“No estamos tocando ni tenemos pensado en tocar en escenario, pero teníamos mucho material que nos gustaba muchísimo y que nos quedamos con ganas de grabar”, explica Dolores Solá a propósito del último disco de La Chicana, Los lobos del recuerdo, que apareció a comienzos de diciembre. Hace un tiempo, Solá y Acho Estol se separaron como pareja y el grupo quedó “en un limbo”. Apenas hubo comentarios al respecto, hasta que los seguidores de la dupla se encontraron con la buena noticia de un single primero, de otro, más tarde, y finalmente con un disco de 15 canciones.
“Son las cosas que pasan cuando uno se separa: pasa un tiempo, uno recupera las ganas de volver a trabajar”, explica Dolores y zanja la cuestión. ¿15 temas no es mucho para los tiempos que corren? “Sí, no podemos salirnos de nosotros mismos”, reconoce la cantante. La entrevista con Página/12 transcurre por cauces separados principalmente porque al momento de prender el grabador, ambos penan la pérdida de su amigo, el cantautor Martín Elizalde, con quien además Acho trabajó en varias oportunidades.
Los lobos del recuerdo es un disco intenso y con varias novedades. Por ejemplo, después de más de 25 años, es la primera vez que la dupla graba composiciones de Solá. Es, también, el más volcado al folklore. Aunque identificados con el tango –y especialmente con el tango de hoy-, La Chicana siempre tuvo un pie en el folklore. En este disco es el sonido predominante, aunque aún así suena profundamente “chicanero”. La marca de Estol –cada vez más volcado a su doble rol de compositor y productor de discos-, es inconfundible.
Por otro lado, después de muchos años de una construcción iconográfica propia en sus poéticas, con una galería de personajes ficticios, en esta ocasión hay dos homenajes a personas reales: a una amiga de Solá y a Diego Armando Maradona con la versión del candombe “Para verte gambetear”, de Jorge “Alorsa” (quizás el tema más hermoso que se le dedicó jamás al 10). De yapa, un tema tiene de invitado a Manuel Moretti, de Estelares. “Fantaseo que me lo escribió Acho a mí, pero él lo niega, dice que es todo ficción”, sonríe ella.
-En este disco aparecen por primera vez temas tuyos: “Crisálida” y “Las dos que soy”.
D. S.: -Aparecen dos temas míos de la letra, con música de Acho. Son dos temas que yo hago en mi show solista y que compuse hace tiempo. Yo los pensaba poner en mi disco, que sigo laburando, y Acho me dijo, ¿por qué no con La Chicana? Para mí es medio raro porque siento como que compiten temas míos con los de él, siempre creo que los de él van a ser mucho mejores. Pero estos son dos temas que me gustan.
-¿Qué estabas buscando con estos dos temas?
D. S.: -Yo no suelo tener mucha idea de lo que estoy buscando. Me aparece el deseo de escribir sobre algo y lo escribo. “Crisálida” es un vals que se lo escribí hace mucho tiempo a una amiga que nació varón y se operó y se hizo mujer. Yo estuve presente en ese tiempo y la admiración que sentí y sigo sintiendo por ella es enorme. Creo que nada admiro más que esa valentía y el poder de ese deseo. Entonces le escribí esa canción un poco a su historia, Acho le puso música, la tocamos en un festival al que me invitaron, que se llamaba Destravarte, hace mucho, pero mucho de verdad, y después la tocamos otra vez con La Chicana en una de las Marchas del Orgullo. La otra se llama “Las dos que soy” y es muy autobiográfica, sobre una bipolaridad mía no diagnosticada. Una tendencia de dos personalidades, por suerte no muchas más, una luminosa y otra oscurísima.
-Desde el primer disco ustedes coquetean con el folklore, pero acá se meten de lleno. ¿Por qué?
D. S.: -Lo que pasa es que a la hora de componer Acho, y a la hora de elegir los temas, no nos ponemos ninguna exigencia. ¿Le salió más folklore que tango? Ok. Eso me parece que es algo que hemos logrado con La Chicana, que es una conquista personal de hacer lo que nos pinte. Y en esta pintó un solo tango, que a mí me encanta.
