Tik Tok se convirtió en una de las más grandes redes sociales de todo el mundo. La aplicación de origen chino en la que se comparten videos de corta duración y en formato vertical ya superó los mil millones de usuarios en todo el globo, en su mayoría niños y adolescentes de entre 13 y 17 años. Y si bien se presenta como una red de “entretenimiento”, según el órgano regulador del Reino Unido en julio de 2023 Tik Tok fue la principal fuente de noticias de chicos y chicas de entre 12 y 15 años, superando a You Tube e Instagram. El fenómeno de la red social que más creció en la post pandemia no es ajeno a la Argentina: a comienzos de 2023, Tik Tok tenía 16,2 millones de usuarios -supuestamente mayores de 18 años- en el país. ¿Qué hay detrás de la aplicación que no para de crecer y que fue una de las más utilizadas por Javier Milei para llegar a los votantes jóvenes en la campaña que lo depositó como presidente de la Nación?
Creada en 2016, la red sociodigital ocupa cada vez más lugar entre los niños, adolescentes y jóvenes. Su crecimiento exponencial, sumado al tiempo y tipo de consumo audiovisual que provoca la sucesión interminable de videos programados por un algoritmo voraz y personalizado, llevaron a que diferentes Estados y organismos regulatorios de Estados Unidos y Europa posaran sus ojos sobre Tik Tok, con el fin de limitar las consecuencias que la adicción a su uso provocan. No es para menos: cuestiones sobre cómo afecta su uso y contenidos a la salud física y mental de los usuarios, o la violencia que circula en la aplicación para miembros en edad temprana son motivo de preocupación por especialistas, investigadores y organismos públicos. Un dato basta para no subestimar su impacto: Tik Tok es la aplicación que más tiempo de uso captura por parte de sus consumidores, con un total de 20:06 horas mensuales, superando a Instagram (17:30) y Facebook (15:30).
En la Argentina, lamentablemente, aún se está muy lejos de aplicar algún tipo de regulación a las redes sociales, y mucho menos a las más novedosas como Tik Tok, pese a que los efectos son inevitables. El vacío regulatorio existente y la falta de datos suministrados por la aplicación llevaron a Amnistía Internacional a realizar un estudio etnográfico sobre los usos y apropiaciones de adolescentes y jóvenes de entre 13 y 25 años, durante el primer semestre de 2023 en cinco localidades de la Argentina (CABA, San Martín, Córdoba, Rosario y Salta). ¿Qué consumen los y las argentinas en Tik Tok? ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo autoperciben el uso que le dan a aplicación y cuáles son sus fobias? Esas son algunas preguntas que el trabajo que acaba de publicarse intenta responder.
Uno de los principales hallazgos del informe de Amnistía Internacional sobre el uso de la aplicación en la Argentina es la coincidencia entre los consultados del miedo de los usuarios a la viralización de los videos que suben. Pese a que se supone que la “popularidad” es una búsqueda entre quienes utilizan las redes sociales, el nivel de violencia que circula en Tik Tok, a través de comentarios de odio y bullying, hace que muchos usuarios se abstengan de subir videos o los limiten ante la posibilidad extendida de sufrir a los “haters”. “El temor a reacciones de odios u hostiles opera como una barrera que aumenta el recelo para intervenir más activamente en la plataforma”, detalla el informe, cuestionando las buenas prácticas que la aplicación -como otras- dice cuidar.
Ese no es el único problema que la aplicación algorítmica de la plataforma no detecta con la velocidad necesaria y que provoca serios daños a la salud mental de los usuarios. Los entrevistados también señalan que muchos influencers o cuentas funcionan en la app como ejemplos de comportamientos, derivando en autodiagnósticos equivocados y dañinos para la salud. Los consumos de contenidos relacionados con la salud mental, carentes de curaduría profesional ni científica, es otro de los grandes problemas que la red social no regula adecuadamente y del que se valen muchos usuarios adolescentes para tratar diversos problemas, que en realidad requerirían de un control profesional.
Las preocupaciones que los consultados comentan sobre la plataforma que causó hasta disputas geopolíticas (Estados Unidos acusó al gobierno chino de espiar a la ciudadanía través de Tik Tok) no se detienen ahí. Como sucede en otras redes y medios, el ideal de “belleza” que circula en Tik Tok es también percibido como “problemático”, al inducir a conductas alimenticias dañinas para la salud. Esa hegemonía estética, en el caso de la app, lejos de combatirse se refuerza por el mismo algoritmo. “Es importante destacar -se lee en el informe- que este carácter problemático es reforzado por el diseño de la propia plataforma, con filtros que refuerzan los mismos estereotipos problemáticos”.
A diferencia de otras redes, Tik Tok no basa su algoritmo alrededor de “comunidades”, sino a partir de la elección individual de temáticas que el usuario selecciona al momento de registrarse y del posterior uso que realiza de la aplicación. De hecho, la plataforma rompe con la lógica centrada en el influencer para hacerlo en torno a los videos y la cantidad de visualización que alcanzan: los más populares son los que más aparecen, más allá del número de seguidores que tenga quién lo posteó. Esa programación individual y masiva (“For you”) provoca una “sensación de adicción” -confiesan los mismos usuarios consultados- que reconfigura la relación con el tiempo. “El carácter absorbente de esta red conduce a testimonios de pérdida del tiempo, de descontrol, e incluso de abducción por parte de la plataforma. Ello genera culpas en las personas usuarias porque perder la noción del paso del tiempo es una forma de pérdida del control personal, de alienación”, se señala.
La búsqueda de volver adictos a los usuarios es común a todas las redes sociales y plataformas digitales. La competencia de las empresas de entretenimiento por acaparar el mayor “tiempo de ocio” de la ciudadanía suma en Tik Tok el agravante de que se accede a la app a través del teléfono móvil, con una simplicidad de uso mayor a otras y con el continuo e infinito devenir de videos. Lo paradójico, se despliega del informe, es que los usuarios suelen entender esa catarata de videos de corta duración como un modo de descanso (“apagar el cerebro”), en comparación con otras plataformas en donde la elección del contenido exige un trabajo y una atención mayor, como el streaming de videos o el mismo Facebook.
La regulación de Tik Tok en particular, y de las redes sociales en general, es tema de debate y trabajo en todo el mundo. En 2022, la Unión Europea aprobó un reglamento de Servicios Digitales (DSA) que obliga a la grandes plataformas digitales a proveer una “moderación” de contenidos alternativa a la que guía el diseño previsto para capturar la atención de los usuarios y evitar a manipulación cognitiva a las que son expuestos. Esa posibilidad de organización por fuera de la programación del algoritmo de Tik Tok busca darles “libertad cognitiva” a los usuarios. El reglamento de la DSA también prohíbe la publicidad dirigida a los usuarios de entre 13 y 17 años. Tik Tok anunció en agosto que “pronto” se podría ajustar la configuración de su red. A su vez, en otros países como Estados Unidos, Brasil y Colombia se discuten en sus órganos legislativos proyectos de leyes inspiradas en las normas europea. En la Argentina, mientras tanto, no existen normas específicas sobre el accionar de las plataformas digitales.