Coincidencias, regresiones o consecuencias: A pocos días de un nuevo aniversario de la masacre de 39 personas y 500 heridos en las protestas del 2001, la nueva ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, derogó el protocolo que fue establecido para impedir la repetición de esa matanza. Y el mismo día que la ministra dio carta blanca a la represión indiscriminada de la protesta, trascendió que el gobierno quiere sacar el índice de actualización de las jubilaciones, otra decisión criminal.
El cinismo con que el ministro de Economía Luis Caputo trató de encubrir la intención de dejar a la intemperie a los jubilados resultó repulsivo. Quieren bajar las jubilaciones, pero para derogar la ley dicen que lo hacen para aumentarlas. Usan como argumento que lo cobrado ahora es menor a la inflación. Y es así porque la inflación es mensual y el aumento es cada tres meses, o sea, es a inflación vencida. Pero si sacan el índice, este gobierno, cuya política es sacarle a los que menos tienen, nunca repondrá un peso de lo que pierdan los jubilados. Es infame ajustar sobre la base de las jubilaciones.
Repiten la misma secuencia abyecta de cuando Domingo Cavallo lloró ante las cámaras por sus padres jubilados y aconsejó que las familias debían acoger a sus padres y no abandonarlos. Estaba diciendo: “háganse cargo de los viejos porque nosotros los mandamos a la calle”.
Los jubilados en el menemismo
Si sacan el índice de actualización quedará en el gobierno la decisión de aumentar o no las jubilaciones. Fue así durante el menemismo, con el escenario permanente de policías rompiendo cabezas de jubilados en las plazas. Todos los días de todos los meses de todos esos años, los jubilados se convirtieron en la vanguardia de la lucha contra el menemismo con Norma Plá a la cabeza.
“Vos podés ser mi hijo” le decían los jubilados a los policías que iban a reprimirlos. Algunos titubeaban, no podían pegarles, trataban de empujarlos, pero los jubilados no luchaban contra la policía, luchaban contra el hambre, era cuestión de vida o muerte, así que se quedaban aunque les rompieran la cabeza, los anteojos quebrados, los bastones desparramados, jubilados golpeados en el suelo, desmayos. Lindo país fue el de Menem, el preferido del presidente Javier Milei.
Otra casualidad. Cuando los piqueteros aún no existían como organización de los desocupados, en 1991 fueron los jubilados con sus jubilaciones pulverizadas por la inflación los primeros en cortar calles. Lo hicieron en forma sistemática en la avenida Rivadavia, frente al Congreso. La ministra que tiene en su conciencia las vidas de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel y que fue funcionaria del gobierno que protagonizó la masacre de 2001, profirió todo tipo de amenazas contra los posibles cortes de calle. Sus amenazas estuvieron sincronizadas con el anuncio de la vuelta al mismo sistema de ajuste a los jubilados que inició esos cortes.
La extorsión a las provincias
La eliminación del índice de actualización de las jubilaciones formaría parte de la ley ómnibus que van a enviar al Congreso, junto con la vuelta del impuesto a las ganancias. También amenazan con decretos de necesidad y urgencia. Son todas medidas que afectan a los trabajadores. Es probable que el retorno del impuesto a las ganancias tenga el respaldo de los gobernadores por la porción de coparticipación que dejaron de recibir.
Las provincias serán castigadas con la reducción fulminante de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN). El gobierno nacional demoró el envío del dinero para los salarios y el aguinaldo del mes de diciembre que dejó el gobierno saliente. Los gobernadores de San Luis y Santiago del Estero ya declararon a sus provincias en estado de emergencia. La estrategia es la misma que le funcionó a Mauricio Macri: llevar a las provincias a una situación extrema y extorsionarlas para que sus legisladores respalden las medidas de ajuste.
Todos los anuncios de recortes y achiques son truculentos, pero atropellar a los jubilados tiene una carga especial que sensibiliza a toda la sociedad y que la historia no perdona, como lo ha demostrado. Si les parece que cobran menos que la inflación, que den un aumento en vez de sacar la única garantía que tienen los jubilados de que no serán estafados.
Desde el martes, cuando el flamante ministro de Economía anunció las primeras catorce medidas de ajuste, empezaron a pincharse las burbujas de ilusión con que muchos votaron a la motosierra de Milei.
El gobierno de Alberto Fernández no pudo frenar el embate permanente de una inflación alta. Pero en vez de elegir una opción superadora, muchos prefirieron la que les proponía abiertamente empeorar su situación. Esa decisión parece tejida con hilos invisibles de esperanza y necesidad más que de la razón. El resultado es un pensamiento mágico, individualista, que elige confundir deseo y realidad y que se asienta en consignas rudimentarias de sustrato violento contra lo diferente. Hay una crisis de representación política pero en muchos sectores hay también una crisis de identidad que necesita reafirmarse en la detracción del otro.
Las burbujas pinchadas por Caputo
Hubo un canto de sirena, no en el contenido, sino en el discurso rabioso, en la violencia simbolizada en la motosierra, en el ataque furioso y en la reivindicación excluyente y desafiante del individuo ante la sociedad, del egoísmo contra la solidaridad. La reclusión en pandemia, la defección del gobierno de Alberto Fernández en temas en los que se había comprometido y la inflación reforzaron esos componentes que están en la naturaleza de las personas, y contra los cuales históricamente ha luchado la humanidad para avanzar.
Algunos votaron sin escuchar las propuestas, otros dijeron que en realidad no haría lo que proponía y otros pensaron que, si cumplía sus promesas de campaña, no los afectaría a ellos, sino a todos los demás. Y otros pensaban que podían sacrificar parte de su calidad de vida si quedaban muchos más debajo suyo. Les importaba más estar por arriba de muchos, aunque ellos también perdieran algo.
Muchas de esas burbujas de ilusión fueron pinchadas por el discurso de Caputo. La devaluación del 118 por ciento le robó la mitad de sus ingresos a todo el mundo. Y de esa mitad, van a seguir robando con el resto del paquete de medidas de ajuste y privatización. El idiota que pensaba que estaba feliz mientras tuviera muchos por debajo, se dio cuenta que ahora no está entre los pocos que quedan arriba.
Caputo pinchó muchas burbujas, la del que no escuchó, pero lo votó porque era “lo nuevo”, la del que pensó que a él no le tocaría y la del que pensó que iba a quedar por arriba de muchos otros. Obviamente que la “casta política” no ha sido perjudicada. Como idea era una estupidez, como consigna fue magnífica. Los principales perjudicados son los trabajadores de la economía informal y formal y los jubilados. Pero también golpeó a la mayoría de la clase media y a la mayoría de los pequeños y medianos empresarios.
La idea mágica que reemplazó ahora a esas burbujas, es que había que pasar por esta noche porque después van mejorar. A esta altura, la ingenuidad se convierte en estupidez. Lo que se pierda ahora no se recupera más, porque esa es la sociedad que buscan. Para ellos, somos los orcos.