La figura del agente de espionaje no es monopolio exclusivo de la industria cultural estadounidense. “Los espías observan, se filtran y persiguen. Interceptan escritos y panfletos, asisten a actos, se mezclan entre las movilizaciones y hasta establecen alianzas con delatores. Buscan anticiparse a los hechos siguiendo bien de cerca a sus protagonistas. Y les respiran en la nuca, demostrando que ellos están detrás, al acecho, esperando el momento justo para pasar a la instancia posterior de la inteligencia: la de la acción”, revela el periodista Juan Ignacio Provéndola en El ojo que espía (Sudestada), un guiño explícito a la película de Leopoldo Torre Nilsson que pone el foco en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA), uno de los cuerpos de espionaje más importantes de la historia argentina, que funcionó entre 1956 y 1998. Durante 42 años investigó en secreto a más de 460 mil personas; el material acumulado alcanzó los 4 millones de fojas, alrededor de mil videos, además de casetes y cintas abiertas.

Provéndola, que trabaja en el diario Página/12 y dirige el portal www.pulsogeselino.com.ar, elige articular el libro a través de catorce ejes temáticos para iluminar los vericuetos del registro pormenorizado del espionaje político e ideológico de la DIPPBA. El Festival de Cine de Mar del Plata estuvo bajo la lupa de los espías porque el evento podía servir para “propagar ideas subversivas criollas e importar las extranjeras”. En la edición de 1964, el joven Leonardo Favio estrenó su primer largometraje, Crónica de un niño solo. La historia de Piolín, ese niño sin infancia, llamó la atención de los agentes de inteligencia, que armaron un legajo con todas las expectativas y repercusiones generadas por la película. El director Leopoldo Torre Nilsson también tuvo un informe de inteligencia dedicado exclusivamente a él y a la proyección de El ojo de la cerradura, también conocida como El ojo que espía.

El 17 de octubre, la efeméride fundacional del peronismo, devino una de las principales obsesiones de la DIPPBA. La prueba de esta fijación se expande en las 3.500 fojas que integran los trece tomos del legajo titulado “17 de octubre”, que se inauguró en 1965 y se extendió hasta 1995. En la primera carpeta, los espías observaron que “el peronismo tiene un objetivo inconfesado de producir el caos para precipitar la llegada al país de Juan Domingo Perón”. Muchas veces la información obtenida permitía evaluar políticamente los “puntos débiles” de un movimiento que se ha caracterizado por tener una convivencia no siempre armónica entre facciones internas. “Se cree que Vandor aprovecharía la oportunidad para concretar el aniquilamiento de la CGT de Paseo Colón”, sostiene un memo del 7 de octubre de 1968. Como analiza Provéndola en el libro, la desclasificación de los legajos de la Policía Bonaerense sobre el 17 de octubre entraña una curiosa paradoja: “uno de los archivos más profusos sobre el peronismo lo terminó construyendo un organismo que, mediante su espionaje y persecución, buscaba borrar su memoria y no hacerla perdurar”.

El movimiento obrero con sus huelgas, protestas y diversas luchas también fue minuciosamente registrado. El corpus más amplio se concentró durante la dictadura cívico militar, cuando los servicios de inteligencia contribuyeron al hostigamiento y la represión, alineados con los intereses de las empresas en detrimento de los reclamos de los trabajadores, como sucedió en la planta de Mercedes Benz en González Catán, con el secuestro y desaparición de 14 obreros en 1977. Miles de páginas le dedicó la DIPPBA al frigorífico Swift de Berisso, especialmente en 1979 cuando ante los cada vez más numerosos despidos de la empresa privatizada en 1977, que cambió su nombre a Carnes Argentinas Sociedad Anónima, los trabajadores comenzaron un plan de lucha. De los 2000 operarios que quedaron en la calle sólo fueron reincorporados 300, apenas el 15 por ciento de quienes habían sido cesanteados.

¿Cómo contar una trama tenebrosa por donde se la mire? Provéndola traduce la lengua entumecida de los archivos a un lenguaje más coloquial, transforma la rigidez de los documentos en relatos. De cada eje temático emergen personajes siniestros como el comisario Luis Héctor Vides, quien siguió de cerca el conflicto en Swift y ayudó a confeccionar no sólo la lista de los obreros despedidos, sino también de los interrogados. Vides, entrenado previamente en la represión en el centro clandestino de detención El Pozo de Arana, donde se lo conocía como “El Lobo”, fue imputado por 57 privaciones ilegítimas de la libertad, 107 aplicaciones de tormentos y siete robos con armas; pero fue beneficiado en 1986 por la Ley de Obediencia Debida y vivió en libertad hasta 1999, cuando murió sin ser condenado por ninguno de sus vejámenes. Otro personaje tétrico fue Remus Tetu, interventor en la Universidad Nacional del Sur (UNS), un hombre vinculado a la Triple A y a los sectores más reaccionarios del peronismo, que despidió a 85 docentes y 46 no docentes, prohibió cátedras paralelas, clausuró carreras y restringió el ingreso a la universidad.

Algunos capítulos del libro serán reconocidos por los lectores del diario, como el dedicado a Mercedes Sosa, a los Vuelos de la muerte, ampliado en el libro con los cadáveres que fueron apareciendo en Mar de Ajó, Mar del Tuyú, San Bernardo y San Clemente, y el trabajo de identificación del Equipo Argentino de Antropología Forense; o al Mundial del ‘78, en una versión corregida y aumentada para El ojo que espía, que cuenta con el arte de tapa del artista Rocambole. La portada del libro de Provéndola combina dos imágenes: la emblemática multitud del disco Oktubre de los Redondos y el gesto de un policía que los vigila con un aire desafiante. El autor de RockPolitik: 50 años de rock argentino y sus vínculos con el poder político (2015), docente en la carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires, articula una especie de “vidas paralelas” con Miguel Bru y Walter Bulacio, ambos víctimas de la violencia institucional que fueron ultimados por personal policial en circunstancias dudosas y bajo procedimientos que nunca fueron debidamente explicados ni condenados. Aún hoy Rosa Schonfeld, la madre de Bru, sigue buscando el cuerpo de su hijo, a más de treinta años de su desaparición.

El archivo de la DIPPBA, transferido a la Comisión Provincial por la Memoria  (CPM), fue abierto al público en 2003. El interés del libro se extiende más allá de sus páginas por las preguntas que habilita sobre el propósito de los servicios de inteligencia en un tiempo incierto, cuando el pacto social del “Nunca más”, fundante de la democracia argentina, es jaqueado por una fuerza política que reivindica el accionar de la dictadura cívico militar.