Una de esas joyas en la vasta producción de Bob Dylan se llama “To Ramona”. Es una canción de Another Side of Bob Dylan, el disco de 1964 que trata de acompañar el éxito de la placa anterior, pegadita en el tiempo, The Times They Are a-Changin’, también de 1964: Antoher Side es más juguetón, menos solemne que el disco dueño del himno de las luchas sociales de la primera mitad de los 60 en Estados Unidos. En “To Ramona”, tenemos una de esas baladas melancólicas en donde el músico marca distancia con un amor de esos absorbentes, que se llevan todo por delante, pero que también parecen funcionar como una droga peligrosa, rica y destructora en proporciones iguales. Algo de eso hay en Ramona Flowers, el personaje del “amerimanga” (aunque es canadiense) Scott Pilgrim de Bryan Lee O’Malley, el objeto de un amor irrefrenable por parte del protagonista, el propio Pilgrim, quien debe enfrentarse a los siete ex novios para poder armar algo con la chica de sus sueños. El éxito del cómic derivó en la taquillera peli indie-gamer Scott Pilgrim vs. The World (2010), con Michael Cera haciendo del bajista desempleado enamorado de una Ramona personificada por Mary Elizabeth Winstead. Más de una década después, la historia vuelve a tener un regreso no sólo con gloria, sino con muchos cambios en la serie de Netflix de ocho capítulos con el nombre Scott Pilgrim Takes Off. Más acción, más desarrollo de personajes, pero también el planteo de una perspectiva diferente frente a una idea del amor que una década atrás ya estaba buscando ser reformulada.
En la serie, el primer capítulo pasa a ser el único que funciona como una suerte de adaptación de lo que vimos en la película: inclusive, escenas como la espera del DVD que Pilgrim encarga para que Ramona sea quien se lo traiga (luego de descubrir que trabaja como repartidora de productos comprados online), una tímida excusa para poder invitarla a salir, cosa que consigue, está casi traducida de la película de Edgar Wright, la cual, en su momento, pareció expandir los límites de lo que el director de la Trilogía Cornetto (sí, las películas cómicas y también de terror o policial, con gore y risas en partes iguales, protagonizadas por Simon Pegg y Nick Frost) podía llegar a ser. En algún punto, fue Scott Pilgrim vs. The World lo que le abrió las puertas de Marvel a Wright, quien luego tomaría las riendas de Ant-Man por un corto tiempo sin poder terminar la cinta, imprimiendo allí algo de esa lógica de sus películas, con movimientos rápidos de cámara, cortes abruptos y chistes que le dan tres o cuatro vueltas a las referencias obligadas de la cultura pop, mezcladas ahora con el gesto autoconsciente de quien se sabe comprendido y quiere ir más allá de la mera referencia. Hay que decirlo: los nerds y freakys no son lo que eran antes, muy por el contrario, han pasado a convertirse no sólo en protagonistas de las historias, como Scott Pilgrim, sino también en figuras que sintetizan los modos de los así llamados “consumos culturales” de la época. Ahora bien, cualquier espectador metido en este primer capítulo sospecha que lo único que tiene por delante es una versión de la película de Wright, pero con los dibujos del cómic de O’Malley, cuando el primer enfrentamiento con uno de los ex de Ramona, bueno… abre un mundo de posibilidades que hace que Scott Pilgrim Take Off sea precisamente eso, un despegue de la plataforma que todos conocíamos hacia uno vaya a saber dónde.
Hay algo que todavía puede decirse desde el mundo de Scott Pilgrim, sobre todo, de sus personajes, y la serie, con producción del estudio de anime Science Saru, colaboración en la producción de Edgar Wright y la supervisión de O’Malley. Es que ella parece hacerse cargo de esa multitud de historias que estaban dando vueltas y que los seis tomos originales o la película de 2010 no pudieron abordar del todo. En principio, el personaje de Ramona deja de ser esa especie de femme fatale de principios del siglo XXI para convertirse en una figura activa que se irá llevando parte del protagonismo, ahora repartido ente ella y los amigos de Pilgrim, como el personaje de Wallace Wells, el rommie gay que parece la personificación de Truman Capote (con su cinismo, su elusiva frontalidad, su gracia distante), y hasta la propia Liga de los Ex. El gran logro de la serie es precisamente ese: volver a las bases, a ese extraño cómic canadiense que adaptaba a Osamu Tezuka y compañía al gélido clima del norte con una historia de amor cuyo drama central era definir y tratar de encarrilar sentimientos difusos, todo en una vida de clase media bordeando el desempleo y con ganas de llenar el vacío que clima y economía traían con problemas de vínculos sexo-afectivos. Y, sin embargo, no se queda solamente en eso, sino que también aborda la expansión de ese mundo imaginario, profundizando en personajes laterales, cambiando el eje de las historias, aunque volviendo a contar los mismos dramas. Si hay algo que los productos masivos de nuestros días nos han enseñado es que, menos que contar una nueva historia, el público quiere volver a escuchar, leer o ver las mismas con un enfoque distinto, tal como paso con The Mandalorian, con la serie Fargo (en un ejercicio más complejo, contar una historia con un “aire” parecido al producto original) y hasta con Rick and Morty, un dibujo animado en donde cada capítulo desarma, agiganta y vuelve a armar los tópicos de la ciencia ficción pochoclera de series, películas e historietas. Es en ese tren de cosas en donde hay que poner esta nueva serie, con las voces de la película (vuelven Cera, Chris Evans, Kieran Culkin, Brie Larson, Jason Schwartzman) y los dibujos del cómic, dueña, eso sí, de mayor desarrollo de los bordes y un nuevo concepto en torno al vínculo de Ramona y Scott, pero sin por eso caer en los actuales lugares comunes.
The Guardian, en una nota de noviembre de este año, destacaba que la serie podía reorganizar el fanatismo alrededor de la película de otro modo, resignificando el rol de los personajes, viendo qué más había para contar y, sobre todo, para volver a ver en la figura de Pilgrim. Lo que queda es una historia de amor después del amor: la comedia romántica, en todos sus formatos, fue el género que peor resistió el cambio del tiempo, las discusiones sociales que hoy atraviesan a los espectadores, pero eso no significa que no pueda volver a contarse con una catarata de golpes, aventuras, enfrentamiento y melodrama en ese coming of age de Pilgrim y Ramona, ese metejón que sintetizan y que tiene más de adolescente que de otra cosa. Scott Pilgrim Takes Off es menos una historia de amor, en definitiva, que un relato de ver qué pasa después, cuando el amor no está en el centro, y sólo queda pensar en lo que pasó, buscándose desde un lugar diferente. Y entrar en peleas tipo Mortal Kombat en formato 8 y 16 bit, como toda buen romance contemporáneo en pantalla parece necesitar.
Scott Pilgrim Takes Off es una serie animada de ocho capítulos de menos de media hora cada uno disponible en Netflix desde finales de noviembre de 2023, producido por los estudios Science Saru y con supervisión del creador del cómic, Bryan Lee O’Malley.