Ella es una minona. Una reinona. Una mamá de varones. Votante de Bullrich y de “Java”. Es emprendedora: CEO de la constructora Beba-Corp. Es sojera y, como tiene campos por todos lados, ella no es de ningún lado y es de todos. Es, más bien, “una ciudadana argentina” con residencia en todas las zonas nortes.
Doble apellido y old money, ella tiene buenas intenciones y solo quiere que el país salga para adelante. Y, sobre todo, es una comentadora política nata. Horas y horas de las subtramas más densas de nuestra televisión nacional, (sobre todo de LN+ y de programas como LAM), pasan por el tapiz crítico de Fátima que, desde su casa, analiza las noticias más bizarras y significativas de la actualidad. En tiempos donde la coyuntura política es un tema omnipresente del que ya nadie quiere hablar, Fat arrasa en las redes sociales con sus reflexiones mediáticas y agota funciones en Córdoba, Rosario y Buenos Aires con su show “Mina Bien”.
Capusotto, Peña y el humor que abre un espejo
Como una mezcla entre Boluda Total y Micky Vainilla, Fátima refleja un ethos que conjuga la decadencia aspiracional de conductoras como Viviana Canosa y Yanina Latorre, con la ética y estética menemista de nuestra farándula de cabotaje, representada en modelos como Pampita o Valeria Mazza. Con una impronta 2.0, Fat va camino a encolumnarse detrás de otras figuras humorística icónicas, creadas por artistas como Capusotto o Fernando Peña, que lograron encapsular con maestría una manera arquetípica y situada de ver el mundo. Personajes que trascendieron la pantalla para ofrecernos una cartografía social y devolvernos un reflejo de época.
Grotesca, reventada, un poco cascoteada y concebida desde lo monstruoso, “Fat” es una creación de Jorge Hadad, un actor cordobés que está en las redes desde el 2017 experimentando con distintos personajes. Pero que, recién este año, explotó de forma exponencial. Y todo fue gracias a la viralización de un video de Amalia Granata donde la diputada, angustiada, comenta lo difícil que fue encontrarle un vestido de 15 a su hija porque la nena es “muy grandota” y “muy morocha”. “Cómo mamá te lo digo: si ella quiere seguir siendo grandota, si ella quiere seguir siendo una cosa oscura, ¡ponele zapatillas!”, le aconseja Fátima a Amalia en una conversación de-mujer-a-mujer. “Es un personaje monstruoso porque es lo inacabado, cada uno puede terminar de cerrarlo como quiera”, comenta.
Pero Fat no es un invento reciente. En 2018 Jorge tuvo el impulso de comprar la peluca que, hoy, es el sello distintivo de Fátima. Pero recién en el 2020 se la puso por primera vez. Antes, durante muchos años, encarnó a la Hermana Beba, una monja con la acidez de Fernando Peña, mala malísima, que es parte de la corporación religiosa y habla como una sindicalista de la fe. Un personaje ultra corrosivo que llenaba salas en Córdoba pero que no generaba interés en las plataformas, porque apuntaba a un humor “muy cordobés”.
“Cuando hacía a la Hermana Beba me daba cuenta que llevaba mucha producción y artificio. En el teatro hay un valor en eso, pero en las redes no. Me llevó tiempo entenderlo. En las plataformas la gente busca algo de verdad, quieren verte a vos, no importa tanto el detalle. Esa producción, esa máscara, genera una distancia y es algo de otra época”, reflexiona Jorge.
La chispa de Fátima
Al tratar de generar más interacción en la virtualidad, se dio cuenta de que la irreverencia era lo más efectivo. “¿Qué puede molestar más a la gente que una mujer trans? Una mujer trans que no le importa parecerlo”, pensó en ese momento iniciático, que fue la chispa de la construcción de Fátima.
Jorge, que es “re peludo mal” y que hablaba de sí mismo en femenino, con una peluca puesta y barba, irritó tanto a la sociedad conserva cordobesa que quedó “envaselinado” de todo el hate que recibió, que incluyó memes con su cara y hasta comentarios extraños en la calle. Hasta que el video de la fiesta de 15 de la hija de Amalia lo hizo explotar en Instagram, luego en TW e inmediatamente se convirtió en un fenómeno imparable.
