“Siempre va a rondar a lo largo de la charla el concepto de lo orgánico”, avisa Kelo de Kamada. Y será así: aparece una y otra vez esa condición atribuible al dúo que este año volvió a llamar la atención con el lanzamiento del LP Plagas. Pero orgánico, en este caso, no es sinónimo de fluido, acrítico, involuntario o automático. Más bien, su contrario: la voluntad que hay detrás del disco, con producción de Veeyam, fue mucha y a conciencia. De esa forma se consiguió que la música sonara como una sola fuerza y no como dos MCs rimando parados sobre una base random.
La tarde está húmeda, calurosa, así lo marcan los tableros e indicadores. Y esos números se sienten todavía un poco más en el cuerpo cuando te toca preparar tus primeros Vorterix después de cumplir con tu trabajo formal. ¿Serán las fechas del 21 y 22 de diciembre en Colegiales el punto de partida para dedicar el tiempo sólo a la música? Por lo pronto, los artistas anticipan que el sueño de comandar la ceremonia en Lacroze y Álvarez Thomas va a ser correspondido con mucho despliegue: “Invitados, escenografía, vestuario… una apuesta artística muy linda a nivel visual y sonoro”, se entusiasma Saje.
Plagas ratifica la importancia de Kamada dentro de la escena del rap argentino. Si el grupo desde el inicio buscó cortar con la dulzura de los discursos y prácticas dominantes desde una mirada vieja escuela pero heterodoxa -lo que expandió su horizonte y su llegada-, ahora, que muestran sus caras, se desenvuelven con más profesionalismo y sueltan un discurso crítico cuando hay aún más por criticar. Hasta la producción del álbum implicó, por necesidad, un distanciamiento de la cultura urbana.
“No estaban saliendo las letras, no encontrábamos ese momento de creación porque trabajamos de otra cosa”, destaca Saje. “Por ahí uno escribía un párrafo y se lo pasaba al otro por WhatsApp, pero no prosperaba al no estar en la misma sintonía en el momento. Entonces el manager nos propuso inventar ese espacio que no encontrábamos en nuestras rutinas a través de un campamento creativo. Pedimos los días en el laburo, y estando con Veeyam la cosa fue muy distinta”. No pueden ponerse de acuerdo sobre si se trató de tres, cuatro o seis jornadas, pero sí coinciden en que fue ahí donde revivió la sinergia creativa.
- ¿Cómo funciona un campamento para componer?
- Kelo: Nos fuimos sin letras, con la idea de recopilar beats de distintos productores para que Veeyam después hiciera una especie de curación y le agregara su tinte. Cuando llegamos, en cuestión de una o dos horas nos dimos cuenta de que no era por ahí, y cambiamos. Veeyam sacó la guitarra, el bajo, y arrancamos con algo minimalista. Y después todo el resto fue la magia de estar en el momento. Imaginate estar cinco días con tus amigos con el solo propósito de hacer música, con lo que eso conlleva. Por suerte nos llevamos bien, nos entendemos y nos exigimos tanto como lo que nos relajamos. Del primer campamento ya volvimos con cuatro esqueletos de temas, y uno terminado.
- Saje: Es mágico cómo se conserva el hechizo de juntarse a crear algo con amigos, y a la vez cómo funciona con las herramientas que tiene hoy un productor. En el rap pasa mucho que están los beats y el rapero se sube. Rapea un verso, estribillo, otro verso… Acá era consensuar cada intro, cada outro, cada interludio, si esto va a llevar coro o no. Eso le dio lo orgánico.
- ¿Qué impacto tuvo la producción en el sonido?
- Saje: En el sonido Veeyam tuvo mucho predominio porque estudió la banda. Eligió samples de grupos de rock setenteros de acá porque sentía que transmitimos algo por ese lado. Esa música estaba hecha para ser escuchada. Hoy la música se hace para ser escuchada y vista a la vez. Nosotros nunca compartimos esa concepción, por eso antes no mostrábamos las caras, queríamos que se nos conociera por la música y nada más.
