El neoliberalismo pretendía ser la democratización de la economía. Por lo tanto, tenía que oponerse frontalmente al Estado. “El Estado ha dejado de ser la solución, para ser el problema”, decía Ronald Reagan cuando surgía el neoliberalismo.
Desde entonces, cuando se ha generalizado como modelo asumido por el capitalismo a escala mundial, el neoliberalismo se ha acoplado a los más diferentes sistemas políticos, incluso a las más famosas dictaduras, como la de Pinochet en Chile.
Oponiéndose frontalmente al Estado y a toda forma de regulación política, ha dado lugar a la soberanía del mercado, a los procesos de mercantilización de las relaciones sociales. Así ocurrió en Estados Unidos, en Inglaterra, en Brasil, en México, entre tantos otros países con sistemas políticos distintos.
No sorprende así que en gobiernos como la dictadura militar de Brasil, en la democracia del mismo Chile, en el autoritarismo de Fujimori o la también democracia de Margaret Thatcher, el neoliberalismo sobreviviera y se naturalizara como el modelo económico global del siglo XXI.
El decretazo de Milei llega así a complementar un gobierno que recupera para la Argentina los fundamentos del libre mercado. Ataca al Estado, a la política, toda forma de regulación, de límite a la mercantilización generalizada de las relaciones sociales.
Demuestra, de manera fehaciente, que el neoliberalismo se choca con la democracia, en lugar de extender la democracia a la economía. La mercantilización generalizada ataca los derechos que caracterizan a la democracia. Porque la imposición de la libertad de mercado no soporta límites ni afirmación de derechos que requieren de Estado y de normas.
La soberanía del mercado, que pretende expresar la libertad, somete todo a las relaciones mercantiles. Que supone un Estado mínimo y un mercado máximo.
Países que han avanzado en la superación del neoliberalismo se han vuelto más democráticos y no menos. Países como México, Brasil, Colombia, que han avanzado en esa dirección, han afianzado la democracia. Mientras que países que retoman el neoliberalismo --del que Argentina ahora es el más reciente ejemplo-- atacan los principios fundamentales de la democracia.
Porque la contradicción fundamental de nuestro tiempo no es entre estatal/privado, como el liberalismo pretende. Porque lo que llaman privado es lo mercantil. Y lo que se opone a ello no es lo estatal.
La contradicción fundamental de la era neoliberal se da entre la esfera mercantil, que tiene en los empresarios a sus sujetos centrales, y la esfera pública, la esfera de los derechos, la esfera de la democracia. La esfera que tiene en el ciudadano su sujeto, el sujeto de derechos.
El Estado, la esfera estatal, es el espacio de disputa entre la esfera mercantil y la esfera pública. Entre el dominio del mercado y la soberanía de los derechos.
Por primera vez en este siglo, Argentina y Brasil avanzan por caminos radicalmente opuestos. Uno es el modelo neoliberal retomado por Milei. Otro es el antineoliberalismo de Lula, que avanza hacia el posneoliberalismo. De la consolidación y la victoria de cada uno de ellos dependerá el futuro del continente. En uno, triunfará la democracia, en el otro el autoritarismo.