A. E.: -Hemos tenido incursiones en el folklore antes. En realidad hace más de 25 años que lo que hacemos es mitad folklore, mitad tango. Ya en el primer disco hay un chamamé mío con guitarra eléctrica. Incluso el folklore nos resultó mucho más flexible a la hora de hacer cosas nuevas, de romperlo, de intervenirlo, de tocar. De hecho vos ves Cosquín y tocan folklore natural, con instrumentos de rock, con batería y guitarra eléctrica y bajo eléctrico, y no es que es una propuesta específica de folklore progresivo o rockero, es el mismo folklore de siempre, pero con instrumentos eléctricos para que suene más fuerte y funcione en los festivales. Entonces creo que ya la franela del folklore es absoluta, es amplísimo y al lado el tango es una especie de cueva inhóspita en donde hay una guardia pretoriana que no te deja entrar, es una especie de rincón oscuro que mejor dejar en el museo.
-¿Cómo trabajaron eso para el disco?
A. E.: -Hace tiempo que teníamos guardados un montón de cosas folklóricas, las zambas y eso. Para este disco la verdad que como no estamos juntos, tal vez fue más aprovechar cosas que ya estaban grabadas, como esas zambas sutiles con guitarra y voz, que las teníamos grabadas hace un par de años y no nos animábamos a publicar, porque eran demasiado despojadas.
-Y sigue siendo La Chicana.
D. S.: -Y sigue siendo La Chicana, sí, porque el estilo es muy fuerte, el estilo de composición de Acho es muy fuerte. No sé cómo se percibirán desde afuera mis dos temas, si se percibirán muy “Estol”, si es algo armonioso. Viste que uno de adentro no puede dar cuenta de esas cosas.
-Hay un solo tango.
A. E.: -Tal vez lo que hacemos es meter al tango adentro del folklore. Y si mirás para atrás, en varios discos de La Chicana hay una impronta más del folkloroe que del tango. El mundo, la gente que maneja la cultura, nos quiere hacer creer que el tango está muerto y es una foto del pasado que sólo se puede evocar como si fuera unos mármoles grecorromanos o el techo de la Capilla Sixtina. Pero es mentira, yo creo que el tango está tan vivo como el folklore, pero en el folklore se nota más.
En la imaginería de La Chicana hay temas recurrentes: personajes particularísimos que cada dos por tres agarran la ruta y se van de su propia vida, una suerte de mítica que fuga hacia el campo (en general, con alguna botella cerca para amenizar el viaje) pero que, al mismo tiempo, rara vez suelta la ciudad (o la ciudad, que es el pasado, no suelta a sus personajes). En Los lobos del recuerdo da la sensación de que la cuestión está resuelta. Como si ese pasado fuera, finalmente, pasado, un recuerdo que quedó atrás.
Solá prefiere dejar la interpretación final en el misterio y alude a la tapa del disco, donde un lobo se come una ruta. “Es una tapa donde no estamos nosotros. Lo charlamos mucho con Acho. Yo decía que a mí me gustaría que estuviéramos chiquititos, de la mano, corriendo hacia la boca del lobo. Y él me decía que no porque es como si nosotros estamos corriendo a la boca del lobo y nos traga. Así que se supone que estamos escapando de los lobos del recuerdo, que es unos versos de ‘La trampa’, uno de los simples que estrenamos antes de sacar el disco. Pero bueno, cuando uno ha tenido un largo matrimonio y se separa, se puede llegar a hablar de los lobos del recuerdo”, reflexiona.
“La ida al campo es una constante porque tanto Lola como yo tenemos una crianza en el campo”, señala Acho. “Lola estuvo siempre en la Pampa Húmeda, donde lo hemos pasado juntos muchísimo también de grandes, y ahí dentro del gótico surero, de la milonga surera y del gaucho y del horizonte infinito, del cielo enorme, todo eso tiene un impacto artístico obviamente que es muy distinto al de la ciudad, al entorno urbano. Siempre nos referimos y siempre nos gustó y emocionó mucho el tango campero porque los dos teníamos esa impronta”, explica el compositor y guitarrista.
