Dueto 7 puntos
Argentina, 2023.
Dirección y guion: Edgardo Cozarinsky y Rafael Ferro.
Intérpretes: Edgardo Cozarinsky y Rafael Ferro.
Fotografía: Santiago Cánepa.
Música: Ulises Conti.
Duración: 61 minutos.
Estreno: exclusivamente en Malba Cine (viernes 22 horas)
Salvo para el Hollywood clásico en general y para John Ford en particular, la amistad masculina siempre ha sido un tema difícil de abordar para el cine, que suele tratarlo de la peor manera, apelando a los clichés más tóxicos del machismo. Todo lo contrario sucede en Dueto, la película realizada en tándem por Edgardo Cozarinsky y Rafael Ferro, que ponen en escena su propia amistad con una nobleza, una sensibilidad y una honradez poco frecuentes.
Amigos entrañables, como ellos mismos evocan, desde que hace casi veinte años Ferro protagonizó para Cozarinsky Ronda nocturna (“Esa cara la tengo que filmar”, recuerda que se dijo para sí el director), uno y otro se entregan a esta experiencia lúdica que pretende dejar un trazo, una huella de un sentimiento que les es estrictamente personal, pero que no por ello deja de ser universal. Se trata de un diálogo libre entre ambos, que va y viene en el tiempo sin la obligación de ceñirse al calendario ni a ningún tema en particular, pero que sin embargo tiene en los viajes y en la literatura –en el hecho de escribir pero también de leer- un fuerte punto de anclaje.
Los libros son una presencia constante en Dueto, ya sea que se aluda a ellos en una charla compartida frente a un fuego, con un vaso de vino en la mano; o se lea algún pasaje a cámara; o se recuerde alguna cita de James Baldwin o Marguerite Duras. A la aseveración de Cozarinsky, que dice que no conoce a nadie que lea tanto como Ferro (“Hasta tres o cuatro libros por semana”), el actor confiesa que los libros para él se han convertido en una adicción, “en un vicio”, que gasta fortunas en comprar libros y que ha llegado incluso a leer mientras maneja, cuando el semáforo lo detiene por unos instantes. Ese exceso lo ha llevado también a empezar a escribir, algo que Cozarinsky le fomenta a partir de su propia experiencia, que también comenzó tardíamente, quizás por un pudor que el cineasta y narrador luego afortunadamente perdió: “Escribir es encontrar una voz”, reflexiona.
Estructurado en once pequeños capítulos de duración desigual, pero cada uno de ellos centrado en un hilo delgado a partir del cual el film va tejiendo su trama, Dueto se diría que es un film sobre la fragilidad. La fragilidad de los vínculos (Ferro y Cozarinsky estuvieron muy distanciados luego del estreno de la obra teatral Squash, un “biodrama” que dejó heridas en ambos), pero esencialmente sobre la fragilidad de la vida. “Recuérdame, murmura el polvo / y lo dispersa el viento”, es un verso de Cozarinsky que funciona como epígrafe de uno de esos capítulos.
La sombra de la muerte acecha de modo natural, sin volverse ominosa, primero a través del recuerdo del actor y dramaturgo Pablo Cedrón, amigo de Ferro tempranamente desaparecido. Y luego de manera más directa, cuando Cozarinsky –buzo negro con capucha, como una parca ansiosa- se inmiscuye en la descuidada casa suburbana de Ferro, con libros por todas partes, mientras Ferro a su vez se interna en el departamento porteño de Cozarinsky y encuentra un volumen de Carlos Castaneda titulado La rueda del tiempo, que la dedicatoria amplía: “...para que siga uniendo nuestras caminos aun después de muertos”. En ese cruce que propicia el montaje paralelo y que realza la emotiva música de Ulises Conti (con un aire al Miklós Rózsa de Providence), está la clave de Dueto: los dos amigos cruzándose por sus respectivos mundos, intentando descifrar sus respectivas bibliotecas antes de que ardan.