Además de encarnar a la monja y a Fátima, también es el creador de Lizarriaga (Liza), un rugbier cordobés de doble apellido. “Me divierte mucho hacer a Fat y a Liza, porque son personajes que me sirven para hablar de lo que está pasando en el momento, con los que puedo hacer una crítica y que permiten que desde el humor se abra un espejo”.
“Cuando empecé a interpretar a Fat en el 2020 quería hacer algo vinculado al feminismo. En ese momento veníamos de cambios feministas muy a full y yo quería mostrar la cara de una mina que no sabía dónde pararse. Que no le cabía nada de eso, pero que igualmente quería ser ‘cool’”, recuerda Jorge. “Ahora sabemos un montón de cosas y la gente se puede parar desde otro lugar, capaz en pleno 2018 el público no iba a captar la metáfora, la ironía, porque en ese momento todo se leía con mucha literalidad”, comenta.
¿Cómo es Fátima?
-Fátima es una mina copada, es empática y buena, no quiere ser una hija de puta. Es una mina bien, es una mujer que está totalmente atravesada por los mandatos y que está navegando en un contexto que no le gusta; porque ella quiere ser “cool” pero realmente no quiere que nada cambie. Es medio una víctima, es una mujer sufrida que muestra una alegría que no tiene. De hecho, ella en los últimos posteos reflexiona sobre todo lo que pasó en los últimos años y dice: “cuando estaba de moda el feminismo siento que fui parte, no en la acción, pero sí en mi cabeza. Fui parte del feminismo para estar en mi casa, tranqui”. Pero después empieza a hacer críticas, porque entiende que el feminismo pegó la vuelta, se fue de mambo y ya no le gusta. “Un poquitito sí, pero esto es demasiado”, podría pensar.
El machito de la familia
Jorge es el menor de tres hermanas, “el primer machito de la familia”. De adolescente se nutrió del imaginario de Fernando Peña, el universo femenino que cohabitaba su hogar y el aura milicoide del colegio Montserrat al que asistía, uno de los más elitistas y conservadores de Córdoba. “Nos bajaban una línea muy dogmática, y yo siempre desconfié mucho de esa idea de pertenecer”, dice.
¿Creés que el personaje de Fátima funcionaría bien si estuviese interpretado por un paqui? ¿Cómo su identidad influyó en su construcción?
-No, no sería lo mismo porque tiene que ver con mis vivencias. Yo soy una persona gay, que transité toda mi vida así y que muchas situaciones que yo represento, probablemente ya las viví.
Fátima y Liza también lograron trascender en un momento donde hacer humor político es muy complejo por la polarización de los debates, la escalada de violencia y la literalidad con la que se abordan las noticias
-Esa violencia es algo que se está gestando ahora. Cuando empecé a producir mi show “Mina Bien”, no se sabía que esto iba a ser gobierno. Ahora cambió el paradigma totalmente: lo que yo parodiaba hoy es gobierno. Eso tiene dos dimensiones. Ahora le estamos hablando a gente que tiene un poder real, no son solo comentadores, panelistas, “civiles”. Y la otra dimensión es: cómo nos reímos de esto. Porque antes no pasaba nada, la gente se reía y estaba todo bien. Ahora no sabemos qué puede llegar a pasar.
Nueva “Era bien”
“Hoy me levanté como cualquier otro día, hice gym, me puse a correr, soy una runner, ¡loca! Después dije: chau, pita yoga. Registros akashicos, conectar con mis guías. Hasta que en un momento… ¡está Ale! ¡Mi mejor amigo! Lo fui a saludar, el tiene la homo…, ¡es re divertido! Me la re bajó la verdad, porque me dijo que con el nuevo gobierno de Mili tiene miedo por sus derechos. Y yo le dije: bueno, aflojemos un poco con los derechos. Yo te propongo derecha. A ver, se que no es lo mismo pero… me puse de tan mal humor que me empezó a doler el bajo vientre. Y dije: ¡ay! ¿Serán dolores de persona menstruante? ¿O de persona cagante? ¡Bueno, bebos!, pase lo que pase yo voy a estar junto a ustedes, porque lo voté a Javo… y creo que me la mandé”, cuenta Fati en un “Nueva era bien”, el video post-electoral donde se la ve paseando en túnica por las playas de Miami, un poco preocupada por sus decisiones en las urnas.
¿Cómo te sentís con el reconocimiento que tenés en las redes?
