Desde hace años que junto a otros he venido insistiendo que el neoliberalismo se caracteriza por ir instalando un estado de excepción antidemocrático sin mediar el golpe militar clásico. Argentina una vez más es el laboratorio para un experimento de destrucción que miran con atención las nuevas derechas mundiales

Ahora queda por ver cuánto tiempo permanece el impulso de autocastigo con el que un gran segmento de la población se embarcó para producir este shock infernal sobre el tejido social. Sin un cambio de orientación en los votantes del ultraderechista nada se puede conjeturar con seriedad. La fisura entre sus votantes es clave para el mundo que se viene y se está preparando. Porque finalmente, de un modo u otro, son responsables de la catástrofe. No se trata de patología sino del humor social que ha provocado un odio con doble dirección, destruir a los otros mientras se consuma luego la propia autodestrucción. El encuentro entre el poder neoliberal y una voluntad de Poder sádica ha cruzado los límites democráticos y ahora que comienzan las respuestas populares que recuperan por fin la dignidad histórica es necesario reinventar una nueva coordinación política entre las respuestas de la "calle" y las organizaciones políticas, sindicales y sociales.

En el tiempo histórico que nos toca vivir ningún gobierno cae solo por la movilización popular, que sin duda está en la vanguardia del proyecto pero a la que hay que dotar inevitablemente de organicidad. En distintos lugares del mundo hemos visto cientos de movilizaciones que después no tuvieron ninguna traducción política operativa. 

En este sentido, ha llegado la hora de ver quién es quién en la Argentina de hoy y especialmente quiénes le dan la espalda al pueblo emergente.