Una semana económica y financiera en Argentina equivale posiblemente al estrés que puede acumularse durante años en otro país. Así se vivieron los primeros días del Gobierno de Javier Milei, luego de implementarse una megadevaluación mayor a la que esperaba el mercado. Los activos bursátiles empezaron la semana con un clima de euforia y la terminaron con desplomes, la inflación comenzó a moverse al doble o triple del ritmo de los días previos y el paquete de recortes sobre el gasto público promete un malestar social de consecuencias impredecibles.

Los inversores locales y extranjeros tienen sensaciones encontradas sobre lo que empieza a ocurrir en la Argentina. La mayoría mira el experimento de afuera y por el momento ninguno de los fondos importantes decidió apostar una ficha seria por el país: ni siquiera con sus declaraciones.

El mercado se siente atraído por la propuesta de ajuste ortodoxo, en el que el principal problema argentino serían los desequilibrios fiscales (con una Estado gastando más de lo que recauda y recurriendo a la emisión monetaria del Banco Central para poder cubrir ese bache). Sin embargo, desconfía de las posibilidades que esa propuesta salga bien por distintos motivos, los cuales si se miran de cerca pueden resumirse en dos grandes grupos.

El primero es evidente: la Argentina por su historia, cultura e idiosincrasia no parece que pueda tolerar un golpe a los ingresos de la población como el que se está proponiendo para los próximos meses. Por lo pronto, la caída brutal del consumo sería una de las pocas anclas que se están planteando para evitar que los precios se espiralicen, y para que eso pueda funcionar las subas de los salarios deberían frenarse (o por lo menos acompañar muy por atrás la nominalidad del resto de los precios).

La puja distributiva promete tensiones en todos los frentes y una fuerte resistencia, principalmente durante los próximos meses, cuando todavía la tasa de desocupación se mueva en niveles de un dígito.

El segundo motivo de desconfianza está vinculado al plano financiero: el mercado sigue dudando si la idea de Milei de dolarizar la economía está efectivamente fuera de la agenda para el corto plazo. En una de sus últimas declaraciones el equipo económico planteó que esa propuesta era el norte de todas las medidas del nuevo gobierno, aunque aseguró que no era algo que podía aplicarse de entrada. Sin embargo, los inversores tienen sus reparos sobre estas declaraciones.

En los informes de las consultoras se menciona que uno de los principales problemas del programa de Milei es que sólo tendrá éxito si se recupera la confianza en los pesos. Algo que consideran realmente complejo, en un contexto en que en el escenario optimista estiman que la inflación comenzará a moverse por lo menos a ritmos del 25 por ciento mensual. Por ello, especulan que habría motivos para que la dolarización se termine anunciando si el desenlace del programa actual es desfavorable (el desarme de los pasivos monetarios es descontrolado, la inflación se espiraliza y la estrategia de recuperar confianza en la moneda local se desvanece).

Consideran que hasta hace 3 semanas la bandera de dolarizar era “innegociable” y en la campaña se la llegó a plantear como una cuestión de índole moral, por lo cual es difícil suponer que está totalmente fuera del plan b si las medidas anunciadas la semana pasada no prosperan.