A cuenta gotas comenzaron a aparecer las primeras medidas del gobierno de Javier Milei. La manera tan desorganizada con la que se actúa trasunta improvisación y falta de preparación para asumir la gestión pública. Por inoperancia o deliberado cinismo hay, además, pésima comunicación. Debería decirse que “nada nuevo bajo el sol”, salvo la brutalidad con la que se aplica el ajuste y cuáles son sus principales víctimas. Milei no mintió al adelantar lo que haría. Mintió cuando dijo que el ajuste lo pagaría “la casta”. El daño afectará a la mayoría de la población. Miente cuando, después de maldecir a la casta, incorpora a la gestión a la vieja casta macri-menemista que antes fracasó y ahora, con antiguas recetas ajustadoras apenas aggionardas, toma decisiones para auto beneficiarse, favorecer a los suyos, a los factores de poder a cuyo servicio está y a los que es funcional. El saqueo de los recursos naturales y del potencial de desarrollo económico del país que está basado en su infraestructura y capacidades, es absolutamente central y estratégico para ese fin. Como lo calificó con certeza el colega Alfredo Zaiat refiriéndose al ajuste: “es injusto e innecesario”.
El Gobierno sabe que tiene que avanzar ahora, aprovechando la “luna de miel” que sigue al triunfo electoral y que apacigua las reacciones a pesar del impacto efectivo y del dolor que causan las medidas. Todo lo que se haga quedará amparado bajo la excusa de que “este es el único camino” y por el intento autojustificativo de las víctimas votantes subrayando que “hay que darle tiempo” y que “hay que sufrir esto al principio para después estar mejor”.
Muchas fueron las voces que advirtieron que el ajuste –y con más razón la brutal escala de este ajuste- no se puede hacer sin represión. Quienes alertaron no hicieron otra cosa que recordar lo ya sucedido con recetas como las que se pretende aplicar. Así sucedió aquí y en otras partes del mundo.
Por eso Milei le dio vía libre a la conversa Patricia Bullrich para que avanzara con su presuntuoso “protocolo antipiquetes”. La ministra busca revancha del fracaso que tuvo en el mismo tema en 2016 cuando, durante el macrismo, ocupó idéntico cargo al que hoy ostenta. “Cárcel o bala” tradujo el diputado José Luis Espert, más brutal y torpemente directo. Como bien lo denuncia el CELS, estamos frente a “un protocolo que prohíbe y criminaliza severamente la protesta social y la libertad de expresión en la Argentina”. En otras palabras: es lisa y sencillamente anticonstitucional.
En tono de amenaza Milei lo había adelantado desde las escalinatas del Congreso: “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”. Bullrich lo repitió. Quizás no entendimos que para LLA y el actual gobierno... “la ley es mi-lei”. Lo que equivaldría a decir que todo lo que Milei quiera será admitido y legalizado y todo lo que se le oponga será castigado y reprimido. Es su forma de entender… ¡la libertad… carajo!
Para no ser menos el alcalde porteño Jorge Macri hizo su propia presentación ordenando el desalojo por la fuerza de las comunidades originarias del Malón del la Paz, que venían acampando en plaza Lavalle desde hace cuatro meses para denunciar la ilegalidad de la reforma constitucional en Jujuy. Lo hizo cuando la decisión de levantar el acampe ya estaba tomada por los participantes y antes de que los manifestantes pudieran retirarse por sus propios medios. Una bravuconada del primo para demostrar que él también es capaz de reprimir. ¡Que conste!
El Presidente vestido de fajina fue hasta Bahía Blanca, ciudad dramáticamente afectada por el desastre climático. Lo hizo solo para decirle los vecinos que actuaran con solidaridad y que se arreglen con los recursos que tienen. Llegó después de votar en Boca y muchas horas después que el Estado provincial estaba atendiendo a los damnificados.
Es evidente que frente a lo que está aconteciendo la actitud no puede ser quedarnos cruzados de brazos, aguardando sin más que los derechos conquistados sean avasallados. Es preciso seguir exigiendo que la dirigencia del campo popular revise sus prácticas y asuma sus responsabilidades.
Desde otro lugar, Román Riquelme dio una clase de política al colocarse del lado de la gente sencilla, con escucha y lenguaje popular y carismático. Se impuso de manera contundente en las elecciones de Boca y dio por tierra con todas las artimañas y maniobras de Macri y los suyos.
Hemos señalado antes que es imprescindible que desde las bases y mediante la renovación de lazos y redes, emerjan nuevos liderazgos. Para todo ello hay que trabajar intensamente. Cuando sea necesario y prudente, habrá que ganar también las calles para visibilizar la protesta. Pero habrá que hacerlo con inteligencia y sentido estratégico. Porque la brutalidad y el cinismo están en el poder y cada vida vale y es insustituible.
Macri lo adelantó cuando dijo que en pos del ajuste hay que bancarse todo y, si es necesario, también muertos por la represión. Están dispuestos a todo. Por eso, y mientras tanto, es preciso desarrollar acciones destinadas a reducir los daños, a mitigar el impacto del ajuste brutal e impiadoso. ¿Cómo? Denunciando y haciendo visibles los atropellos y la violación de derechos. Como cada una y cada uno pueda. Aunque parezca insignificante, todo lo que se haga tiene valor. Desarrollando redes de solidaridad para garantizar alimentos, para socializar búsquedas laborales, para acompañar de la manera que sea a los “descartados” por la libertad del mercado, para sostener los procesos educativos y auxiliar a quienes no podrán acceder a servicios de salud. También para generar espacios y ámbitos de contención emocional mediante el apoyo, el desarrollo de actividades lúdicas y culturales. Y tantas otras acciones que surgen y se multiplican cuando la solidaridad existe y se promueve.
No es beneficencia, es solidaridad lo que se necesita en este momento. Porque, como bien lo decía el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, “la solidaridad es la ternura de los pueblos”. No dejemos de luchar por los derechos, pero seamos tan audaces y sagaces como inteligentes. Y hagamos todo con ternura social.