Mateo nació en Tucumán, Provincia del norte de Argentina, el 25 de diciembre de 1990.Hasta ese día de ese año en esa provincia, solamente se celebraba el nacimiento deJesucristo. Hijo de una familia de clase media dedicada a los estudios sociales medievales,Mateo exhibió, desde pequeño, una vida disruptiva a su contexto familiar.De chico ya mostraba habilidad con los pies. 

La coordinación y la motricidad le eran aliadasa sus extremidades inferiores, tanto que con cortos 3 años ya le permitían emular con gracialos pasos clásicos del baile folklórico nacional, dejando pasmada a toda persona que loviera en movimiento.A los 5 años, propio de la costumbre de estos territorios, Mateo comenzó a entrenar fútbolen el club de barrio cercano a su casa. Su madre cuenta que fue él quien eligió su primerpar de botines, regalo tanto de Navidad como de su natalicio, excusando que dos zapatos son dos regalos. Eran unos azules eléctrico con cordones rosados, edición especial de unaprestigiosa marca que era sponsor de una estrella del fútbol europeo por entonces en boga.Eran los años 90. La importación permitía esos gustos que hoy llamaríamos burgueses.Caro, su amigo de aquellos años, relata la primera vez que lo vio entrar a la cancha: "Lallevaba atada man, ¿cómo te explico? Era un pibe normal. 

Común, digamos. Lo veías y nodabas 2 pesos. Llegó como si estuviera solo, se calzó los botines, agarró una pequeñapelota de baby que en nuestros pies era como un globo pesado y ahí nunca más lo volví aver en la cancha sin la esférica. Hacía un calor de ultratumba. El sol nos hacía sentir en unaparrilla. Pero el flaco en otra, ¿me entendés? Iba para acá, iba para allá, pateaba la pelota ala pared y le volvía y la dominaba y esto y aquello. Una maravilla de ver. Ese día meprometí que ese nene iba a ser mi amigo y nunca más nos separamos. Salvo en sutemporada en Europa, a donde pude visitarlo algunas veces.

Durante tres años seguidos, Mateo guió al equipo infantil de su club a la victoria, hinchandode orgullo los colores de la bandera y fortaleciendo el escudo. En su octavo cumpleaños,tras convertir una derrota segura en una victoria con un gol de mediacancha, le obsequiaronel apodo que sería la marca de su estrellato: “el Salvador”.Su madre dice, también, que aparte era talentoso en otros aspectos. El arte le llamaba laatención, especialmente la escultura y la escritura. Intentó dedicarse a esas cuestiones,alguna que otra vez mencionó querer publicar un libro con sus cuentos y poesías, pero sufuturo como futbolista monopolizó su pasión y su tiempo.

A los 13 años, contra la voluntad de su familia, se probó en el Club Argentinos del Norte.Fue un frío día de abril cuando, a hurtadillas, se escapó del colegio y se dirigió al Club conla ambición como única compañera. Lo insólito fue que, a la hora de las pruebas, se ganócon justicia el puesto de arquero. Esto provocó que el portero del equipo le propinara unatrompada con su consecuente nariz rota producto de la envidia que le causara la audacia deMateo. El equipo, cuenta Elías, por entonces entrenador de la mencionada institución, loalzó vivando y lo transportó por toda la cancha, sin siquiera él haber aceptado el puesto, yaque al ser menor, esa decisión correspondía a su familia.Al enterarse de la hazaña, su madre lo castigó sin postre por dos semanas y le prohibiótomar el lugar que se había ganado. Esto último fue más por la situación crítica del país (enesos momentos el Club no tenía una buena oferta para los equipos sub 18) que por unenojo real con el joven. 

Además, debía acortar sus horas escolares si quería jugar en elequipo.La decepción fue tal para el adolescente que abandonó el deporte y se dedicó de lleno a suvida académica. Más tarde llamó a esa etapa “sus 40 días en el desierto”. Ni la socialidad nila acelerada festividad juvenil hicieron eco en él. Las amistades se le escurrían, no salía arecitales, no se le recuerda novia en esa época.En el año 2015, la familia se mudó a Francia. Su padre había ganado una beca de estudiode una importante Universidad Franco-Catalana por su investigación sobre las campiñas ylos jóvenes pastores de cabras entre el siglo XIII y XV. Allí Mateo se dirigió, con laexpectativa a cuestas. Continuó sus estudios y jamás imaginó que volvería a retomar su tanamada pasión.Fue una tarde cuando se cruzó con Fer, un muchacho un tanto mayor, también migrante,que jugaba a la pelota en un parque cercano al domicilio de Mateo. Así relata este encuentro: 

Bueno pues yo estaba jugando a la pelota y Mateo hacíacálculos concentrado en un banco. La pelota se me escapa y da contra su frente de modotal que sus anteojos volaron y se quebraron. Corrí hasta él para pedirle disculpas yrecuperar el balón pero él ya lo había tomado. Me miró con furia. Sus ojos llenos de sangredelataban su enojo. Con una mano, levantó la pelota por sobre su cabeza, generando uneclipse solar en su rostro, la dejó caer y ahí nomás, antes de que toque el piso, le dio unapatada que la hizo volar 50 metros hasta la calle. Sin salir de mi asombro, lo observé concuriosidad. Él levantó los anteojos, recogió sus cosas y se fue. Pude haber ido a buscar lapelota pero tenía ante mí al mejor jugador de fútbol que había visto en mi vida. Lo seguídesde unos metros atrás hasta ver dónde vivía".Según cuenta Fer, otro día lo esperó unas cuantas horas hasta que salió de su casa y loinvitó a jugar a su club, uno de los más importantes de la región.Así es como Mateo se convertía en la figura central, por varios años, del PSG.El resto es historia conocida. 

En el PSG recibió 4 de sus 12 Balones de Oro que lo destacancomo mejor jugador de fútbol a nivel mundial. Luego, el destino lo llevó al Real Madrid, yregresó a América Latina, donde jugó en la Liga Brasileña, en el Flamenco y en elPalmeiras. Años más tarde, regresaría al PSG para consagrarse y continuar con su exitosacarrera, a la cual le Sauveur se dedica hoy en día.Fer, desde hace 10 años manager del titán del fútbol tucumano, agrega que su carrera fuesolo en subida.Pocas veces interrumpe su trabajo: una cuando adoptó a la Cocó (su gran danés rescatadode las redes de narcotráfico ucranianas) y las veces que regresa al país, el día de sucumpleaños sin falta, a visitar a su familia, donde sus fans lo esperan con vítores y celebranla visita del múltiple campeón, “el Salvador”, dejando de lado la celebración del nacimientodel hijo de Dios y exigiendo que la avenida principal de la ciudad pase de llamarse Belgranoa llamarse Diosque, en un gran festejo pagano.