El Papa Francisco celebra sus 87 años. Transcurridos más de diez años de su pontificado, el onomástico lo encuentra embarcado en un proceso que él mismo generó para retomar, con estilo propio, las reformas de la Iglesia Católica promovidas por el Concilio Vaticano II (1962-1965) convocado por su predecesor Juan XXIII. Paulo VI, sucesor del papa Angelo Roncalli, fue a su vez un decidido impulsor de las reformas vaticanas. Pero fallecido este último Papa las orientaciones conciliares encontraron importantes obstáculos durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Podría decirse que Jorge Bergoglio trató encarnar el espíritu de “Iglesia abierta al mundo” que inspiró la convocatoria conciliar, renovándolo con nuevos temas de agenda (los conflictos en el mundo, la mirada desde los pobres y las cuestiones ambientales o de la “Casa común”, entre otros) e introduciendo también en su mirada una perspectiva latinoamericana que se expresa tanto en su teología como en la metodología volcada hacia la mayor participación mediante lo que él mismo denomina la “sinodalidad”.
Jorge Bergoglio, hijo de inmigrantes italianos nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936, y antes de elegir el sacerdocio se graduó como técnico químico. En 1958 ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús (jesuitas) y alcanzó el título de licenciado en filosofía.
Entre los documentos más importantes de su pontificado se cuentan las encíclicas Lumen fidei, sobre la fe (29 de junio de 2013), Laudato si', sobre el cuidado de la casa común (24 de mayo de 2015) y Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social (3 de octubre de 2020). Su texto más reciente es la Exhortación Apostólica Laudate Deum (2023) en la que el Papa retoma sus reflexiones sobre las cuestiones ambientales y el cuidado de la “casa común”.
Renovación institucional
En cuanto a la cuestión institucional interna de la Iglesia se destacan los pasos para sancionar a sacerdotes pedófilos, la reforma financiera del Vaticano, la “internacionalización” de la curia con el ingreso de obispos, fieles laicos y mujeres provenientes de distintas partes del mundo, todo lo cual ha ido en desmedro del poder eclesiástico central antes muy controlado por los obispos europeos y, principalmente, los italianos. En cuanto a los cuadros de conducción claves en el Vaticano, Bergoglio sumó a personas cercanas a su pensamiento y manera de comprender la Iglesia. Ejemplo de ello han sido el nombramiento del cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga en el consejo asesor que designó inmediatamente después de acceder al pontificado o la muy reciente elección del argentino Víctor “Tucho” Fernández, ex arzobispo de La Plata, asesor y amigo personal del Papa, en la muy estratégica Congregación (ministerio) para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio). Reformó además la Constitución Vaticana sobre el criterio de que la curia está al servicio de las iglesias locales (diócesis) y no al revés como sucedía antes.
Pero también a nivel internacional Francisco fue generando nombramientos de obispos –el pontífice tiene siempre la última palabra en el tema- para incorporar al episcopado a hombres más jóvenes, también afines a su mirada teológica y eclesial. A ello hay que sumar la renovación del colegio cardenalicio que será el encargado de nombrar su sucesor al momento de su fallecimiento o eventual renuncia, algo que el Papa no descarta como posibilidad aunque no por el momento.
Por otra parte, a partir de Bergoglio hubo una actualización en la agenda de los temas que entraron en la preocupación de la máxima autoridad de la Iglesia Católica y todo ello estuvo acompañado por aportes simbólicos. Eligió el nombre de Francisco en memoria de Francisco de Asís, el santo de los pobres, y su primer viaje como Papa fue a Lampedusa para encontrarse con los “descartados” inmigrantes ilegales que pugnaban por ingresar a Europa. Los pobres en general estuvieron siempre en el centro de su prédica y eligió como sus interlocutores a los movimientos sociales, a quienes nombra como “poetas sociales por su capacidad de coraje y crear esperanza”. Es frecuente escucharlo hablar en contra de las distintas miserias como el mal, la injusticia, el dolor, la indiferencia religiosa, las divisiones y los enfrentamientos intelectuales, pero no evade las críticas directas al sistema capitalista y a las formas de poder en la sociedad actual.
Bergoglio también ha permanecido atento a las guerras y los conflictos internacionales y no apenas como espectador, sino que involucró a la Iglesia y la diplomacia vaticana –con resultados buenos y malos, y sin temor al fracaso- en búsqueda de la paz. Suele repetir que vivimos una guerra mundial a modo de micro conflictos en todo el mundo.
La interna de la Iglesia
Pensando en la mayor participación en la comunidad eclesial el Papa ha recurrido a la figura del sínodo, ampliando ese espacio de consulta y asamblea antes reservado exclusivamente a los obispos. Como ocurrió con el sínodo celebrado este año, hoy de ese espacio participan también sacerdotes, religiosas, varones y laicos mujeres. Todas y todos con posibilidad de expresar sus puntos de vista y votar a la hora de sacar conclusiones.
Al margen de lo anterior, y aún reconociendo que las mujeres han aumentado significativamente su presencia en puestos de dirección y responsabilidad, se le señala que en comparación con los avances femeninos en el mundo, los registrados en la Iglesia resultan todavía insuficientes. Se subraya no hay mujeres que accedan hoy al diaconado y al sacerdocio ministerial y que las propuestas en ese sentido están estancadas. También que poco se avanzó en relación a la comunidad LGTBQ+ a pesar de los gestos y consideraciones del Papa respecto del reconocimiento de estas personas en la Iglesia.
Desde la otra acera, los ultraconservadores –que tienen uno de sus principales bastiones en el episcopado católico de Estados Unidos- no esconden su irritación por los contenidos y el estilo de Francisco y desafían públicamente la autoridad del Papa. Lo hicieron antes del sínodo de octubre pasado exigiéndole a Francisco respuestas “doctrinales” de corte ortodoxo y con intención manifiesta de clausurar debates en la asamblea sinodal. Bergoglio les hizo frente y respondió una por una las observaciones. No satisfecho con ello, pasada la asamblea sinodal, el Papa sancionó al cardenal retirado estadounidense Raymond Leo Burke, uno de los líderes de la ofensiva conservadora y crítico acérrimo de su gestión, quitándole su salario y desalojándolo de las residencia que tenía en Roma. Tres semanas antes había destituido de su cargo como titular de la diócesis de Tyler (Texas) al obispo Joseph Strickland, otro activista en su contra.
Si bien se trata de gestos de contenido sobre todo simbólico, son también manifestaciones de que Francisco está dispuesto a no dejarse someter a las presiones ultraconservadoras.
El viaje a Argentina
En reiteradas ocasiones se la ha preguntado al Papa por su eventual viaje a la Argentina. Francisco explicitó su deseo de venir al país, pero hasta ahora el hecho no se ha concretado. Este año admitió la posibilidad de viajar al país el año próximo, aceptando las múltiples invitaciones recibidas de los obispos, comunidades y la aceptación de su eventual visita por parte del gobierno de Javier Milei.
Sin embargo, el tema de la salud aparece como un nuevo impedimento. En un reciente reportaje el Papa solo aseguró que visitará Bélgica el año próximo. "Hay dos claros pendientes, uno a la Polinesia y otro a Argentina, que están ahí pendientes. Veremos cómo se da la cosa, pero con el tiempo voy a ir retomando las cosas", explicó.
La visita a la Argentina parece hoy claramente supeditada a la evolución de la salud de Jorge Bergoglio que, a sus 87 años, carga con las limitaciones propias de la edad y el desgaste que le impone la agenda de quien es la máxima autoridad de la Iglesia Católica.