- Kelo: Es muy loco, en nuestros discos anteriores la mayoría de los beats eran de internet, elegidos por nosotros, pero no eran música hecha para nosotros. Él metió mucha data suya, hay muchísimos samples argentinos de rock a lo largo de todo Plagas.
- En pleno auge de la cultura urbana tuvieron que cortar con la ciudad e ir a un entorno rural para componer. ¿Qué significa eso?
- Kelo: Siempre fuimos gente en busca de otra cosa. Somos más del pasto que de estar caminando por la ciudad. A partir de ahí es todo lo demás.
- Saje: Lo urbano es lo más automatizado, cuantificado, digital. Lo rural es lo contrario: artesanal, orgánico, hecho a mano. Al principio luchábamos contra esa visión del rapper como alguien vestido todo de ancho que rapeaba rimas, era un gangsta re malote, y ahí terminaba el combo. El rap que hemos escuchado de España, como Violadores del Verso o Lechowski, tenía una pluma más rebuscada. Y con esa búsqueda nos identificamos mucho más.
- Kelo: Ese tipo de escritura nos importaba más que el hecho de que supieran que éramos raperos. Me pasaba en la escuela que a la mañana el que rapeaba era yo y a la noche había otro. Nadie sabía que yo rapeaba y todos sabían que el otro sí, porque estaba con una gorra para el costado, todo de ancho y tirando beatbox todo el tiempo. Yo no, yo hacía la mía, creo que ahí radica un poco la diferencia de para qué lo hacés. Nunca lo hicimos para decir “somos raperos”. Siempre lo hicimos porque nos gustaba escribir y cada vez complicarla más.
- En Sitcom parece estar la crítica más abierta al estado de las cosas en la escena. ¿Qué es esa sitcom en la que dicen que están viviendo algunos artistas?
- Saje: Lo inorgánico, lo repetido, lo estandarizado, lo empaquetado. Lo que busca una fórmula para triunfar y no para buscar una fórmula y ya.
- Kelo: Hay gente que tiene contratos, que la ves en playlists de acá, de allá, en la calle, y a la hora de hacer un show por ahí no la va a ver nadie. Le meten todo el nitro a la publicidad, al vestuario, a la mejor producción, y no hay una base firme. Los temas tendrían que ser buenísimos, incluso sonando mal. Nosotros antes no teníamos las mejores producciones, pero sabíamos a qué apuntábamos y el mensaje era muy concreto.
- Al final de esa canción se los escucha tarareando el final de Una vela, de Intoxicados. ¿Qué relación hay con el contenido?
- Saje: Además de que pegaba justo, queríamos reivindicar un poco el rock nuestro. Hay mucho puritanismo en el hip hop y el rap en general, donde no parece haber términos medios. Cuando hicimos la presentación del disco vinieron un montón de raperos que nos dijeron que no sentían haber escuchado un disco de rap, sino un disco de música con gente rapeando. Y eso es Una vela en Sitcom.
- Se cumplen 10 años de la salida de su primer disco, Kamada Tres Cuatro. ¿Qué significó para ustedes y para quienes lo escucharon?
- Kelo: Uno desde adentro lo vive muy distinto. Algún comentario que me hicieron es que rompía con la norma de lo que era ser rap. Había un concepto del rapero que nosotros en ese disco no lo tenemos. Ahí se habla más de lo espiritual, de la mística, de la introspección. Y al mismo tiempo éramos unos pibes que bardeaban. Más que nada rompió con una estructura de cómo escribir: escuchabas ese disco y te dabas cuenta de que se podía hacer de otra manera. No había nadie que dijera: “Estoy triste y quiero hablar de eso”. Todo era ser un capo. Pero uno no se daba cuenta, éramos nosotros haciendo lo que hacíamos.
- Saje: Además éramos muy chicos, teníamos 18 años, había menos filtros y siempre estaban las esencias jugando. El disco hoy me parece muy inferior si lo ponemos al lado de Plagas o lo que hicimos después. Y también estábamos re en pedo porque nos juntábamos en la casa del Last, que ya no está más en la banda, y el rito era ese: nos reuníamos, nos contábamos la semana, nos escabiábamos hasta el culo y después era escribir o grabar.