En la mesa somos cuatro: mi profesora de la secundaria María Claudia, mi hermana, mi sobrino de siete años y yo. Mientras estoy degustando el pescado al horno que preparó mi hermana, mi sobrino pregunta:

¿Qué es ser peronista?

Amen de que se me atragantó el pescado, la pregunta nos dejó a todos sin respuestas por un momento. ¿Cómo explicar a un niño de siete años qué es ser peronista? Cómo hacerlo después del triunfo de Milei y de los cuatro años de Alberto se vuelve más complicado. Ensayo una posible manera de explicarle a un niño mileinial qué es lo que es el peronismo.

Para empezar le pregunto si sabe quién es el presidente.

Sí, me dice: Milei.

Enseguida le pregunto si sabe quién era el anterior. Pero no lo sabe. Le digo que el presidente anterior era peronista, aunque no estoy muy seguro de esto y enseguida intento continuar la explicación de otra manera. Se me ocurre decirle que ser peronista es como ser Hincha de Central, como ir al río, es algo popular. Y así como hay equipos de futbol, hay equipos de política que se llaman partidos.

Y el partido peronista defiende a los trabajadores. En eso mete bocado, justamente, la profe María Claudia que dice que antes de Perón sólo los niños ricos podían ir a la colonia de vacaciones, después de Perón también los hijos de la clase trabajadora pueden ir a la colonia y tener vacaciones.

Luego de estas explicaciones, mi hermana le dice a su hijo que igual si hace esa pregunta en otra mesa le van a decir que los peronistas son todos chorros. A lo que la profe María Claudia agrega: eso quiere decir que estás en la mesa correcta.

Todo esto ocurre el sábado 16 de diciembre de 2023 al mediodía. Es el primer sábado después de mi externación. Pasé 45 días en el hospital de Salud Mental Dr Agudo Avila por una recaída de mi esquizofrenia ocurrida como consecuencia de haberme intoxicado con las redes sociales después de las elecciones del 22 de octubre. 

También me pegó mal el resultado, ya que si bien había ganado Massa, una vez celebrado el Pacto de Acasusso entre Macri, Milei y Bullrich se veía a venir que iba a ganar el candidato de la Libertad Avanza y eso me dio mucho miedo, me alteró y dejé hasta mi salud mental en el intento de evitarlo. 

También me metió adentro del psiquiátrico la marihuana. Estaba fumando como tres porros por día y es muy desaconsejada en casos de esquizofrenia y trastorno bipolar como es el mío. Cuestión que estuve 45 días guardado, viví desde adentro del Suipacha el debate, el triunfo de Milei, la asunción en la Plaza de los dos Congresos y finalmente salí el glorioso jueves 14 de diciembre.

Tan solo tres días más tarde salía campeón después de 35 años el club de mis amores: Rosario Central. Imposible no acordarme de mi viejo y de las veces que me llevó a la cancha a cocochito, de aquel partido con el Boca de Bianchi. Imposible no recordar la primera vez que fuimos al Gigante, un 0 a 0 espantoso con Huracán en que la pelota casi no salió de la mitad de la cancha. Imposible no recordar dónde estaba el día que Central ganó la Conmebol, esa final que parecía imposible y que supimos dar vuelta a fuerza de huevo y buen juego porque teníamos un equipazo y a Don Ángel Tulio Zof.

Imposible no recordar aquel subcampeonato (del ’99 si la memoria no me falla) cuando River nos birló en la última fecha la posibilidad de ser campeones. Era el River de los cuatro ases, pero nosotros teníamos algunos anchos también. Recuerdo y recordé la noche del sábado 16 de diciembre mientras saltaba en el Monumento con los miles de hinchas congregados por una identidad tan tierna, absurda y apasionante como un cuadro de futbol, recuerdo y recordaré la emoción de pertenecer a un club que es alegría y fiesta, que es carnaval, que según contaba mi viejo fue en el Gigante de Arroyito uno de los primeros eventos multitudinarios donde se cantó la Marcha Peronista después de la proscripción.

Recordé la final contra Boca que nos choreó aquel arbitro infame auspiciado por Macri que pretendía mantener a las masas contentas mientras se encaminaba a derrotar a Scioli en el 2015. En aquella oportunidad yo estaba viviendo en la República de Moldavia y cuando le intentaba explicar lo que sentía por Central a mis amistades moldavas me daba cuenta lo difícil de entender que es este sentimiento para cualquier ser racional, creo que aquel fue el día que más extrañé Argentina. Pero después de que nos choreen el partido de semejante manera me peleé con el futbol y dejé de ver este hermoso juego por varios años.

Recién me terminé de amigar en el último mundial, viendo a la Scaloneta y disfrutando de la alegría que contagiaban Messi y sus secuaces en el pueblo argentino. Recuerdo que cuando le ganamos a Francia; yo que recién salía de mi primera internación, tuve la sensación de que no era el único loco en este país, que la locura formaba parte de la idiosincrasia nacional y que en cierto modo era grata, al menos era lindo y vital ver tanta gente fervorosa compartiéndose felicidad. Poniendo mucho el cuerpo, saltando…

Si hay algo de lo que la vida adulta carece son saltos, no hablo en sentido metafórico, sino literal, saltos, saltitos, es algo que casi no hacemos, ni siquiera en un gimnasio. Diría que los únicos momentos en que se salta es en un recital o cuando se canta “el que no salta es… tal cosa”. Pienso que eso tendría que haberle dicho a mi sobrino: el peronismo es algo que te da ganas de saltar.

El sábado 16 en Rosario, pese a la crisis, pese a Milei, pese al futuro negro que se avecina, miles de personas se congregaron para festejar un campeonato de futbol y saltaron y cantaron y hasta bailaron. ¿Por qué no lo hacemos más a menudo? ¿Por qué no ponemos un día nacional del salto y el festejo? ¿Por qué no nos juntamos a cantar a voz en cuello canciones que nos emocionen?

 

Pienso que algo de la cultura chamánica y de los rituales atávicos se pone en juego cuando celebramos un campeonato de futbol. Pienso también que algo de eso también se vive en las marchas y los recitales. Pienso en llevar a mi sobrino a ver un partido de Central, para cantar “dale campeón” y que le quedé la marca de que no hay árbitros ni Macris que puedan robarnos la alegría, por más poder que tengan. Pienso en llevar a mi sobrino a una marcha bien peronista para que sienta lo que es el peronismo y comprarnos un choripán, y tocar el bombo o agitar una bandera, porque así como a la pasión por Central no lograron aplacarla 35 años de sequía sino que parecieron haberla avivado aún más, creo que a la pasión que genera el peronismo no van a poder aplacarlas cuatro años de este experimento que nos gobierna.