El esposo de Milagro Sala, Raúl Noro, aseguró que la dirigente social espera “volver cuanto antes” a El Carmen, la vivienda en el barrio de La Ciénaga donde cumplía con su arresto domiciliario ad hoc desde fines de agosto y de donde “se la llevaron en patas, en pijama, a los gritos, a la fuerza” el sábado pasado. Tras visitarla en el penal de Alto Comedero, Noro advirtió que Sala “tiene un espíritu fuerte, pero no comprende la injusticia de la que es víctima, algo que le ha provocado un deterioro preocupante”. “Creemos en que surja del juez (Guillermo) Pullén Llermanos y de este gobierno (a cargo de Gerardo Morales) un mínimo de humanidad, que dejen de actuar con odio, revanchismo y crueldad y garanticen el derecho a la defensa y a la vida de Milagro. Porque de otro modo esto va a hacerle mucho daño”, concluyó.
–¿Cuánto la afectó a Sala el regreso a Alto Comedero?
–Muchísimo, porque no entiende lo que pasó. Si ha estado siempre a derecho y se había pactado con el propio departamento médico del Poder Judicial una internación en una clínica para realizarle estudios y análisis, cómo es que terminó de nuevo en el penal. No puede entender que se esté violando una medida cautelar de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que es de cumplimiento obligatorio. Piensa que es una medida electoral, que no quieren que se haga los exámenes médicos, en realidad.
–¿Qué pasó el sábado?
–Para entender lo del sábado hay que explicar la visita policial del viernes a El Carmen. Ese día Milagro se niega a que la lleven al hospital porque esperaba a un psicólogo del departamento médico del Poder Judicial que el lunes o martes anterior había habilitado a que la Flaca se internara la semana siguiente para hacerse estudios. En lugar de psicólogo, apareció ese operativo monstruoso, montones de policías con cascos, con escudos, con armas, a llevarla compulsivamente para sacarse sangre en el Hospital Pablo Soria. La Flaca se negó. No le habían avisado a sus abogados. Se asomó a al balcón, gritó que era una presa política. Milagro quería un examen completo, no uno de sangre nomás. Además, se la querían llevar a sacarle sangre sin esperar al ayuno correspondiente. No vinieron para eso sino para justificar el operativo del sábado.
–¿Por qué sospecha eso?
–Por que con esa excusa se la llevaron de El Carmen en patas, en pijama, a los gritos, a la fuerza. Me empujaron a mí, la arrastraron de los brazos a ella. Era temprano, Milagro ya se había despertado porque era hora de asomarse al balcón a mostrarse a Gendarmería, porque no les alcanzan todas las cámaras, el alambre de púa, la pulsera, ellos la quieren ver encerrada. Se había despertado para salir al balcón cuando tocan timbre. Esta vez, toda esa corte de efectivos que había venido el día anterior ahora decían que se tenían que llevar a Milagro al penal. La Flaca me escuchó gritar y salió al patio, entonces los efectivos empujaron la puerta, que solía estar cerrada con un candado que fue cortado por Gendarmería. Me empujaron a mí y avanzaron hacia Milagro. La agarraron en patas y pijama.
–¿Qué pudo hacer usted?
–No mucho más que gritarles que no podían hacer eso. Que no estaban los abogados, que tenía entrevista en una clínica la semana que viene. Pero la cargaron y se la llevaron igual. Me tiraron la resolución de traslado en el piso del patio. Me sentía muy mal, entre sorprendido, indignado, ofuscado. Llamé a los abogados y mientras los esperaba leí en la resolución que el juez se había negado a avisarles para evitar que se obstaculizara la vuelta de Milagro a la cárcel. Es absurdo.
–¿Pudo verla ese día en el penal?
–Sí, a la tarde. Le llevamos un bolso de ropa porque no tenía nada. Tenía todos los brazos amoratados de los empellones y empujones que le dieron. Se pudo encontrar con las otras presas políticas, pero se encontró con que en el penal, ahora, ella y las otras presas políticas no pueden tener contacto con las presas comunes. Están aisladas.
–¿Qué cree que sucederá a partir de mañana (por hoy)?
–Tenemos la esperanza de que va a volver a El Carmen cuanto antes, esperamos que surja del juez Pullén Llermanos y de este gobierno (a cargo de Gerardo Morales) un mínimo de humanidad, que dejen de actuar con odio, revanchismo y crueldad y garanticen el derecho a la defensa y a la vida de Milagro. Por que de otro modo esto va a hacerle mucho daño. A pesar de que era una cárcel encubierta, El Carmen fue un paso hacia adelante, de gradual mejora. Al menos podíamos convivir, podía recibir a sus hijos y a sus nietos con relativa regularidad. Ahora ese paso se deshizo y estamos muy preocupados.