El programa económico del presidente argentino Javier Milei, anticipado en su discurso de investidura y anunciado formalmente por su ministro de Economía, Luis Caputo, se puede resumir en un conjunto de falacias con una falacia central (que la inflación es provocada por el exceso de emisión derivada del déficit fiscal) para justificar una brutal expropiación de ingresos y de ahorros privados en pesos de los asalariados (los capitalistas tienen sus ahorros en dólares u otros activos). Lo completaría la privatización de los principales bienes comunes de los argentinos que gestiona el Estado: YPF con sus grandes riquezas en hidrocarburos, la aerolínea de bandera y un numeroso lote de activos públicos. Expropiación forzosa de propiedad privada individual y colectiva de la ciudadanía argentina al grito de “viva la propiedad privada y la libertad carajo!” Cinismo de ultraderecha neoliberal siguiendo los principios goebbelianos: orquestar la propaganda repitiendo incansablemente un reducido número de mentiras hasta convertirlas en “verdad”, basándose en deformaciones de la realidad con la colaboración de los medios de comunicación afines.
La primera falacia es el mantra monetarista de Milton Friedman de que todo es un problema monetario y en primer lugar la inflación, usando un argumento que es contrario a sus propias conclusiones: que de los 123 últimos años en 113 hubo déficit fiscal; obviando que hubo déficit también en años de gran bonanza económica del país con baja inflación. Estados Unidos tiene déficit fiscal ininterrumpido desde principios de siglo y la fiscalmente conservadora Alemania en 22 de los últimos 30 años. Lo que intenta ocultar esta falacia es la total correlación en Argentina entre inflación y déficit de cuenta corriente, asociado a su estructura productiva desindustrializada y/o, hasta los setenta, de una industrialización desarticulada por las corporaciones transnacionales, con estrategias globales sin eslabonamientos industriales completos en el país, lo que las hace grandes demandantes de dólares para importar de sus matrices u otras filiales del resto del mundo, en muchos casos con sobreprecios y también luego para repatriar (“fugar”) los beneficios generados localmente hacia otros países. Esta salida de rentas y los pagos de intereses de la deuda son la principal causa del déficit externo, a lo que se suman la fuga de otros capitales que se acumulan o invierten en el exterior incluyendo las guaridas fiscales para evadir impuestos o realizar negocios sucios. También la salida para turismo en todo el mundo de una clase media que declara mucho menos de lo que gana. La carencia de divisas que genera este déficit exterior fuerza endeudamiento y devaluación, y éstos inflación y emisión monetaria (y no al revés).
Otra falacia es lo inevitable del shock de expropiación masiva de la riqueza de la ciudadanía. La brutal devaluación del peso frente al dólar, que aumenta 100%, pasando de 400 a 800 pesos por unidad (entre 900 y 1000 incluyendo impuesto), combinada con la reducción –con el objetivo de eliminación en pocos meses- de los subsidios a la energía y transporte, más la eliminación de acuerdos de precios de alimentos suponen un saqueo a la propiedad privada de la clase trabajadora argentina (la clase capitalista tiene sus ahorros en dólares u otros activos nominados en dólares). Saqueo que anticipa de golpe en pocos meses la inflación equivalente a la de cuatro años bajo el ministro Sergio Massa (113,4% hasta julio, antes de que el efecto del triunfo de Milei en las elecciones primarias la duplicara en agosto y meses siguientes), y que llevará la pobreza a niveles de récord histórico.
La falacia de la necesidad de dolarizar para eliminar la inflación. El shock de saqueo a las rentas de la clase trabajadora argentina, muy probablemente, está orientado a una dolarización una vez conseguida la reducción de la inflación. El argumento de que la dolarización es la única solución para acabar con la inflación es otra de las grandes falacias como se demostró en Zimbawe. Es en realidad el pretexto para facilitar la fuga permanente de capitales (incluidos los del narco) que ya no necesitarán preocuparse de conseguir dólares. También es, sobre todo, el mecanismo para aplastar salarios, sometidos a una competencia desigual con los salarios asiáticos más esclavistas, sin el filtro que supone la moneda nacional con soberanía en la fijación del tipo de cambio, que permite, por ejemplo que el salario promedio en Argentina medido en paridades de poder adquisitivo en 2022 fuese equivalente a 1.064 dólares, muy por encima de la equivalencia en dólares nominales, que era menos de la mitad y muy por encima del poder adquisitivo del salario medio de Ecuador (752 dólares PPA).
