los habituales. Esto además lo tengo comprobado; es reafirmar lo que Aristóteles nos ha dejado como enseñanza, ¿no?
–¿Por qué usa la expresión “libro hablado”?
–Uno de los mayores temas que me encuentro cuando estoy capacitando es que la gente me pregunta: ¿Cómo hago para contar un cuento? “Yo quiero contarlo bien, quiero que me salga lindo”. Como soy actriz, podría hablar de las técnicas actorales de desplazamiento desde lo escénico. Pero no empiezo por ahí porque lo que estoy capacitando es en lectura y narración social. ¿Cuál es el primer impulso que tengo para decir algo que tenga que ver conmigo, que me exprese? A un maestro que le llegan una gran cantidad de libros por un plan de lectura, ¿con qué se conecta? ¿Tiene que leer a (Julio) Cortázar porque es Cortázar? ¿Qué le pasa con el material que lee? ¿Por qué no empiezo con algo que resuene adentro mío? ¿Por qué no voy a mi biblioteca personal para ver cuáles son mis motivos, mis temas? Eso seguramente me va a salir entre comillas “bien contado” porque tiene el impulso de lo que siento. Cuando contamos algo que sentimos, en general nos sale bien. Aunque tengamos un hilito de voz. El tema ya no pasa por el histrionismo, pasa por la convicción que tenemos al transmitirle al otro aquello en que creemos. Un libro es algo en que creemos, algo que imaginamos, es algo que tiene vida en nuestro interior, porque si lo hacemos porque hay que enseñar a (Jorge Luis) Borges, puede ser lo más aburrido y puede hacer que mucha gente se desanime con la maravilla de Borges porque tuvimos que hacerlo porque había que hacerlo. Cuando sienta lo que un libro provoca, va a querer más porque el libro es una vivencia que lo expande como persona, que lo proyecta, que le hace bien. Esos libros internos, esas bibliotecas que tenemos, son el primer paso. El hablar está conectado con el cuerpo y el cuerpo es sensualidad, es respiración. Cuando somos chiquitos nos dicen: “no saques la lengua porque es de mala educación”; pero hablamos con la lengua. Una de las primeras prohibiciones sobre la palabra están inscriptas en el cuerpo. La idea es hablar el libro porque además todos los libros nos fueron hablados. El escritor antes de escribir se habla el libro. ¿Qué pasa con esto de resucitar los libros en la voz? Es resucitarlos para socializarlos porque si no cada vez nos estamos aislando más y la cultura empieza a ser un reservorio de personas aisladas. El libro es un gran espacio de libertad.
La mirada de María –dos carbones tan curiosos como melancólicos– se dirige a la cuchara. Los dedos la hacen girar como un trompo alucinado dentro de la taza de café. Ya hizo más de 130 caminatas por todo el país; desde Santa Rosa se proyectó hasta poblaciones de La Pampa como Caleufú, Castex, Guatraché, General Pico y Winifreda, entre otras ciudades. Desde Madryn se expandió a la provincia de Chubut con Esquel, Trelew, Lago Puelo y Sarmiento. Desde Viedma hasta Villa Regina, circuló por más provincias, ciudades y pueblos como Neuquén, Catamarca, Salta, Santiago del Estero (Bandera, Los Juríes, Guardia Escolta), Tucumán, Santa Fe (Casilda) y Buenos Aires (Chascomús, Cañuelas, Castelli, Bella Visa, Baradero), entre otros. Las huellas del caminar quedan en los pies y la página no alcanza para consignar tantos lugares. En México se hizo ya cinco veces, también en Berlín -la tucumana Mariela Nagle, desde su librería “Mundo azul”, especializada en literatura infantil y juvenil, salió a caminar- y en la India. Un joven de la Unidad 30 de La Pampa, en contexto de encierro, eligió el poema “Hay un niño en la calle” de Armando Tejada Gómez para que otros lo lean por él en una de las caminatas: “Importan dos maneras de concebir el mundo./ Una, salvarse solo,/ arrojar a los demás de la balsa/ y la otra,/ un destino de salvarse con todos,/ comprometer la vida hasta el último náufrago”.
–¿Cómo se organizan las caminatas?
–Cuando uno quiere decir algo, es importante que se organice para poderlo decir. Uno está saliendo con una biblioteca o una escuela. Tiene que haber un cartel delante de la caminata que diga cuál es el motivo. Para mí es importante el “Leer despierta la voz”. Esto no tiene que ver con títulos, tiene que ver con sentidos. Tiene que estar el nombre de las instituciones que participan: el nombre de la escuela, de la sociedad de fomento, el nombre de la biblioteca popular porque entonces caminan todas las instituciones que han realizado acciones y que quieren mostrar que están trabajando. También armamos cajas que los chicos tienen con muchas frases de todo lo que leyeron. Se produce entre todos un hecho lector, que no es leer muchos libros, sino de todo eso que leímos cuáles son las frases que nos quedaron. Mientras vamos caminando, le vamos entregando frases a la gente, le vamos leyendo frases. La caminata empieza a ser esa comunidad que tiene voz. Es muy importante la apertura, el recorrido y el cierre. Lo importante es que la lectura sea parte de nuestras vidas.
–¿Qué relaciones puede establecer entre caminar y leer?
–Viste que cuando uno está mal dice: “me voy a caminar un rato a ver si me despejo”… ¿Para qué uno va a caminar? Para leerse a uno mismo. La oxigenación del acto de caminar provoca estados internos; hay algo que en uno se movió y aparecieron otros lugares en los cuales puede haber una lectura distinta de uno mismo. La lectura más importante no es la que está en los libros, sino la que se despierta adentro mío. En este proceso de lectura y narración social no importa ni el que lee ni el que escucha, importa lo que recreamos en el medio, lo que me pasa con esa lectura, porque ahí hay un elemento social de transformación. Cuando caminamos, nos estamos leyendo. Caminar es una forma de leer.
–¿Es cierto, como dice en el prólogo del libro, que a los 18 años se quedó muda?
–No parece, ¿no? (risas). Lo que cuento en el libro es cierto: no podía hablar y se me caían las cosas de las manos de la tensión que me provocaba hablar. El camino que recorrí fue un camino de búsqueda con la palabra y con la voz por las dificultades propias. Mi desafío fue poder hablar. Ser actriz es hablar con una máscara. A mí me pasaba que en la escuela de teatro con un texto no tenía problema, pero en una improvisación no podía decir una palabra. En el teatro yo estoy en función de interpretar algo. En un artista lo más difícil es el estilo. ¿Y qué es el estilo? Es encontrar una voz propia. En mi se dio en dos planos: la búsqueda del estilo en mi trabajo artístico, pero después me di cuenta de que todos tienen una voz y un estilo y que algunos nos dedicamos profesionalmente, pero esto no significa que el resto se tenga que quedar mudo, mirando a los supuestos artistas.