La vieja revista Fierro, publicada por Ediciones de la Urraca, se definía a sí misma como “historieta para sobrevivientes”. La emblemática publicación llevó ese subtítulo entre 1984 y 1992 y, más de treinta años después del cierre de aquella etapa, el eslogan recupera actualidad. Es que si algo puede decir la historieta argentina a finales de 2023 es que sobrevivió a un año particularmente difícil.

Los problemas de 2022 –la falta de papel, el progresivo deterioro del poder adquisitivo de sus lectores- se profundizaron. No hay en esto mayores diferencias con otros sectores de la cultura, aunque acaso haya una sutil diferencia. A falta de números oficiales u otros construidos por el propio sector, una mirada panorámica permite intuir que en 2023 la proporción entre historieta de autores argentinos y la de autores extranjeros vio mejorías sólo para estos últimos.

Este fenómeno se percibe a partir de dos movimientos paralelos dentro del campo. Por un lado, los grandes grupos editoriales –Penguin House Mondadori, Grupo Planeta- empezaron a apostar más fuerte por las viñetas, pero muy especialmente por el manga. Como se señaló en un informe de Página/12 el 1° de agosto, ambos conglomerados trajeron una buena cantidad de títulos (que oscilaron entre clásicos de la historieta japonesa y novedades) al país y se apoyaron sobre el trabajo ya realizado por sellos especializados, como Ivrea. Por otro lado, algunas de las pequeñas editoriales más consolidadas del circuito especializado (como LocoRabia u Hotel de las Ideas) reforzaron la publicación de historieta extranjera principalmente gracias a acuerdos de publicación que cerraron en ferias internacionales.

El año que termina, en ese sentido, incluyó un hito relativamente importante para el medio, que fue el 15° aniversario de LocoRabia. El sello nicoleño-porteño apareció en 2008 y fue uno de los que sirvieron de punta de lanza para el actual modelo editorial que predomina en el mundillo de la historieta. Si un repaso a la historieta argentina del último siglo puede establecer el comienzo de esta generación autoral en 1997, con la tantas veces mentada “primavera fanzinera”, no fue sino hasta 2008 que el modelo de editoriales comandadas por historietistas encontró su cauce. Los intentos previos –salvo contadas excepciones- fallaron por errores de cálculo financieros, inexperiencia o por un combo de desastres y figuras impresentables. El resultado, 15 años después, es que hay un grupo bastante nutrido de sellos guiados por autores que saben llevar los libros desde su germen inicial hasta su público y pueden manejarse en toda la cadena de producción y distribución.

En ese sentido, es meritorio que estas editoriales, con sus más y sus menos, hayan conseguido seguir publicando aún con las dificultades del caso, y sin mayor sostén detrás que la fidelidad de sus lectores y un circuito de ferias y festivales que mejoran la recuperación del dinero invertido en imprenta gracias a la venta directa.


En el rubro “eventos” brilla, desde luego, la convención internación Crack Bang Boom, que se realizó nuevamente en Rosario y que alcanzó su decimosegunda edición, lo que la convirtió indiscutiblemente en la más longeva de la ciudad. Si algo le falta al circuito, por el momento, es la aparición de un reemplazo vigoroso para la extinta Dibujadxs. El encuentro ultraindependiente de historietas no solo servía para los sellos de cierta trayectoria, sino que además agitaba el semillero de autores y de emprendimientos, que ahora se reparten en un puñado de otros eventos más pequeños que con buena voluntad luchan por encontrar su identidad, su público y convocatoria. Entretanto, nuevamente hay que lamentar la falta de iniciativas oficiales para el medio: más allá del trabajo del Centro de Historieta y Humor Gráfico que depende de la Biblioteca Nacional, hubo pocos apoyos al circuito por parte de organismos oficiales (algunos videos-cursos de Formar Cultura dependiente de Nación) y cuesta imaginar que vaya a haber otros pronto.

Ese es otro punto que genera dudas de cara a 2024. Aunque en un podcast un editor confiaba en que la historieta actual ya estaba consolidada y tenía más experiencia como para capear el tornado libertario, la inquietud persiste: los costos de producción irán inevitablemente en ascenso –toda vez que ya cotizaban al precio del dólar blue- y el poder adquisitivo de sus lectores estará más y más apretado conforme avance el ajuste que prometió Javier Milei en la campaña que lo llevó a la presidencia. Las primeras medidas anunciadas por el ministro de Economía Luis Caputo, lejos de eliminar impuestos, los mantuvieron, y lejos de bajar el dólar y otros engranajes económicos que se reflejan en el precio de tapa de los cómics, los hizo subir.

Los primeros meses del año –hasta mediados de marzo- suelen ser tranquilos para la edición nacional, pues sólo un puñado de editoriales lanza novedades para esas fechas y no todas apuntan a la Feria del Libro de Buenos Aires para presentar nuevos títulos. Es de prever que la mayoría de los sellos ponga las barbas en remojo un tiempo, hasta que la situación económica se estabilice mínimamente (si eso es posible en un país de cambios constantes como es la Argentina) y puedan lanzar libros con un mínimo de previsibilidad.

Más allá de lo complejo del año en materia económica, en 2023 el mundo de las viñetas despidió a varias figuras. En el plano internacional a Romita Jr. y Keith Giffen, y en el plano nacional al humorista gráfico Tabaré, a los dibujantes Ernesto García Seijas y Carlos Pedrazzini.