El reconocido arquitecto e historiador urbano, Adrián Gorelik, visitó la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario, en el marco de la conmemoración de los 100 años de la carrera. El especialista brindó una charla en el Auditorio del Colegio de Arquitectura y Urbanismo. “El ochenta por ciento de la población de América Latina vive en grandes ciudades. Sin embargo, los déficits habitacionales están a la orden del día y queda aún mucho para pensar ciudades a la altura de cantidad poblacional”, explicó Gorelik.
En declaraciones a ABC Universidad, programa que se emite en Radio UNR, y habló sobre la concepción actual de la ciudad y sus desafíos inminentes. "América Latina es una de las zonas más urbanizadas del mundo, con niveles similares a América del Norte y Europa. Ni hablar África y Asia. El primer dato a tener en cuenta es que en las representaciones sociales colectivas todavía sigue siendo pensada como un continente rural -detalló Gorelik-. Es como si las urbanizaciones que comenzaron de manera muy fuerte a mediados del Siglo XX no terminaran de cambiar la representación que la sociedades tienen de un continente que sigue definiendo su identidad por el campo, como si la movilización del campo a las ciudades hubiese sido un rasgo que no modificara esa mirada".
El arquitecto marcó que ese gran porcentaje de personas no vive en las grandes ciudades, sino en poblaciones de menor tamaño. "Aquí está la trampa de a qué se le considera ciudad, estas estadísticas muchas veces consideran que una ciudad es una población de más de 1000 habitantes". Sin embargo, advirtió que existen ciudades que concentran hasta 25 millones de personas, una cantidad muy superior al concepto de ciudad tradicional, y que conforman casi pequeños países: "La gran evidencia de lo urbano en América Latina cae sin duda en las grandes megalópolis como Buenos Aires, San Pablo, Distrito Federal de México, Bogotá, Lima. Son ciudades de muchos millones de habitantes donde la propia escala genera una serie de dificultades que marcan de alguna manera la representación social que tenemos de los problemas de la ciudad".
El autor del libro La ciudad latinoamericana: una figura de la imaginación social del Siglo XX remarcó que las transformaciones territoriales son largas y el concepto de "ciudad expansiva" pisó muy fuerte a principios del siglo pasado: "Una ciudad que crecía y en ese proceso incluía a la sociedad, contando una representación de futuro. Esa es la ciudad del estado de bienestar que transcurre desde fines del siglo XIX a principios de los setenta. Luego se pasó a lo que se denomina ‘la ciudad de los negocios’, que piensa ese escenario como un conjunto de oportunidades, donde el Estado suele funcionar como socio de privados para hacer surgir pedazos de ciudades distintos. Lo podemos ver como un archipiélago, donde hay sectores que prosperan y otros que se caen. De alguna manera es como un mosaico de situaciones muy desiguales”.
En ese sentido, Gorelik resaltó que la sociedad “no puede permanecer indiferente a transformaciones tan gigantescas”, dejando que los privados se adueñen de las ciudades. “El propio liberalismo en el Siglo XIX reconoció rápidamente que la ciudad es un artefacto que funciona con solidaridad mecánica, y si hay algo que anda mal, lo hace en el conjunto mismo de la ciudad. Un ejemplo de la época son las epidemias, que surgían en barrios pobres pero afectaba por igual a los más ricos. Eso significa que no podía quedar librado sino que el Estado tenía que construir cloacas si no se hacía, la ciudad quedaba expuesta a cualquier desastre. Algo que la ciudad de los negocios parece querer olvidar, pero tenemos que recuperar mecanismos de políticas públicas consensuados que logren tomar por las riendas problemas que podrían ser menores de lo que hoy son”.
Las políticas públicas
El caso de Rosario es muy particular, porque fue una ciudad que se diferenció en su desarrollo de otras como Buenos Aires, especialmente en los años 90. “En Buenos Aires la construcción de countries y barrios cerrados estaban en su apogeo. En cambio, veíamos en Rosario un conjunto de políticas que parecían ser una alternativa: desarrollos de centros comunales en los barrios, de escuelas, hospitales... Eran políticas públicas que estaban siendo llevadas adelante y permitían escapar un poco del paradigma de la ciudad de los negocios”.