La falacia de la “inflación reprimida” por el gobierno saliente para ocultar la inflación-Milei. (Principio goebbeliano de transposición: cargar sobre el adversario los defectos propios). Milei ganó las primarias anunciando que devaluaría el dólar oficial a nivel del valor en el mercado libre, para facilitar la dolarización, por lo que su triunfo provocó una devaluación inmediata de 33% de éste, y de 22% el oficial, en este caso también por presiones del FMI, duplicando la inflación mensual, desde 6,3% en julio, hasta 12,4% en agosto. Su triunfo definitivo en la segunda vuelta el 19 de noviembre recrudeció la suba de precios anticipando lo que se oficializó este martes 12. En 4 meses, entre su triunfo en las primarias de agosto y fin de noviembre, el efecto Milei, combinado con la caída de reservas provocada por la inflexibilidad del FMI que negó toda asistencia, provocó 150% de inflación, frente al citado 113% interanual hasta julio. La rígida actitud del Fondo Monetario supuso un claro posicionamiento a favor de la derecha opositora en perjuicio de la estabilidad financiera argentina y contrasta con la que tuvo con el gobierno de Mauricio Macri, cuando violando sus propias normas, le otorgó 57.000 millones de crédito en 2018 en condiciones impagables que lastraron la gestión del último gobierno, que no fue capaz de exigir que el FMI asumiera su responsabilidad.
La falacia de “acabar con la inflación”, cuando lo que hace es adelantarla. Milei prometió liquidar la inflación como el médico que corta la fiebre matando al enfermo. Es una falacia basada en un truco de ilusionista consistente en adelantar la inflación de los próximos cinco o seis años para concentrarla en uno o dos años y luego intentar dolarizar. La inflación de hasta 40% mensual prevista por Milei para los próximos meses, hasta febrero de 2024, supondría un acumulado de inflación de más de 400% desde su triunfo en primarias en agosto, asociada a la convicción de los operadores del triunfo de Milei, primero, y a su victoria el 19N, posteriormente. Su referencia en el discurso del 10 de diciembre a que “la inflación viaja a 300%” es una falacia porque supone proyectar linealmente la inflación de agosto, que duplicó la de julio como consecuencia del efecto de su triunfo en las primarias. De hecho el posterior triunfo de Massa en la primera vuelta de octubre, se reflejó en una caída de la inflación mensual, a 8,3%, por lo que considerando que en 2024 la situación financiera se relaja por el fuerte aumento (unos 40 mil millones de dólares más) en la entrada de divisas por exportaciones del agro, minería y petróleo, combinado con importante reducción de vencimientos de la deuda externa, la presión sobre el dólar y por tanto sobre la inflación se hubiese reducido permitiendo una caída de ambos y facilitando una fuerte reducción de la brecha entre dólar oficial y libre. Además esta mejora implicaría una mayor recaudación impositiva que permitiría una fuerte reducción del déficit. Todo esto juega ahora a favor del gobierno de Milei que podrá atribuir esas mejoras a su brutal ajuste que elevará la pobreza a niveles máximos.
Otra falacia de Milei para vender las bondades del extremismo liberal de la segunda mitad del siglo XIX que llevó a la crisis mundial de 1929 y a las dos guerras mundiales, es que hacia 1890 “Argentina fue la primera potencia del mundo”, cosa que jamás fue. En esos años lo era la Gran Bretaña victoriana, aunque Estados Unidos le superó en esos años en productividad y otros indicadores en el contexto de su revolución tecnológica. Milei afirma también de que hacia 1890 la renta per cápita argentina era la más alta del mundo, lo que además de obviar que Argentina tenía solo algo más de 3 millones de habitantes, en un momento de precios altos de productos agropecuarios de exportación, es otra mentira, pues con datos de Angus Maddison le superaban una docena de países y era menos de la mitad de la de Australia o Reino Unido. Colin Clark la situó quinta en los años 30s, en pleno intervencionismo estatal. Según Maddison en 1948 la renta per cápita argentina se situó mejor comparativamente con Europa, y lo que es más relevante, la participación de los trabajadores en la renta nacional alcanzó un record de 50%. La dictadura que se instaló en 1955 la redujo a 37% en 5 años. A principios de los setenta en Argentina la participación de los salarios en la renta nacional volvía a situarse en torno al 50%, gracias al fuerte empleo industrial, lo que se traducía en una baja pobreza (4% urbana). La política neoliberal de Martínez de Hoz, ministro del régimen de terrorismo de Estado de Videla la redujo al 30% en dos años y el peso de la industria del 33% del PIB al 20% en cuatro años, multiplicando la deuda externa por siete, lo que produjo la estanflación e hiperinflación de los ochenta que le sirvió de pretexto a Menem –la gran referencia de Milei- en los noventa para privatizaciones masivas para sostener la convertibilidad que acabaría en el corralito, su saqueo de ingresos a la clase trabajadora y la brutal recesión, default de la deuda, devaluación del 66% del peso, 7 millones de desocupados y 50% de pobreza. Milei, superando a Menem, empieza con la brutal devaluación y el saqueo de ingresos demostrando que su defensa de la propiedad privada debe entenderse como la apropiación privada por parte de unos pocos de la propiedad privada de la mayoría y de la propiedad común de los argentinos vivos y por nacer, que son los bienes naturales que tienen titularidad pública. Repetir una mentira hasta convertirla en verdad.