El registro de la propia vida de manera inmediata se convierte en un género literario. Los títulos son una excusa. Lo que revelan es que siempre se escribe sobre otra cosa, que la ficción es un recurso para darle un encuadre a ese pasaje inesperado de los días.

Diario de aterrizaje es, en realidad, el diario de una llegada o de una huida. Su protagonista Laura Ortiz Gómez que es también la autora (en los diarios íntimos no hay diferencia entre el personaje y la entidad de escritora que comenta los hechos, consciente que no responden a su invención), hace de los aviones un tiempo propicio para las fantasías. El Diario de una guardavidas es el registro de la soledad disimulada en el desasosiego de las playas donde Natalia Figueroa Gallardo ejerce una rara custodia sobre lxs bañistas y Diario de limpieza es una forma de leer la vida desde esas acciones que quedarían fuera de toda ficción o que serían relatadas como elementos de contexto. Matías Moscardi hace de la casa y sus quehaceres, de la invasión de ratones, del orden y también de lo incontrolable de la vida doméstica un dato estructurante desde el cual poder abordar todo aquello que siempre parece más importante.

Los libros de la editorial Bosque energético pueden leerse como esas historias por entregas de los folletines porque, más allá de sus variantes, de los descubrimientos que cada autor y autora ensayan, el tema siempre es el mismo: hacer del diario íntimo una matriz literaria, encontrar en la sucesión de los días destellos de originalidad narrativa que les permitan a los autores y autoras, y también a lxs lectorxs, analizar la propia vida como si se trata de una novela donde quien narra debe poner el foco en un elemento para, desde allí, dar cuenta de la totalidad.

Natalia Figueroa Gallardo

Natalia Figueroa Gallardo es una extraña en ese mundo de los guardavidas. El diario comienza cuando está a punto de rendir el examen que le permite dedicarse a ese oficio en la playa La Serena como un tiempo de distancia de su trabajo como escritora y sus clases en la universidad. La autora chilena no puede casi entablar conversaciones con sus colegas, muchos de ellos homofóbicos, veinteañeros que la tratan de usted. El diario es el género propicio para esa introspección frente a un mar que genera en ella imágenes, atracción y todos los desafíos ante lo indomable de la naturaleza. El cuerpo que se exige y su pensamiento que está en otra parte hace de este diario un ejercicio de disociación. Suponemos que lo que los demás pueden ver en ella, que la concreción de sus acciones como guardavidas están alejadas del registro de esta escritura donde el amor, el recuerdo de una pareja que no puede recuperarse y las ganas de aventurarse hacia otra relación suceden como si Natalia creara una nueva versión de Muerte en Venecia, menos dramática pero igual de contemplativa.

El texto de Laura Ortiz Gómez funciona como un inteligente contraste en el armado editorial que realizan Eugenia Pérez Tomas y Andrés Gallina. La autora colombiana es frenética, la vida sucede veloz y ella acepta el reto. Los días en Buenos Aires se cuentan desde su regreso a Colombia. Los párrafos son breves. Si Natalia construye su vínculo con el mar, Laura lo hace con su país. En los dos casos experimentamos distintas versiones de la soledad. Los diarios íntimos son la prueba de que siempre estamos solas aunque dejemos a un hombre para huir con otro, aunque pasemos de la felicidad de una casa derruida en San Telmo a la locura de recuperar la ciudad de la infancia con un amor nuevo. Lo único que permanece es la posibilidad de escribir. Nadie sabe realmente lo que sienten estas dos mujeres, su diálogo es con esas palabras que se suceden en un monólogo interior, en un fluir de la conciencia.

En el caso de Matías Moscardi su tarea se asemeja a un ensayo. El autor marplatense hace de la limpieza una filosofía y un material de estudio. Más allá de la crónica de su empeño por mantener el orden y por defenderse de una posible ofensiva de algún ratón intruso, Matías va hacia la limpieza como un desafío de composición. Ubica los quehaceres en un lugar central y nos permite ver que allí, en esos cuidados, en la disposición higiénica y meticulosa de los objetos que conforman nuestro hogar ( o por el contrario en el descuido y el desorden) estamos estableciendo un modo de vivir, de resguardarnos y también de disfrutar. Ese amor a lo doméstico entendido como una tarea necesaria, es aquí la posibilidad de una armonía, una manera de leer que se decodifica en las referencias que algunos autores y autoras hacen en sus diarios y también en sus ficciones de esas ocupaciones que a veces preferimos pasar por alto como si nunca merecieran ser comentadas pero que son tremendamente imprescindibles.


Cuerpo y escritura

Hay una relación en los tres textos entre el cuerpo y la escritura. En Figueroa Gallardo nadar y estar dispuesta a salir al rescate de lxs otrxs es un tiempo reflexivo que tiene lugar en ese sentimiento de inhospitalidad heideggeriano que la autora chilena menciona como un consuelo. La limpieza es otra forma de trabajo manual a la que Moscardi quiere darle una entidad teórica. Sus recorridos por los textos históricos buscan hacer de esas ocupaciones domésticas un territorio intelectual. Para Ortiz Gómez la vida misma, el andar por Colombia, Buenos Aires o España es un modo de escaparse de la escritura para volver a ella. Una autora andariega que escribe caminando, que aterriza para saber que tendrá que partir.

Leer esta sucesión de diarios permite analizar la noción de biografía en un contexto donde abundan los textos enmarcados dentro de la autoficción. Aquí la apuesta es partir de la elección de un tema. En esa centralidad, más que la posibilidad de la ficción se estipula una categorización que genera en las autoras y el autor cierto desconcierto, un asombro frente a la propia vida. como si se obligaran a mirar desde un eje inesperado y pudieran sellar la diferencia entre lo que les pasa y aquello que piensan. La narración ( porque aquí la figura del narrador o narradora se mantiene y es el único elemento que no se mide en los términos de la realidad) debe enfrentarse al modo en que los hechos se dan en la vida. Un poco como la respuesta a nuestras decisiones, como algo que buscamos irrefrenablemente pero también como una manera irremediable de asumir y de desafiar a todo aquello que jamás podríamos inventar. 

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