La burbuja 6 puntos
Argentina, 2023
Dirección: Miguel Ángel Rocca
Guion: Santiago Ambao
Duración: 88 minutos
Intérpretes: Victoria Almeida, Alfonso Tort, Jorge Marrale, Carlos Kaspar, Ezequiel Rodríguez.
Estreno: Disponible en salas.
La llegada a las salas de La burbuja, cuarto largometraje de Miguel Ángel Rocca, representa una rareza dentro del cine argentino. No porque su propuesta resulte rupturista respecto de la producción nacional, pero si infrecuente dentro de la tradición cinematográfica local. Se trata de un relato distópico de espíritu apocalíptico, que hasta hace muy poco podría haber sido calificado como de ciencia ficción, si no fuera porque se parece demasiado al escenario de pandemia que el mundo atravesó hace apenas tres años. En ese sentido, La burbuja podría ser definida como un thriller pandémico cocido a fuego lento.
Las primeras escenas plantean de manera vívida la dinámica del mundo en pleno brote de Covid-19 (aunque la película nunca menciona si se trata de ese momento histórico específico, o de otro ficticio pero de similares características). Una pareja con dos hijos llega hasta un pueblo en La Pampa para cuidar al padre de ella, que vive solo en una casona de campo. Los caminos están cerrados, todos usan barbijos y solo es posible transitar con permiso de la autoridad sanitaria. Rocca retrata bien la tensión entre quienes se manejan dentro de los protocolos de cuidado de forma rigurosa y quienes lo hacen de forma laxa, poniendo en riesgo a otros y generando situaciones incómodas.
La primera mitad del relato está construida como un drama familiar, en el que el núcleo se ve en la obligación de cuidar de su integrante más débil. A pesar de los roces, la pareja se apoya en las decisiones y deciden quedarse a cuidar al abuelo. La burbuja asume el punto de vista de ella, interpretada con la eficacia habitual por Victoria Almeida. Jugando con un estereotipo materno clásico, ella es la más preocupada, la que busca tener todo bajo control y parece llevar la voz de mando interna. Pero lo irregular de las circunstancias debilitan su rol, que además se ve muy afectado por el regreso a la casa paterna. En la misma línea, él (Alfonso Tort) ocupa el lugar de varón proveedor.
La segunda mitad propone un giro que se desvía del retrato real de la pandemia, para avanzar sobre el terreno de lo distópico. La electricidad se corta, la nafta y la comida escasean, sobrevienen saqueos y enfrentamientos, la policía se acuartela y estalla el caos. Con habilidad, la película juega con una doble idea de aislamiento a partir de la imagen de burbuja. Una vinculada al concepto sanitario; la otra a la progresiva perdida de contacto con la realidad que nace del encierro. Así, una segunda línea narrativa se va gestando sin que la protagonista, y con ella el espectador, la perciban hasta que ya es tarde. A pesar de algún punto flojo que no llega a afectar el desarrollo dramático, es la efectividad de ese giro la que convierte a La burbuja en una sorpresa inesperada.