Yo, que me fui exiliado a Buenos Aires buscando el fruto prohibido de la música en el alma y el pan en la mesa recalé en tu barrio sin permiso, Platense, te digo gracias. Yo, que después de dar tropezones con mis trastos y mis astros por diferentes sucuchos de tanto correr la coneja encontré en Saavedra la guarida de amigos -todos calamares- que me abrieron las puertas de sus corazones y hemos reído, llorado y trasnochados juntos, te digo gracias.
Yo, que trascendí el rencor de ásperos enconos que se dirimían entre hinchadas de las que no participábamos y que me afilié a tu club y nadé en tu pileta y almorzé en tu bar y descansé a la sombra de tus magros arbolitos, soñé y escribí en alguna mesa del club, te digo gracias.
-Es traición, me sugerían mis canayas amigos.
-No, es amor al barrio donde supe vivir - les contestaba.
Yo que iba a ver Platense-Central con calamares y que al cruzar la Maipú nos separábamos, cada cual en su tribuna, te digo gracias. Y a la vuelta veníamos caminando por Superí, compañeros como siempre. Yo que viví en calle Zapiola y García del Río, a metros del almacén de Dorita quien me contara que el Polaco Goyeneche cuando manejaba el colectivo 19 muchas veces se detenía allí, a unos metros de mi pasillo para un descanso breve, te digo gracias. Yo que salí a la mañana luminosa luego de aquel 19 de diciembre de 1995, de la Conmeboll contra Mineiro para mostrarme con la auriazul, solo entre solos y que un repartidor de soda recién amanecido, ajeno a todo, me gritaba.-¿Sos de Atlanta?¿ Que festejan? Solo Dorita se alegraba por mí, fiándome 100 de queso y cien de salame.
Yo, que en un partidito me encontré tirada la blanca y marrón y la llevé en casi todos los fulbitos, aún cuando el maradoniano Ernesto Garabato, me decía. -Si la vas a usar, mejor sacate el balde de la cabeza.
Yo, empeñado en ser un 11, me divertía transpirando esa camiseta sobre la piel auriazul que más de una vez manchó aquella pilcha robada a un desconocido, repito gracias. Y repito gracias porque si, por el San Quintín donde el Polaco remojaba el whisky matinal en una taza de té con el hilito para que la esposa creyera que aquello era una infusión inocente. Y a Raimundo y su Luna de Saavedra donde volví a escribir y a Flora y Fauna, aquel querido programita de radio, y a todos mis colegas, compadrones de la tristeza y el humor negro, de la duda y la perplejidad; al Turco, a Funes, a Marcelo, al León y a todos lo que me puedo estar olvidando y a Raúl Carnota que vivía pared por medio y no entendía mi fanatismo canaya pero me regalaba una chacarera recién compuesta, a todos les oferto mis retribuciones. Porque me hicieron bien, me hicieron de nuevo, me dieron empuje y amor. El que me estaba faltando por aceptar sobrevivir en la jungla, comer de la música y la escritura por entregas en distintos diarios y revistas de viaje y de relatos y de la nada y el todo.
Hay que ser agradecido, me enseñaron. Pero ahora, aquí en mi Rosario natal, estoy lagrimeando porque aquellos oasis de plata ya son de un pasado y este presente, este llanto de alegría es de oro y de Arroyito, la foto de mis viejos jovencitos es mi talismán y es nuestro el fervor y es reiteradamente mía la mejor y la mayor de mis fortunas: haberme hecho de Rosario Central desde la cuna.
Este triunfo amengua el dolor de gobiernos sordos votado por ciegos, la impudicia de hablar de espaldas a todos los derechos y empezar a vulnerarlos; el control social, la libertad bajo estado de sitio, esta cefalea por miedo a perderlo todo, el Caputazo, estos mosquitos, esta estupidez que ronda, la comparsa de gente adversa viajando a la final para hechizarnos dan vergüenza ajena y orgullo propio. Descubrimos una camiseta canaya de la mano de la Vice, pero la empardamos con una del Calamar en manos de Macri. Jetta mata Negación. Es una cumpleaños hermoso en medio de las malas ondas. Ahora tranquilos y a disfrutar, vivir esto que viene como de vidas anteriores con la fe tan alta y jubilosa como los faroles encendidos del Gigante y la luz del Monumento que llegan emborrachados de felicidad a alumbrar con un abrazo de campeón, todo el empedrado de Florida, Vicente López raspando con Saavedra, ahora repintado de colores auriazules por una noche de sábado 16 de diciembre del 2023.