Rodrigo Garro nació el 4 de enero de 1998, en General Pico, La Pampa. A los 12 años inició su sueño de ser futbolista profesional, cuando arribó a Atlético Rafaela. Allí jugó hasta los 18 y quedó libre. Por lo cual, tomó otro camino y realizó una prueba en Talleres de Córdoba. Sin embargo, no logró superarla. Estos traspiés hicieron que su anhelo por llegar a Primera se alejara, hasta que apareció Instituto al final del túnel. Su buen rendimiento con la Gloria en el ascenso, le facilitó tener una segunda oportunidad con la T, que lo fichó a préstamo en 2022 y luego compró el 60% del pase en 400 mil dólares. Actualmente, renovó contrato hasta 2026 con el club cordobés. Lleva en la espalda la número 16, pero juega con la estirpe de un 10: visión de juego, técnica y remate como cualidades, que le permitieron al zurdo mediocampista de 25 años, ser nombrado por la Liga Profesional de Fútbol, como el mejor jugador del torneo argentino en 2023.
-¿Qué recuerdos guardás de tu infancia en relación al fútbol?
-El recuerdo de mi abuela, que lamentablemente ya no está conmigo. De llevarme a la plaza a jugar a la pelota con mi hermano y divertirme. Siempre tengo presente esos momentos, porque son de felicidad. Pasó hace mucho tiempo, pero siguen estando. El otro día cuando fui a La Pampa, fui con mi hermano a retirar a mi sobrino a la escuela, y es justamente en ese patio de la escuela, donde nosotros nos íbamos de la casa de mi abuela a jugar al fútbol, para pasarla bien.
-De chiquito pudiste experimentar el vivir dentro de una pensión. ¿Cómo fue transitar esa experiencia?
-Para mí, la familia es el puntapié inicial para que un futbolista pueda cumplir sus sueños. Ya sea para el fútbol u otro tipo de sueño que se proponga. Yo me fui a la pensión a los 12 años y creo que, sin el apoyo de mi familia, hubiera sido difícil mantenerme lejos de casa, estando alguna que otra noche solo. Además, me ayudó mucho el compartir el mismo camino con chicos que tenían el mismo sueño de ser futbolista. Aprendí mucho a pensar en el otro en la pensión.
-Después pasaste a Atlético Rafaela, a los 18 años quedaste libre, y después hiciste una prueba en Talleres y no pudiste pasarla. ¿Cómo fue lidiar con esas adversidades con respecto a los sueños que tenías?
-En el momento en el que estoy ahora, donde veo que esos sueños comenzaron a cumplirse, y que antes lo miraba como algo lejano, entiendo que al final todo ese esfuerzo y ese compromiso valió la pena. Pero no deja de ser difícil. Cuando yo quedé libre de Rafaela, se veía todo muy lejos. Por eso siempre rescato la importancia de la familia, especialmente la de mi viejo y mi hermano, que fueron los que más compartieron ese sueño conmigo.
-¿Eso te ayudó a tener un mayor umbral para sobrellevar la adversidad?
-Me ayudó para prepararme mentalmente para lo que es este deporte y este ambiente en donde se piensa mucho que el futbolista es lo que se ve dentro de la cancha. El jugador debe convivir con la maduración rápida. El hacerse de golpe. Lo que algunos hacen a los 15 o 17 años, yo lo hacía a los 12 en la pensión. El limpiar una pieza o el baño, el ordenar un placard, el ducharme en un tiempo corto porque mi compañero se podía quedar sin agua o sin agua caliente. Muchas cosas que son difíciles de contar si no se han vivido.
-Gran parte de tu carrera futbolística la transcurriste en Córdoba. Jugaste en Instituto y ahora lo estás haciendo en Talleres. ¿Cómo se respira el fútbol allí?
-En Córdoba, se espera mucho de la posición del 10. Particularmente me dolía y me duele cuando se dice que el equipo juega mal porque Garro jugó mal. Y también es lindo cuando se dice que el equipo juega bien porque Garro jugó bien. Hoy en Talleres estoy viviendo un momento donde la gente me devuelve su cariño, y no hay nada más lindo para un futbolista que ser querido.
