Tengo una foto de Damon Albarn en el living. Me la regaló Alfonso, un fotógrafo español que la sacó en un concierto en Londres en 1996. Yo tenía 18 años y había ido a Israel por tres meses para visitar a mi papá que vivía ahí por trabajo y, aprovechando las ofertas y la cercanía, me fui a conocer Europa.

Me pasé las doce noches que duró el viaje paseando con un walkman amarillo (era el Sony sumergible) que tenía el cassette con la grabación de The Great Escape, de Blur, ese de la tapa azul en la que el agua traspasaba el papel y te mojaba. Una lancha anclada en el mar y dos tipos que miraban un par de piernas de mujer meterse en el agua tal como yo estaba sumergida en el disco. Lo repetía una y otra vez, fast forward y rewind permanentes para volver a escuchar partecitas de "The Universal" cuando estaba down o de "Country House" cuando estaba más arriba. Viajaba en tren porque la casa donde vivía quedaba en un suburbio, como si acá dijera Florida para los porteños. The suburbs they are dreaming, empezaba "Stereotypes", la primera del álbum. Con los auriculares puestos soñaba de día y miraba hacia afuera las casitas con patio inglés y techos a dos aguas que pasaban en cámara rápida como se pasan las páginas de un flipbook. Me sentía la protagonista de una película europea. Cantaba para adentro este es el próximo siglo/ donde lo universal es gratis/ podés encontrarlo en cualquier lugar/ sí, el futuro ha sido vendido/ cada noche nos vamos/ y las canciones de karaoke/ como nos gusta cantar/ aunque las palabras están mal/ realmente, realmente, realmente podría suceder.

Yo paraba en lo de Alfonso, que andaba por los treinta, o al menos lo veía mucho mayor que yo. Lo había conocido una amiga en su viaje a Europa un par de años antes y me dijo llamalo, seguro te hospeda. Le mandé un fax desde Tel Aviv y me dejó su cama. Él durmió en el sillón todos esos días. Una noche salimos a escuchar bandas y Alfonso volvió borracho en el subte queriendo que lo besara. Cada tanto interrumpía para vomitar. Paseamos juntos por Camden Town y por el Hyde Park y quedamos amigos.

Después tuve que volver a Israel con mi papá. Mientras recorría el país con una mochilita, le mandaba muchas cartas largas a mi hermana con dibujos de camellos o beduinos de fondo. Era el paisaje cotidiano que me rodeaba y yo andaba con un block de hojas lisas y tapa dura de acá para allá. Lo llené de líneas de grafito reproduciendo ruinas, paisajes urbanos de edificios bajos y rectangulares, la ciudad moderna, me explicaba mi papá en nuestros viajes en colectivo cuando lo acompañaba al estudio. Yo estaba a punto de empezar Arquitectura. Dibujaba todo lo que veía aunque también me aburría un poco. Blur fue la banda de sonido de ese viaje, que también fue un reencuentro con mi padre.

En Buenos Aires me esperaba mi novio bajista, que era muy parecido a Damon, bien podrían ser hermanos. Sebas era huérfano de madre y padre, así que mi mamá lo adoptó y tenía permitido instalarse en casa por varios días seguidos. Desayunábamos todos juntos. Sebas era un poco como un hermanito mío también pero estábamos en pleno despertar sexual, así que nos la pasábamos encerrados en mi habitación Sebas, Blur y yo.

Hace poco decidí pintar la casa en la que vivo ahora. Me puse a ordenar y embalar objetos y apareció la foto de Albarn que sacó Alfonso. Es en blanco y negro y mide 30 x 40 centímetros. Está él cantando en primerísimo plano, un tanto fuera de foco como para que pudiera ser publicada. La mandé a enmarcar, con las huellas de cinta scotch de una época lejana y todo. La quise volver a tener a la vista después de treinta años. En mi habitación de la casa tudor de mi madre la usé para tapar el vidrio repartido de la puerta junto a un Lou Reed joven y a un David Bowie siempre excéntrico. Ahora reposa en el estante que va de punta a punta de mi PH conviviendo con óleos, acuarelas, pósters y una serigrafía de la Gioconda de García Uriburu.

Unos días atrás tocó Blur en Buenos Aires. Yo no fui. Me habría gustado ir a tomar cerveza, chapar con mi novio en la oscuridad de la noche primaveral y saltar cantando "Parklife". En cambio, puse "Best Days" a todo lo que da el volumen de mi parlantito bluetooth y me fui a dormir melancólica.

Paula Mariasch nació y vive en Buenos Aires. Es arquitecta egresada de la UBA, hace pinturas digitales, publicó la novela Negro casi azul (Vinilo Editora, 2021) y tiene una editorial de flipbooks. www.paulamariasch.com.ar / IG: @paulamariasch.ilustracion + @flipbook_ediciones