"Corran, corran", escuchó Florencia Gastelu Moss. La orden provenía de un grupo de policías apostados frente a la Universidad de Carolina, en pleno centro de Praga. Eran cerca de las tres de la tarde y Florencia --una productora de cine argentina que estaba filmando por la zona y que aprovechó unos días para conocer la ciudad antes de seguir hacia Londres-- debió volver enseguida a su hotel, ubicado a unos 150 metros de la Universidad. Desde la ventana de su cuarto, de hecho, se pueden ver los muros del contrafrente de Carolina, una de las universidades más antiguas de Europa del Este, fundada en el siglo XIV.
"Sí, escuché muchos tiros. Nadie me dijo lo que estaba pasando pero enseguida me fijé en las noticias, en Twitter y me di cuenta de que se trataba de algo grave", cuenta ahora Florencia, en medio de la noche de Praga. Aún está soprendida por haberse convertido en testigo de un testigo de un hecho que acaba de sacudir al mundo: en Carolina, un estudiante de 24 años mató a 14 personas y además hirió a más de una veintena. "La gente aquí dice que nunca pasó nada igual", asegura Florencia.
Después de almorzar, ella se dirigía al antiguo cementerio judío cuando una cantidad que no puede recordar de patrulleros ('pero eran muchísimos") estacionó frente al Universidad. "Todo pasó muy rápido. De hecho, yo estaba por cruzar por la senda peatonal que termina ahí, en la esquina de la Facultad, cuando aparecieron los policías. Y un grupo de gente estaba por tomar el tranvía, que también pasa bien cerca. Apenas nos dieron la orden de irnos, me refugié en el hotel. Estuve todo el día acá sin poder salir. Y sé que los empleados, para entrar o para irse, han sido custodiados por la policía", explicó Gastelu.
"Primero pensé que se trataba de un atentado terrorista pero con el transcurso de las horas esa idea empezó a despejarse", cuenta. El detalle es que ella vio a un grupo de ocho patrulleros llegar al lugar el martes muy tarde, cerca de la medianoche, aunque no sabe por qué. "Supe que este chico mató al padre y quizás ya lo estaban buscando pero tampoco lo sé exactamente porque dicen que al padre lo mató el mismo día que hizo la matanza aquí, en la universidad", agregó.
Durante todo el día se escuchó el ulular de sirenas y la zona, en general muy animada por ser un epicentro turístico, quedó envuelta en silencio. "Ahora todo está tranquilo y sólo quedaron las cintas demarcatorias. Pero flota un clima raro, como de tristeza", cuenta la productora argentina.