“¿En qué mundo queremos vivir?” El crucial interrogante lo planteó Margaret Atwood, el domingo pasado, cuando recibió el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes, con cuya entrega termina cada año la Feria del Libro de Frankfurt, la mayor cita editorial del mundo. “Es un raro tiempo histórico en el que el suelo bajo nuestros pies, que hasta hace poco parecía bastante estable, se tambalea, un poderoso viento sopla y no sabemos ya exactamente dónde estamos”, aseguró la escritora canadiense, miembro de Amnistía Internacional y presidenta honoraria de BirdLife Internacional, institución en defensa de las aves. “Tampoco sabemos exactamente quiénes somos, a quién pertenece la cara en el espejo”, agregó Atwood y aseguró que “en muchos frentes hay motivos de preocupación”, entre los que enumeró los riesgos medioambientales, la desigualdad económica, los conflictos políticos y sociales, las guerras y los refugiados que éstas provocan o las “leyes aprobadas por hombres para controlar a las mujeres”.
La autora de La mujer comestible, El cuento de la criada y El año del diluvio, entre otras novelas, advirtió que “apenas ayer” la población estaba alentada “por tantas buenas intenciones y esperanzas”, pero que hoy se viven tiempos de “rabia y amenazas”. “Esa cripta se creía hasta ahora cerrada, pero alguien tenía las llaves y ha abierto la cámara prohibida”, comentó Atwood antes de preguntarse “qué monstruo saldrá ahora de allí”. Entre otros ejemplos de evolución negativa, mencionó la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, los “tiempos difíciles” que atraviesa el Reino Unido y “de una forma menos drástica”, el reciente resultado de las elecciones generales en Alemania, donde un partido ultraderechista neonazi, Alternativa para Alemania (AfD), se situó como la tercera fuerza parlamentaria. “Cada país y cada persona tiene un ‘yo noble’, con el que le gustaría comportarse, otro ‘yo cotidiano’ –con el que resuelve los problemas de la vida diaria– y un yo escondido y mucho menos virtuoso que en momentos de amenaza y rabia sale y puede hacer cosas indecibles”, alertó la ganadora del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2008 y el Booker Prize en 2000.
El presidente de la Asociación de Libreros Alemanes, Heinrich Riehtmüller, leyó el acta del premio en la que el jurado destacó que la escritora canadiense muestra en sus novelas y ensayos “su instinto político y su clarividencia para detectar peligrosas evoluciones y corrientes subliminales” en la sociedad. La autora de El cuento de la criada defendió que los escritores “deben decir la verdad”, aunque aclaró que ella misma nunca ha escrito como una activista política.