-No me siento descolocado porque trabajo con esto hace una banda. No es que voy a GH y al día siguiente hay miles de personas saludádome, que no está mal, pero es otra manera de construir audiencia. Me gusta, me alegra mucho, siento que hago bien mi trabajo, pero al mismo tiempo no quiero que me condicione para hacer o no hacer. Porque todo es tan efímero, el día que eso (las validaciones) no estén, ¿qué hago?
¿Te sentís famoso?
-No, famoso no. Siento que pude construir una audiencia, un código humorístico bastante propio, donde pude hacer que gente se ría de cosas de las que yo me reiría. Me siento como una voz en la que mucha gente se puede ver representada. Y todo es tan de nicho hoy, que podés construir una audiencia re zarpada, y aún así pasar deapercibido. Yo soy originalmente actor devenido en creador de contenido. Yo antes era usuario de redes, pero casi no subía nada. No me gusta mostrar lo que estoy haciendo, subir una foto mostrando el café que estoy tomando. Entré acá para ver si podía laburar de esto. Yo no me suelo exponer mucho mostrando cómo soy realmente (sin la peluca y el vestuario). Hay gente que me consume y no sabe cómo es mi verdadera casa.
¿Cómo es tu proceso de producción? ¿Cómo hacés tu contenido?
-La forma en la que yo laburaba, antes, era como una fábrica. Trataba de hacer en un día la mayor cantidad de videos posibles, sobre todo cuando la actualidad no estaba tan caliente. Ahora tardo más en producir porque me gusta seguir la agenda, y los fines e semana trato de mixearlo con cosas más banales. La gente también me manda mucho material y tengo también un IG paralelo donde sigo a TODOS. Eso me seca la mente. Una vez por día, por lo menos, miro todos los canales.
¿Cómo te sentiste al principio, cuando empezabas a hacer contenido y no habia nadie del otro lado y te likeaban 3 amigas?
-Yo no soy un buen ejemplo de eso porque, por eso, mi camino fue tan largo, Yo claudiqué un montón de veces. Un montón de veces me pasó de subir cosas, que no haya ninguna reacción del otro lado, irme a la mierda y volver a los seis meses. Eso me pasó, por lo menos, 4 o 5 veces. Borrarme y volver. Y eso en parte está bueno, porque un poco hacés una mística con eso, la gente se pregunta qué te pasó. Pero creo que para estar en las RRSS tenés que hacerte a la idea de que primero vas a estar un montón hablando a la pared.
¿Cuáles fueron algunas de las cosas más significativas que aprendiste en tu camino como creador de contenido?
-Que vos no tenés que seducir a las personas, tenés que seducir al algoritmo. El algoritmo es bastante corrupto, sobre todo al principio, y va donde quiere. Entonces, hay que pensar que le estás hablando a una máquina, que al principio no te va a prestar atención pero que, de a poquito, si sos muy constante, te va a dar bola. Hay que ser constante y esperar muy poco. Hay gente que hace caminos mucho más cortos que el mío, porque tienen constancia y no claudican rápidamente. Y lo otro que es re cliché, pero obvio: tratá de disfrutar lo que hagas. Eso con la monja a mí no me pasaba. Sentía que era un humor medio vacío, no lo sentía propio y me costaba um huevo. Era un envase, pero no tenía nada para decir. Y tener el ego bien colocado.
¿Cómo te llevás con la censura y el shadow bann, ese mecanismo por el cual las redes dejan de mostrarte si hablás de temas muy polémicos?
-Hoy en día hay que tener un montón de cuidado con esas cosas porque si te la mandás un poquito… medio que fuiste. Eso es lo bueno de la ironía y el sarcasmo: yo nunca digo lo que estoy diciendo, estoy contenido por un personaje. Entonces, no necesito irme de mambo o decir cosas muy desubicadas, donde me pueden cerrar la cuenta. Por lo menos, por ahora (espero). Me borraron varias cuentas en TikTok. Hay mucha gente que no está de acuerdo con lo que digo y que se organiza para denunciarme. Que la gente que te odia se organice para eso es tremendo, porque te están sacando tu negocio, es como si te cerraran tu local. Eso ya no me está pasando tanto, pero vos viste cómo es esto… parece que todo vuelve, ¡ja!
Viernes 15 a las 20, Teatro Multiescena, Av. Corrientes 1764