Rolando Monticelli siente la angustia que provoca un espacio vacío. Lo dejó su hijo Juan Matías, uno de los bomberos que murió en el incendio de Iron Mountain (IM). Tenía 26 años cuando lo aplastó una pared junto a otros nueve servidores públicos. Hasta hoy ese hueco no pudo completarlo con justicia. Ni siquiera con la paz que todo padre anhela encontrar después de una tragedia que va camino al cuarto aniversario. La búsqueda de los responsables se transformó en amenazas recibidas. Su vida laboral, en una persecución constante que sigue vigente. Encuestador del Indec hace 16 años, no le asignan tareas desde el 17 de mayo pasado. Lo desplazaron, exigió respuestas y tuvieron que contestarle por escrito que no había sumarios en su contra. Este hombre de 54 años sospecha el origen de sus problemas. Se remonta a una intimidación que recibió el 10 octubre de 2015. La atribuye a Juan José Gómez Centurión, el funcionario que debía controlar a IM cuando estaba en la AGC porteña. Y aporta como prueba la captura de pantalla del Facebook que pertenece al ex militar, con un texto que le habría mandado, más la denuncia judicial que formuló en su contra.
–Vamos desde la actualidad al 4 de febrero de 2014, cuando usted perdió a su hijo en el depósito de Barracas. ¿Por qué vincula su situación laboral con la búsqueda de justicia que todavía no obtuvo?
–Cuando subió toda esta gestión empezó mi problema. Lo votaron a Macri y en febrero o marzo, por ahí, asumieron las autoridades nuevas en el Indec y entonces la Dirección Nacional del IPC, que es el Indice de Precios al Consumidor, presentó a la directora que tomó la decisión de desplazarme. Yo era encuestador raso, y no me mandan a ningún lado, ése es el punto. Esta persona que es magíster en Economía dice literalmente que no me quiere más en el piso.
–¿Bajo qué argumentos?
–Lo hizo de manera verbal bajo el pretexto de un episodio de violencia que involucraba a un arma de fuego. A partir de ahí no me dejaron entrar. Me sacaron con tres policías afuera como a un delincuente y me dijeron que me dirigiera al Ministerio de Economía para hacerme una evaluación psiquiátrica. Ahí empezaron con la historia de que era un tipo peligroso. Pero en el Ministerio de Economía habían dado la misma orden y me hicieron mover con escolta. Tenía que ir a hacer pis con un policía atrás. Nadie en 54 años me había degradado de esta manera.
–¿En qué consistió el episodio de violencia que le atribuyen?
–El 15 de mayo, que fue un lunes, yo había tenido el día libre porque había adelantado trabajo la semana anterior y pasé por un polígono que hay en Perú e Independencia. No es que me agarró un ataque después de que murió mi pibe y me piré. No. Tiro desde que tengo 23 años, desde la época de Puerto San Julián en que estuve bajo bandera durante la Guerra de Malvinas. Esa costumbre la había dejado después de lo que pasó con mi hijo, pero un terapeuta me dijo que retomara lo que a mí me gustaba. Llevé unas siluetas de tiro al Indec. El policía que estaba en mi piso, el sargento primero Guaymas, es instructor. Un día me dijo que le trajera las siluetas, que vería si el arma estaba bien calibrada, si tenía que mejorar. Era un cartel pintado con los agujeritos pinchados y nada más. No lo encontré y fui al piso donde hay tres mujeres que están en una oficina pegada a la dirección. Yo llevaba el rollo bajo el brazo y me preguntaron qué era. Les conté la verdad. Pero ellas pusieron por escrito que eso había sido una manera de amedrentar. Como si les hubiera dicho a ellas, las voy a dejar así. Me secuestraron ese cartón como prueba, ¡una cosa de locos! Pero tuvieron que retractarse por las cartas documento que mandé y cuando todo eso terminó, me desplazaron igual sin ninguna denuncia.
–¿Cómo sigue su situación?
–Igual, sin asignación de tareas. Me mandaron a capacitar. Los abogados que vi me dijeron: acá se equivocaron. En el momento que me evaluaron, la psiquiatra legista del servicio médico del Ministerio de Economía tuvo un diálogo con los jefes de servicio que afirmaron que no iban a avalar esa locura. Me citaron cuando estaba Alejandro Speroni, el mismo que echó a 84 personas y que fue despedido por eso como director de Recursos Humanos del Indec. Un día me hizo citar con un llamado a mi casa. Quería tener una entrevista conmigo. Yo fui y conversamos de bueyes perdidos, hasta que en un momento me preguntó: ¿usted es el que tuvo un problema con Gómez Centurión? Desde el 17 de mayo de 2017 estoy sin trabajo. Soy el único en esas condiciones en el Indec. Me hablaron de una reestructuración. Pero es por algo personal y arbitrario.
–¿Supone que influyó la relación que descubrió entre Speroni y Gómez Centurión?
–Le respondo con un hecho. Me metí en Facebook y los vi juntos en una foto comiendo un asado. Tienen una relación de amistad, creo que son compañeros de militancia. A Gómez Centurión lo tenía como el responsable de la Agencia Gubernamental de Control. Un tiempo antes de que me mandara su amenaza por Facebook, me invitaron a su interpelación en la Legislatura. Me cayó bastante mal por la actitud que mostró. Contestaba como un canchero. Incluso diciendo que la culpa no había sido ni del gobierno, ni de Iron Mountain y sí de la imprudencia de los bomberos. Tuvo esa osadía. En los bomberos hay líneas de fuego. En las primeras estaba mi pibe. También el comisario inspector Leonardo Day, que tenía todos los cursos de rescate hechos. Me indignó la bajeza de criticar a los muertos. Por eso empecé a publicar cosas y a meterme en grupos de veteranos de Malvinas que lo tenían endiosado. Preguntaba si Gómez Centurión estaba implicado en el incendio de Iron Mountain y decía que no era tan héroe. Por eso creo que debe haberse calentado.