La parálisis que ejerce la incertidumbre en la sociedad posibilita la implementación de cualquier tipo de medida económica que discursivamente prometa bienestar. El sofisma neoliberal basa su marco teórico en la superficialidad de la eficiencia cuando, en el fondo, pretende combatir todo vestigio de equidad.

Cada escenario histórico de liberalización cambiaria derivó en ondas inflacionarias incontenibles con pulverización de ahorros e ingresos que jamás se pudieron recuperar. Con cambios tan irreversibles tanto en la matriz productiva como en la distribución de la riqueza y el bienestar general. Suponer que la libre oferta y demanda del dólar tiende a un punto de equilibrio estable solo cuadra en la teoría de los manuales de economía. Cuando se liberan los controles cambiarios, el valor del dólar tiende a infinito porque, en el límite, la voluntad de hacerse de la divisa norteamericana también es prácticamente infinita. En Argentina la demanda del dólar es autónoma; no determinada por el nivel de precios.

Los precios internacionales ejercen fuerte presión en la matriz productiva local, no sólo sobre los bienes importados sino también como referencia para los exportables, en su mayoría alimentos. En consecuencia, el aumento del tipo de cambio se traslada a todos los precios internos de la economía, ya sea por el aumento en los costos de los insumos productivos como por la formación de precios finales y expectativas.

Basta con desregular un precio relativo de la economía nacional para imponer a la fuerza un nuevo modelo económico. Con la mayoría de la población deliberadamente sumergida en la pobreza por el alza inflacionaria, la implementación de políticas públicas nocivas para el conjunto encuentra vía libre.

En un paper de 2013, Anandi Mani, Sendhil Mullainathan, Eldar Shafir y Jiaying Zhao demuestran cómo la caída en los ingresos y el empobrecimiento en sí mismo reduce la capacidad cognitiva de las personas al ocupar recursos mentales para desarrollar otras tareas. Sostienen que cuando las personas enfrentan preocupaciones monetarias pierden su capacidad para darle a otros problemas una completa consideración.

En tal sentido, el padre de la escuela monetarista, Milton Friedman sostenía que “sólo una crisis – real o percibida – da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente”. Creía que su función básica debía ser el desarrollo de alternativas a las políticas existentes para mantenerlas vivas y activas “hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable”

Shock para aceptar y obedecer

En su monumental obra “La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre” Naomi Klein describe los métodos de tortura desarrollados por la CIA durante la guerra fría para obtener información en los interrogatorios mediante el aislamiento sensorial. La misma metodología fue adoptada por el neoliberalismo bajo la forma de “shocks económicos”, para obligar a los individuos a hacer concesiones contra su voluntad combinados con una acción coactiva a través del uso del monopolio de la fuerza Estatal y la suspensión del Estado de derecho.

La privatización de empresas y bancos públicos, jubilaciones, liquidación del FGS y hasta la privatización del sistema penitenciario adquieren mayor probabilidad de ocurrencia y consenso cuando la falta de ingresos pone en jaque la supervivencia. La suspensión de las paritarias, la eliminación del salario mínimo, el aguinaldo, las vacaciones pagas, el fin de las indemnizaciones por despido y la regulación de la jornada laboral solo pueden llevarse a cabo mediante una crisis que provoque una pérdida en la capacidad de reacción por la desorientación y el miedo a la represión.

La libertad de mercado es antagónica con la emancipación individual, ya que, sólo se puede ser libre si existen los recursos materiales suficientes. La libertad de mercado impone su asimetría de poder y termina conduciendo a la aceptación de peores condiciones laborales, a la sobre explotación y a regímenes que no difieren demasiado de la esclavitud.

Cuando los postulados de no intervención se llevan al extremo ni la sanidad pública está a salvo, el riesgo de la proliferación de enfermedades aumenta por la falta de inversión mínima para garantizar la salud de la población. Sólo se garantiza la protección de la propiedad privada, que en el largo plazo también se ve jaqueada por la falta de inversión en la educación pública que contiene a millones de la falta de oportunidades.

La herencia autoimpuesta

La herencia económica que deja un gobierno al otro se sintetiza en la evolución o involución de los indicadores económicos y en el resultado final del balance. Está claro que no es lo mismo recibir un gobierno desendeudado y casi con pleno empleo como en 2015 a otro con 100.000 millones de dólares más de deuda externa, inflación y pobreza duplicados, destrucción de 25.000 pymes y casi 2 dígitos de desocupación como en 2019.

Pero el gobierno de Alberto Fernández no mejoró las condiciones de vida de la población. La mejora industrial encontró su frontera productiva en la restricción externa, la sequía y la crisis de una deuda externa irresuelta que se tradujo en carencia de divisas y aún más inflación. Sin embargo, lejos estuvo la voluntad política de querer erradicar el modelo de sustitución de importaciones con consumo interno y generación de empleo local.

Los voceros de LLA ya aventuran que se profundizarán las dificultades económicas por los próximos 2 años, lo que no aclararon es que será producto de las políticas que ellos mismos adopten. Mas parece una herencia autoimpuesta por los herederos para generar el shock necesario para hacer tabula rasa, cambiar el modelo económico nacional y abolir definitivamente toda intervención del Estado. El modelo colonial de dependencia de la escuela monetarista exige barrer con todo mínimo marco protectorio y de derechos civiles para implantar su modelo económico.

La estratagema predilecta del neoconservadurismo sostiene que la sumatoria de la maximización de la utilidad individual conduce invariablemente a la maximización del bienestar colectivo. Pero la copa nunca derrama porque sus dueños la van cambiando por recipientes más grandes para seguir acumulando.

No hay retorno de concentración económica. La historia económica muestra que cada proceso de transferencia de riqueza de los trabajadores y del Estado al capital privado es irreversible. Y cuando el poder económico concentrado hegemoniza porciones cada vez más amplias de los partidos políticos, sus demandas de privilegios se imponen como conquistas perpetuas.

* Economista. Auxiliar docente de Historia Económica y Social Argentina (UBA)