-¿Como te llevás con tu posición dentro de la cancha?
-Yo en Talleres he llegado a jugar de doble 5. Pero a mí me gusta estar cerca del área rival.
-¿Y de qué manera se relaciona el número 10 con la libertad de juego?
-Si el equipo y el técnico te dan la libertad de moverte y de buscar el espacio libre, entonces vos vas a jugar con libertad. Yo sé que tengo que tratar de moverme bien. Puede suceder que no esté pasando por un buen momento en el partido, pero sé que cuando me toque intervenir, tengo que hacerlo de forma eficaz y siendo protagonista. Me ha pasado en partidos donde no tocaba mucho la pelota, de decirme: “che, no la estoy tocando en 20 o 30 minutos”, pero a los 35, dar una asistencia en esa primera pelota que tenía frontal a la jugada.
-¿Considerás que el fútbol es cada vez más intenso?
-Creo que el fútbol es cada vez más corredor y que se termina equiparando desde lo físico. Por eso le doy mucha importancia a ser inteligente y a tener lectura de situaciones que personalmente miro en la cancha, cuando no tengo la pelota. Ahora, cuando tengo la pelota, busco hacer algo distinto. A veces sale, a veces no sale. Pero cuando no sale, hay que mantener la cabeza fría, para que la próxima vez que agarres la pelota, busques resolver mejor, y tal vez, cambiar el partido.
-¿Le das mucha importancia a la velocidad mental y técnica?
-Acá en Talleres, los chicos me cargan porque me dicen que no soy el más rápido a la larga. Yo siempre trato de recibir perfilado y de tener un pase en mente cuando me llega la pelota. Sé que no soy el más rápido, ni tengo la mejor gambeta, entonces intento tomar la decisión unos segundos antes, para no tener que recurrir a la gambeta, que considero que no es mi fuerte.
-¿Te complementás bien con esos jugadores rápidos y gambeteadores?
-Me gustan mucho los jugadores con gambeta. Obviamente tener futbolistas como Ramón Sosa (actual extremo izquierdo de Talleres) y en su momento a Diego Valoyes (ex extremo derecho del club cordobés), es saber que, con una mirada, un control o si me saco un hombre de encima, todo es más fácil para ponerlos a correr. Por eso es fundamental el equipo y entender el rol que tiene cada uno.
-¿Y cómo cumplís tu rol dentro de la cancha?
-Intentando jugar para adelante. De hecho, a veces peco por eso o en el afán de tratar de filtrar un pase, mi compañero en realidad no tiene buenas opciones. Pero me gusta arriesgar. Priorizo mucho eso, porque es lo que me hace sentir cómodo al jugar: romper líneas con un pase, hacer buenos controles para ganar un tiempo, pisar el área y llegar al gol, quedarme entrenando para perfeccionar los tiros libres. Siempre busco las mayores variantes posibles.
-¿Qué filosofía tiene Talleres como institución a la hora de conformar un equipo?
-Talleres piensa en grande. Una de sus virtudes es que busca jugadores que por ahí no son de renombre, y después terminan ganando jerarquía. La idea desde el juego es mirar el arco de enfrente y no esperar. Buscamos cómo atacar y lastimar al rival. Y esa manera de afrontar los partidos, me hacen sentir muy contento, porque es una manera de jugar, donde tengo socios para el pase.
-Renovaste contrato hasta 2026. ¿Qué aspiraciones tenés?
-Hoy mi cabeza está en Talleres, que tiene grandes objetivos. Queremos superar esos cuartos de final que logramos en la Copa Libertadores de 2022 (eliminado por Vélez). Sé que hay propuestas, pero no estoy al tanto de cómo se va a manejar y lo que pase con mi futuro es difícil de predecir. Además, hoy estoy esperando a un hijo y estoy tratando de disfrutar esta nueva etapa de mi vida.