Nueva cita electoral en Venezuela. Sí, han leído bien: elecciones en Venezuela. Es la número 22 en los últimos 18 años. Un promedio muy superior a lo considerado como “normal” para cualquier democracia. Esta vez, el turno fue para las regiones. Y el chavismo ha vuelto a ganar en las urnas: ha logrado vencer en muchos más estados que la oposición. Más de dos tercios de las gobernaciones serán gestionadas por el chavismo. En votos nacionales, también se consigue una significativa mayoría.
A la luz de estos resultados, cabe presentar algunas conclusiones preliminares:
- A la Revolución Bolivariana le gusta votar. Se vuelve a demostrar que su camino transita obligatoriamente por la vía electoral. Es condición necesaria aunque no suficiente. La democracia para el chavismo es mucho más que el acto de votar. Sin embargo, lo electoral es innegociable como premisa básica en el proyecto político. Pero incluso hay algo más: al chavismo le encanta la batalla electoral. La dirigencia y sus seguidores se visten de gala en cada acto de campaña. Que nadie se lleve a engaño: la importancia que Chávez le dio a las elecciones caló en el pueblo venezolano en forma irreversible. Y el presidente Maduro ha seguido en esa misma tónica: 5 elecciones en menos de 5 años. Y el próximo año, tal como está previsto según los tiempos constitucionales, habrá elección presidencial.
- El fin del chavismo es una profecía autoincumplida. Infravalorar el legado de Chávez es verdaderamente desconocer la Venezuela del siglo XXI. A pesar de las tensiones que puedan surgir al interior del bloque hegemónico, el chavismo como identidad política es mucho más sólido de lo que algunos desean. Como cualquier proceso político, se atraviesa por diferentes etapas que provocan mutaciones, contradicciones y desafíos que superar. Sin embargo, el chavismo tiene como esencia crecer frente a la adversidad. Frente a las amenazas de Trump, bloqueos financieros, declaraciones de la OEA, guarimbas que ocasionaron muchas muertes, frente a tantos y tantos intentos de presentar a Venezuela como lo que no es, el chavismo tiene claridad política sobre la importancia de la unidad a pesar de las legítimas divergencias y críticas que puedan sucederse. Además, el chavismo es algo más que un gobierno chavista. Es una mayoría que casi siempre decide en modo plebiscitario sabiendo elegir qué es lo mejor entre proyectos políticos diametralmente antagónicos. De la misma manera que en su momento creyó necesario dar un tirón de orejas a sus gobernantes en las pasadas legislativas, luego apoyó masivamente la constituyente. Y ahora, nuevamente, decide mayoritariamente que el chavismo ha de ser el que gestione a los estados del país para superar una situación complicada.
- La oposición no sabe que hacer. En este caso, en esta vereda opositora, la unidad, a pesar de sus siglas, brilla por su ausencia. No es monolítica ni homogénea por mucho que se lo quieran imponer desde el Norte. La historia política venezolana también cuenta aunque ciertos medios de comunicación lo quieran desconocer. La vieja partidocracia opositora está tan presente que hace muy difícil que se renueve el campo político de confrontación. A la gente de a pie le trae sin cuidado que se ruede una película de ficción en la OEA con el juramento de otro tribunal de justicia que jamás tendrá efecto en el país. Tampoco le interesa que la oposición pierda el tiempo en debates leguleyos alejados de la cotidianidad. Cuanto más pasa el tiempo, más improbable resulta que exista una oposición acorde a lo que el país necesita en este tiempo histórico. Y si a eso se le suma su carácter esquizofrénico en torno a aceptar o no la vía electoral, entonces, pasa lo que pasa: siguen sin ser alternativa real.
- A una parte del mundo no le agrada la paz. Después de algo más de dos meses, en los que no ha habido muertes ni violencia, Venezuela ha dejado de ocupar portadas. Esta elección ha sido tratada en do menor. ¿Sabrían de antemano que la mayoría venezolana volvería a votar a favor del chavismo? Es paradójico que tras haber dedicado ríos de tinta a exigir elecciones, ahora que las hay, no interesan.
En definitiva, la cita electoral ratifica el voto de confianza de la ciudadanía venezolana a su gobierno. Gana la paz; gana la Constituyente. La participación ha sido elevada (cercana al 60%); por encima por ejemplo de las últimas regionales de México y Chile. Y a partir de ahora el chavismo tiene el reto de trabajar poniendo el oído en el territorio, atendiendo a las demandas de la gente, sabiendo que hay problemas, pero también teniendo claro que sí hay alternativas, y que hay que buscarlas hasta encontrarlas pero sin acudir a la pérdida de soberanía ni poniendo en riesgo todo lo logrado socialmente en estos años.
* Director Celag.