“Como forma de vida creo que está bueno todo el tiempo frenar para seguir buscando el camino, que de última lo que pase en automático, orgánicamente, sea por donde uno quiere ir”, reflexiona Mica Sancho. La cantante patagónica lleva ya unos cuantos años instalada en la zona sur del conurbano bonaerense y, además de un montón de colaboraciones con músicos consagrados del tango y el folclore más modernos, acaba de sacar su segundo disco, La huella y el conjuro, un EP que hizo a dúo con el mítico Acho Estol, cofundador de La Chicana. Como en su primer disco (Humana, de 2021) en este abundan las canciones propias y se destaca el perfil folclórico.
“Uno todo el tiempo se pierde y se vuelve a encontrar, como en un ciclo. Al tema El conjuro lo siento como la parte de volver a encontrarse, como un renacer constante”, plantea. En cierta medida, esa canción también habla de la propia Mica, una piba de 28 que la está rompiendo y aún así sigue buscando el camino que mejor le quede. Mientras, se acumulan las fechas acompañando a Bruno Arias, Amores Tangos, Alejandro Guyot o la Orquesta Típica Di Pasquale.
► La canción propia
En ese sentido, resulta curioso cómo gran parte de sus feats y apariciones en condición de invitada ocurren en el ambiente del tango nuevo, mientras que su producción se enfoca principalmente en el folclore. “Son cosas que pasan medio sin querer, porque a mí el tango me encanta y es algo que tengo hecho muy propio desde chica. Más que el folclore, al que probé más de grande”, cuenta. “A veces me aparece la idea de definirme. ¿Soy artista de folclore? ¿De tango? La verdad es que tampoco busco esa división, cuando encaré mi proyecto fui por la canción propia, una línea en medio de ambos mundos”.
A los obsesivos por las etiquetas, a veces esto los confunde. “Me pasó de presentarme como artista de folclore y que me digan: ‘Che, tenés una voz medio tanguera’, y cuando canto tango, preguntarme si vengo del folclore”, concede. “Igualmente creo que la escena joven, lo que está sucediendo ahora, tiene esta mixtura. Hay varios directores de orquesta jóvenes, como Di Pasquale, que también tienen eso”, apunta. Más allá de la reflexión sobre el propio camino, si algo la caracteriza es la organicidad de sus movimientos. “Me llaman y voy al toque: yendo”.
- -¿Cómo surgió el disco con Acho Estol?
- Nos conocimos por redes sociales. Yo compartí algún material porque he cantado canciones de él como Juguete rabioso, y ahí me invitó a hacer una canción nueva que estaba por lanzar. Me dijo que la estaba trabajando y que imaginaba que la cante yo. Esa canción fue La huella, que está en el disco. Y ya dentro de ese vínculo yo también tenía una canción nueva que un vals criollo, y fue “¿Qué te parece si la producís?”. Ahí produjo La desbocada.
- ¿Y cómo siguió?
- En un momento yo la iba a lanzar, estaba todo en la postproducción, y le dije: “¿Qué te parece si las sacamos juntas? Se parecen mucho, vos hiciste la producción de ambas, y a las dos las canté yo”. Quedaron medio hermanadas, entonces él cantó medio un retruco: si vamos a sacar dos, hagamos un par más y saquemos un EP.
- Porque tiene alma de productor, Acho.
- Sí, sí. Y así fue. Pero de nuevo, fueron cosas que se han ido dando orgánicamente. De hecho, él es un exponente del tango nuevo junto con La Chicana, pero el EP quedó siendo muy de raíz folclórica. Lo más tanguero que hay con él es La desbocada, que es un vals criollo. Tiene un huayno y cierra con una cumbia.
Esa mixtura de géneros ya se encontraba en Humana, su primer disco. Humana llegó después de un recorrido como intérprete de clásicos de distintos géneros, hasta que decidió que era momento de hacer un registro con su propio nombre. La pandemia hizo lo suyo, porque el disco vio la luz en enero de 2021.
“Ahí me encontré con la cosa vertiginosa de los géneros: '¿Grabo un disco de folclore o de tango?'. Tomé la ruta de la canción propia y Humana es resultado de las cosas que tenía en la cabeza en ese momento”. Al momento de componer, reconoce, a veces piensa en encarar canciones desde la temática, desde las ganas de cantar sobre algo.
Viéndola ahora en un bar de Lomas de Zamora cuesta imaginarla hace diez años, recién salida de la secundaria en Tierra del Fuego, yendo a Buenos Aires a estudiar Derecho en la UBA. Spoiler: no funcionó bien. Mica tiró un recalculando y –después de liquidar una carrera corta, por las dudas-, se tiró a la música.
“Hoy muchos chicos eligen la música o las artes y está buenísimo, pero en ese entonces era medio tabú allá”, confiesa. El lugar lo encontró finalmente en el conurbano sur. La Escuela de Música Popular de Avellaneda (la mítica EMPA) le abrió sus puertas y más tarde, con su pareja, llegó el barrio.
“Vivo en el conurbano pero voy todo el tiempo a capital, como artista y como público, pero venirme acá no fue tan loco. Era una zona que medio ya habitaba, y por amistades u oportunidades que fueron surgiendo, se hizo natural. En el conurbano veo mucho arte, el circuito está encontrando un sentido muy identitario y para mí es muy lindo formar parte de ese movimiento”.