Javier Milei es presidente y tiene muchas preocupaciones. Una de ellas tiene que ver con erradicar las protestas, los reclamos y las movilizaciones. Tal es su preocupación que, mediante su ministra de Seguridad Patricia Bullrich, ideó un protocolo anti piquetes donde dispuso que las cuatro fuerzas federales pueden intervenir frente a cortes parciales o totales, y que lo puedan hacer sin orden judicial. También remarcaron que identificarán a los que se quejen, uno por uno. Y la ministra de Capital Humano Sandra Pettovello sintetizó que "el que corte perderá todo tipo de diálogo" con su cartera, y "no cobrará más los planes".

Axel Kicillof es gobernador de Buenos Aires, la provincia más grande del país. Una de sus principales preocupaciones es cómo se reparten fondos de coparticipación, un mandato de la Constitución Nacional que señala que los recursos deben distribuirse de manera equitativa y que todos los argentinos, sin importar donde nazcan, tengan igualdad de oportunidades. Pese a ello, Buenos Aires recibe apenas el 21 por ciento de los recursos del Estado Nacional, lo que la posiciona como la provincia con la inversión per cápita más baja de todo el país.

Kicillof se preocupa porque Buenos Aires representa el 38 por ciento de la población argentina, y allí se genera el 50 por ciento del valor de la industria, el 37 por ciento de la producción agraria y el 35 por ciento de las exportaciones. En la provincia, además, vive el 39 por ciento de los niños y niñas de la Argentina, pero los indicadores demuestran que el territorio es de los más vulnerables del país, ya que allí se encuentra el 44 por ciento de la pobreza nacional. 

De los impuestos con los que el Estado Nacional recauda el fondo de coparticipación, el 37 por ciento se recauda en Buenos Aires, pero sólo regresa el 21 por ciento. Hasta el momento, la actitud del gobierno nacional, con frases como "no hay plata", parecen oponerse a la búsqueda del Estado bonaerense. Y eso, para todo el gabinete que lo compone, es preocupante.

Federico Susbielles es intendente de Bahía Blanca. A una semana de haber asumido como nuevo alcalde, uno de los temporales más grandes de la historia azotó su ciudad. Murieron trece personas, se destruyeron cientos de hogares, volaron techos, cayeron seis mil árboles, se rompieron baldosas y veredas, y se tumbaron un sinfín de postes de luz, que ocasionaron que miles de bahienses se queden sin suministro eléctrico.

Además del dolor que siente por la muerte de sus vecinos, a Susbielles lo preocupa cómo resolver tamaño desastre. Si bien el gobierno provincial aportó más de 300 efectivos de las áreas de Seguridad Siniestral, Emergencias, Seguridad y Logística, 35 camionetas, seis móviles logísticos, tres autobombas, dos minibuses, dos camiones de talleres, una grúa palanca y un hidroelevador, carpas, catres, motosierras, generadores eléctricos y torres de iluminación, nueve camiones volcadores, tres palas cargadoras y minicargadoras, un generador y personal de apoyo, a Bahía Blanca no le alcanza.

A pesar de que el Ministerio de Salud provincial reforzó el sistema sanitario con cinco ambulancias de alta y media complejidad, un vehículo 4x4, una unidad de logística y desastre, y cinco psicólogos, y que el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad bonaerense acercó alimentos, bidones de agua, 2000 chapas tirantes y clavaderas, 1500 kits de limpieza, 500 de indumentaria y calzado, 1400 frazadas y 450 colchones, Susbielles se preocupa porque camina las calles y ve que aún así quedan cosas para resolver.

En busca de encontrar respuestas al desastre climatológico, la Provincia se preocupa porque dijo que necesita 10 mil millones de pesos, y se los pidió al gobierno de Nación, pero Nación no contesta. Si bien el Estado Nacional envió 185 mil litros de combustible mediante YPF, para alimentar generadores en la ciudad hasta tanto se normalice el suministro eléctrico, el gobierno de Bahía Blanca sabe que necesita dinero para abarcar la totalidad de las soluciones.

Germán es joven, ronda los 24 años. Después de estar seis años intercambiando entre repositor de supermercado, chófer de uber y delivery, encontró trabajo en una empresa, en blanco. No cobra una fortuna, ni por asomo, de hecho no se puede pagar un alquiler solo, pero hambre no pasa y cada tanto se puede dar el lujo de salir a bailar. Una de sus preocupaciones es que su trabajo, por más estable que sea, no le llena el alma. Le gustaría dedicarse al teatro, que es lo que ama, pero no lo hace porque también lo preocupa el futuro. No le gusta pensarse a sí mismo en el mediano-largo plazo, ya que es ahí cuando siente que si se tira a hacer lo que ama, no va a poder alcanzar sus metas, o que va a tardar mucho. Piensa que no podrá comprar su primer auto, o su casa.

Germán está sentado en el tren que salió de Plaza Constitución y va camino a Quilmes, su barrio. Mientras navega en su cabeza buscando soluciones, en la estación de Sarandí sube un chico de su edad, que está sucio y con una bebé de dos años a upa. Está tan preocupado por comprarle leche y pañales a su hija que grita desesperado "¿alguien me ayuda? por favor, no se me queden mirando, por favor ¿alguien me ayuda?".

A un metro de la escena, Germán respira profundo y piensa que sus preocupaciones, por lo menos, no son tan terribles como la del que pide plata para un cartón de leche y un paquete de pañales. Mientras mira la escena se pregunta: "¿A quién se le habrá ocurrido un sistema donde todos los caminos conduzcan a la preocupación?".

El joven, de fondo de pantalla, tiene una foto que dice que "vive aquí y ahora". Siente que la preocupación no lo deja.