Estol, además, lleva varios años volviendo a los pagos familiares de Mendoza. “Vengo de una familia vitivinícola y me crié en una finca de Mendoza. Desde que nací hasta los 20, me pasé 3 meses por año ahí y lo siento muy propio. En los últimos años volví. Creo que valoro la naturaleza ya de una manera no tan extraña. Creo que hace rato se puede decir que tenemos una música que también viene del campo, que no es simplemente esa ruta en la que nos vamos a la mierda, sino que también hay una llegada. Por eso hay varias canciones que tienen que ver con esa paz del campo”.
-Después de años de construcción de una mitología propia, en este disco hay otras dos mitologías: en “Mitos argentinos” sobre el imaginario fantástico campero y el de Maradona, que tiene su propio status mítico, y esta suerte de biopic cantado.
D. S.: -El del Diego es un doble homenaje, ¿no? A Diego y a Alorsa. Casi tan queridos uno como el otro. Además, a los dos, una enorme admiración por lo que hicieron en su profesión y por lo que fueron como personas. Nunca, hasta este momento que estoy hablando con vos, nunca los había comparado. Pero me parece que son dos personajes de una magia impresionante y de gran potencia, con peso específico. Y eran tan queribles los dos, tan adorables... La herida que dejó Alorsa es como la que va a dejar Martín (Elizalde), ¿no? Tan joven. Un tipo muy admirado además por cómo llevaba su carrera. No pretendía ni el éxito, ni una discográfica multinacional. Yo lo respetaba mucho por eso. Tenía una fuerte identidad. Tampoco creo que haya muchos artistas que se dedican a cantar biografías. Habrá alguno cada tanto, onda como “Los oportunistas del conurbano”, de Capusotto.
A. E.: -Nos dimos cuenta de pronto que rendíamos ese homenaje, que estaba el Diego, y que estaban otros mitos, los mitos argentinos, encadenados. En algún momento pensamos en hacer algo más conceptual y seguir sumando mitos argentinos y llamar al disco directamente Mitos Argentinos, pero creo que no hace falta, porque están en cada letra, en cada tema, y aún en los covers internacionales, que a veces los hacemos bastante irónicamente y con amor, creo que le ponemos también nuestra misma argentinidad, y tratamos de ir por ese lado del mito y de lo fantástico.
-En ese camino hay una construcción de la poética y a la imaginería de La Chicana, ¿verdad?
A. E.: -Cuando empezamos a hacer tango, Lola y yo, cuando empezamos a hacer música popular argentina, fue como si empezáramos a inventar una especie de terreno de la música popular argentina psicodélica. ¿Por qué es tan amplio ese título? Yo lo hablaba con el Flaco Villavicencio, largas horas y terminábamos en la conclusión de que “música popular argentina” es el único título que tenemos porque es tan amplio lo nuestro, es un país tan grande con tantas culturas, en el sur, en el norte, en el este, en el oeste, que es como una fantasía, es una gran película de aventuras. Todo el mundo tiene una visión particular, pero la nuestra es especialmente cosmopolita, somos tipos que viajamos mucho por el mundo, y eso mismo nos ayudó a poder comparar y darnos cuenta lo que vale lo nuestro, lo que vale nuestra canción. La hemos supervalorado a lo largo de los años y nos dimos cuenta de a poco que estábamos construyendo una especie de jardín propio, y dentro de ese jardín lo que hicimos fue expandir. En este caso yo hace rato que le venía insistiendo a Lola, años te diría, en que metiéramos los temas de ella porque creo que formaban parte de ese mismo jardín psicodélico folklórico argentino, esa especie de pampa del ácido lisérgico, ese mundo medio irreal que de chicos los dos lo vivimos, y que tiene que ver con ese horizonte infinito, con cosas muy místicas, con los verdaderos mitos de este país. Así que sí, indudablemente estamos adentro de una especie de película en donde las canciones forman parte.