Trabajábamos con total libertad, rodeados de una fauna exótica, personajes atípicos dentro del muestrario de la ciudad, bastante especiales. Circulaban muchos snobs, muchos delirantes, pero también gente maravillosa.
Frecuentemente recibíamos la visita de aquel notable periodista que era Enrique Raab, al que llamábamos cariñosamente “La información equivocada”. Raab fue uno del los primeros en engrosar la larga lista de desaparecidos. También quiero recordar a Marcos Arocena, que hacía teatro, y que desapareció durante la dictadura.
Nuestra oficina de diseño estaba pegada a la cabina de comando de luces y sonido de la sala de teatro, desde donde Roberto Villanueva, director del Centro, lograba encrespar a la crítica con tanto éxito como el que obtenía Romero Brest, por su lado. El sonido traspasaba los tabiques, de manera que llegábamos a recitar de memoria los textos de los espectáculos y, a veces, a cantar algunos temas [...]
Nuestra ruta de acceso era la sala teatral; ascendíamos a nuestra casilla por una escalera caracol. Había problemas para entrar y salir durante las funciones. Nos íbamos y volvíamos como duendes, en puntas de pie, furtivos, con la sala a oscuras, avanzando a tropezones, en fila india y tomados de la mano. El cuadro vivo era “Los ciegos de Brueghel en los altos de Florida” […]
* Artista plástico y diseñador. Integrante del Departamento de Diseño Gráfico del Instituto Torcuato Di Tella. Fragmentos del texto incluido en el libro Historia gráfica del Di Tella.