Hay momentos en la vida en que un hecho artístico abre una puerta para siempre. Exactamente eso me sucedió una tarde de octubre de 2012, mientras escuchaba la “Oración del remanso”, de Jorge Fandermole, interpretada por Liliana Herrero. En un rapto, en un grito ajeno sobre una hoja inesperada, escribí mi primer poema. A diferencia de lo que podría imaginarse, no era lo que yo buscaba, mucho menos en el marco de la preparación de una columna en mi carácter de periodista cultural de entonces, para Radio Rivadavia. Pero así sucedió.

Por entonces, mi relación con la poesía era entre ignorante y esquiva. Aún creía que la prosa era el inicio y el final de todo, amén de las lecturas como alumno del colegio secundario. Fue en ese contexto, frente a la computadora, en la casa de mis padres de Villa Devoto, cuando este acontecimiento se impuso para cambiarlo todo. No lo sabía. Y entendería algunas razones algún tiempo después para escribir esta nota y, escribiéndola, terminar de comprender algunas razones, si es que puedo.

El texto poético de Fandermole presenta desde el primer momento una escena lírica, sagrada, una liturgia que uno podría vincular con la obra de Juan L. Ortiz, pero con vida propia, y con un carácter religioso muy conmovedor. Que esta característica haya generado algo en mí, que no profeso religión alguna, habla de la potencia de los signos sagrados que encarnan y movilizan los verdaderos poetas. También es importante decir que los colores incomparables de la voz de Liliana Herrero son inherentes a esa primera emoción. Así fue como el primer poema en mi vida, literalmente, bajó. ¿De dónde? No lo sé, y acaso no importe. Hoy recuerdo con ironía el uso de la rima de aquel primer texto, pero no dejo de pensar en que la escritura tiene siempre e inevitablemente un carácter de destino, de imperativo, de actividad irrenunciable, incluso cuando se la padece.

La canción tiene la particularidad de hablar desde un punto de vista en el cual la vulnerabilidad es protagonista. Hay pobreza, hay un pedido al río y sus aguas, hay una oración en el término más sagrado: se le está hablando a los dioses, el sujeto es frágil y depende de ellos. Una metáfora muy cercana a lo que hoy creo en relación a la creación artística: hay trabajo, hay aprendizaje, hay pulido del método, pero básica y fundamentalmente hay un misterio y, muchas veces, un dictado. Somos ese suplicante en demasiadas ocasiones, intentando que algo suceda para que algo nos suceda.

Volviendo a aquel año 2012, una vez que concluí la escritura y salí de ese verdadero trance, cuando salí de ese éxtasis arrollador, demoledor y feroz que se da en mi experiencia poética, grité. Tenía veintidós años y no estaba a la pesca del milagro: sucedió, como es su estilo. Y nunca se está preparado para algo así: siempre a la intemperie.

La canción dice: “que está aclarando y vamos pescando para vivir”, y así está la metáfora de la existencia: el extrañamiento ante el universo y esa naturaleza que pugna por ser todavía, mientras acontece la actividad pequeña, casi insignificante, de un hombre detrás del otro, atravesando el tiempo. Fandermole, dice, acaso sin decir, que todo es frágil, leve, y efímero, y que en esa brisa existimos, como escribió Olga Orozco. La delicadeza y la entrega como en un alma en suspenso, a punto de romperse, de Liliana Herrero, le otorga el canto y el grito, en el mismo gesto, como toda gran cantante, habitada por el misterio.

Cada vez que vuelvo a escuchar esta maravillosa obra, por ejemplo, en la bellísima versión de Ligia Piro, una emoción extraña e íntima vuelve a mí. Siempre hay, y habrá un cristo de las redes al que le seguiremos pidiendo, terca y dolorosamente, que no nos abandone.

Maximiliano Legnani nació en Buenos Aires en 1990. Es poeta, periodista y conductor. Trabaja en medios de comunicación desde sus doce años. Se formó, además de en la Licenciatura en Comunicación Social y en posgrados en FLACSO, con Antonio Carrizo y Ernesto Schoo en periodismo cultural. Publicó Los rostros del fuego (2013), Umbral  (2015), La lengua del silencio (2016) y Resurrecciones (2023), por Ediciones en Danza. Conduce varios programas de radio y televisión, incluyendo Biblioteca iP, emitido por iP noticias, y El festival del bien público, por la TV Pública, finalista del New York Festivals.