Gorelik destacó que la ciudad contó con una fuerte descentralización altamente planificada “que sigue mirando al conjunto”. Además, resaltó que el principal problema del modelo de la ciudad de los negocios es el de “desarrollar espacios por separado de manera desigual sin ningún tipo de equilibrio”.
"El desafío -señala- del acceso a la vivienda propia sigue siendo una preocupación palpable a lo largo y ancho de América Latina, una problemática arraigada que persiste a través de distintos gobiernos y períodos de tiempo. La falta de un liderazgo público capaz de abordar de manera integral los desafíos urbanos es un hecho de gran relevancia. Tomemos, por ejemplo, la situación en Buenos Aires, donde la proliferación de edificios construidos en décadas pasadas como formas de inversión ha dejado una significativa cantidad de habitaciones vacías, sin una demanda real que las respalde".
Mientras tanto, las verdaderas necesidades como viviendas sociales o para la clase media fueron relegadas: “Esta contradicción resulta absurda, especialmente al considerar que áreas como Puerto Madero se encuentran apenas al 30 por ciento de ocupación permanente. La falta de una planificación coherente y equitativa en el desarrollo urbano perpetúa la problemática del acceso a la vivienda, subrayando la necesidad de una intervención efectiva y sostenible para abordar esta cuestión fundamental”.
El arquitecto destacó que el problema central radica en la falta de acción cuando una ciudad experimenta un aumento en la población de asentamientos informales. Señaló que abordar este desafío no implica necesariamente la expropiación de edificios desocupados, sino que existe un espacio significativo para la implementación de políticas públicas eficaces. Puso como ejemplo la situación en Londres, una de las principales ciudades financieras a nivel internacional, donde se ha establecido una oficina dedicada a sancionar a las viviendas desocupadas que no se alquilan con la multiplicación de impuestos. “Este enfoque demuestra una forma de intervención en el mercado de viviendas y alquileres. Lamentablemente, en Argentina carecemos de herramientas similares que permitan abordar de manera efectiva esta problemática”, puntualizó.
Otro caso paradigmático es el de Barcelona, ciudad que sufre un problema similar, y que decidió regular los Airbnb para paliar la situación: “Al principio, la lógica era un acuerdo entre privados pero hoy es un negocio multimillonario donde grandes empresas internacionales compran miles de metros cuadrados en los centros urbanos turísticos y luego pueden hacer lo que quieren. En este sentido, se buscó que estas empresas no vacíen los centros de esas grandes ciudades, porque eso trae aparejado problemas como la inseguridad”.
Medellín ha sido ampliamente elogiada por su ejemplo de transformación urbana, demostrando que, a pesar de enfrentar niveles considerables de pobreza y marginalidad, una ciudad puede movilizar recursos significativos para promover la equidad. A principios de este siglo, implementó una política visionaria al destinar todos los recursos municipales al mejoramiento de los barrios periféricos. Esta iniciativa incluyó la incorporación de bibliotecas y escuelas, así como la creación de un sistema de transporte que conectaba directamente estos barrios con el centro. “En esencia, Medellín buscó romper con el paradigma existente, evidenciando claramente cuáles eran sus prioridades: forjar una ciudad única, habitable, donde el encuentro con el otro fuera posible y el espacio público funcione. Estas fueron señales poderosas de que era posible combatir la fragmentación. Es evidente que la ciudad abarca aspectos que van más allá de lo meramente habitacional, abarcando transporte, infraestructura sanitaria y dimensión cultural. La ciudad no solo debe facilitar la vida sino que estas complejas cuestiones pueden abordarse con una visión que conciba la ciudad como un espacio colectivo, un artefacto que construimos a lo largo de generaciones. Por consiguiente, cada acción que emprendemos en el presente trascenderá, dejando una huella que afectará a las generaciones venideras".
Este enfoque destaca la importancia de considerar la ciudad como un proyecto común, donde cada contribución actual influye en el futuro. “Hay un interés colectivo en que la planificación y construcción de la ciudad sean pensadas de manera inclusiva, involucrando a todos los sectores de la sociedad en la creación de un entorno urbano que beneficie a la comunidad en su conjunto”, concluyó el investigador.