Los que no caminaron nunca creen que en la zona no hay nada más. Y no deja de ser notable que aunque la sociedad disciplinaria se encuentre en declive, el efecto de la institución carcelaria continúe siendo tan potente en el imaginario social que todavía invisibiliza a la ciudad. También me pasó a mediados de los noventa, cuando luego de trabajar como docente en la unidad penal, tardé varios años en descubrirla.

Es bueno ir sabiendo que General Pueyrredon no es solo Mar del Plata, sino que rumbo a Necochea, a ambos lados de la ruta 88, se encuentra la pujante Batán, que hace tiempo ha dejado de ser un pueblo con sus casi treinta mil habitantes actuales, el doble de los que tenía en el 2010.

Si uno la recorre con el tiempo suficiente, notará cómo a pocos kilómetros del principal destino turístico marítimo del país se combinan lo rural con lo urbano, como tantos otros lugares de la provincia. Y también sabrá que muchos la eligen como su lugar en el mundo, aunque solo sea para ir a trabajar. Como Quique Lamarque, quien hace más de veinte años recorre todos los días veinte kilómetros desde su domicilio en Mar del Plata  hasta Batán para dar clases.

“Me recibí de maestro en el inicio del milenio, y por un contacto familiar me convocaron del Colegio Caraludmé, que es la escuela de la cooperativa de Batán. Y en 2004, pasé a ser preceptor de la secundaria del mismo colegio hasta el día de hoy. En todo ese tiempo, trabajé en casi todas las escuelas de la zona, y ahora también coordino un programa de la Provincia para revincular adolescentes que dejaron la escuela. Disfruto mucho la vida de pueblo. Batán es como el lugar de mi infancia, porque yo nací en Maipú. A Mar del Plata voy solo a dormir”.

Le pregunto por los orígenes de la ciudad: “Cuentan que todo empezó con un castillo que construyó por la zona un príncipe inglés cerca de 1910, que hizo que trajeran el ferrocarril y la estación Chapadmalal. Tiempo después, la familia Martínez de Hoz compró el castillo y así fue avanzando el poblamiento alrededor de un almacén de ramos generales que sigue en pie. Más o menos en la misma época, Domingo Batán, que tenía una estancia sobre la ruta 88 a unos cinco kilómetros de Chapadmalal, también abre un almacén de ramos generales y funda un nuevo pueblo. Su casa puede verse su casa en una la calle que lleva su nombre. Pero el gran impulsor fue Emilio Larraya, que en 1950 crea la cooperativa de gas, teléfono, servicio educativo y otros servicios, y el primer club, que se llamó Nueve de Julio. El segundo fue El Tricolor y lo funda la comunidad chilena. Ellos se insertaron laboralmente en las canteras que proveyeron de piedra granítica y piedra caliza a Mar del Plata, y también en los hornos de ladrillos de barro cocido". 

"Esa fue la gran actividad de Batán por décadas, aún hoy pueden verse produciendo a tres empresas en el circuito de las canteras, y algunos hornos, el más grande en Estación Chapadmalal. Como problema nos quedó el enorme peligro de las cavas que se convierten en focos de contaminación y se inundan, incluso fallecieron algunos chicos allí. Tiempo después, fue llegando la inmigración boliviana que se fue afincando en la zona de quintas incrementando la producción frutihortícola, principalmente camino a los parajes del Boquerón y de San Francisco, donde el gobernador Kicillof está haciendo la ruta de circunvalación a Mar del Plata”.

Batán es la “pequeña patria grande” latinoamericana de General Pueyrredon, lo que la vuelve intensamente multicultural, con identidades diversas y particulares. “Hace unos quince años, cuando tomaba asistencia en la lista aparecían pibes argentinos con padres extranjeros. Actualmente todo está más integrado”, cuenta Quique. Y agrega: “En esos primeros años, las madres de mis alumnos eran casi todas amas de casa, ahora ellas también trabajan en diversos empleos. Siguen siendo familias trabajadoras, pero noto un gran cambio en las relaciones, prueba de eso es que desde hace un tiempo se conformó una red comunitaria de mujeres contra la violencia doméstica que tuvo mucho protagonismo ante situaciones muy complejas”.

“La multiculturalidad se manifiesta en una gran cantidad de vecinos que hacen música. Desde hace algunos años se organiza un festival popular donde conviven distintos géneros musicales, incluso los pibes que hacen freestyle. Y también hay una gran producción artesanal, principalmente en madera y caña, y con materiales reciclados. Nos falta tener mayor apoyo municipal, porque eso se hace todo a pulmón, en forma comunitaria. No tenemos ni siquiera un museo donde se cuente la historia de la minería, que en definitiva es una parte importante de la historia de Mar del Plata”, concluye.

Le consulto sobre la vigencia de la marca de la cárcel: “Se inauguró en 1980, pero aún hoy sigue pesando la estigmatización que hacen los de afuera. A los batanenses no nos gusta ser identificados con ella, aunque sea una fuente de laburo para muchos pibes que terminan la secundaria. Porque tenemos otras cosas mucho mejores. Y aunque no tengamos playas, a Batán le falta ser reconocida por lo que realmente vale. Sentimos que a Mar del Plata le hemos dado mucho y que recibimos muy poco. Le hemos ayudado a construir sus casas, le proveemos alimentos frescos y en los últimos quince años hemos contribuido para su reenfoque productivo con el crecimiento vertiginoso del Parque Industrial que está tan cerca, que gran parte de las empresas le dan prioridad de contratación a los batanenses. El sistema político también nos ningunea, no hemos elegido delegado municipal desde hace doce años, siempre fue puesto a dedo de los últimos intendentes. Un reclamo que se repite, es que queremos tener una voz en el concejo deliberante. Creo que una sola vez tuvimos un concejal, y eso fue hace casi treinta años”, concluye.

Le pregunto a Lamarque cómo ve el futuro de la ciudad: “Nos faltan muchas obras. Fijate que los batanenses no nacen en Batán ni mueren en Batán. No tenemos un hospital ni un cementerio. Tampoco un polideportivo, solo un centro de educación física que posibilitó la provincia. Estación Chapadmalal y otros barrios no tiene acceso al agua potable, un camión de la delegación recorre las casas repartiéndola. Los nuevos barrios que se van conformando tienen pocos servicios, crecen sin ninguna planificación, y además nunca se hizo vivienda pública en la zona. Y durante la noche no hay transporte público, ¿sabés lo que sale un remise hasta Mar del Plata si hubiera alguna urgencia médica? Pero tengo mucha fe en la gente. Hay una red muy fuerte de instituciones y organizaciones comunitarias que empuja desde hace años”.

Le pregunto si es marplatense o batanense: “Soy ambas cosas. ¿Por qué hay que pensar siempre dicotómicamente? En Batán me fueron cobijando, conozco a casi todos y casi todos me conocen. Me encanta su ritmo reposado, que no haya contaminación auditiva y que todavía se duerma la siesta. ¿Porque sabés una cosa? Los batanenses no cayeron acá, sino que eligen vivir acá. O trabajar, como en mi caso. Somos gente que ponemos el hombro. Tenemos un fuerte sentido de pertenencia, y algún día nos van a tener que escuchar”.

Mar del Plata suele ocupar todo el centro de la escena y desplaza a los actores secundarios, pero cuánto le debe a los alrededores. El ordenamiento centro-periferia se reproduce por doquier, aunque con ciertas particularidades según se trate del contexto local o de la globalización. La otrora “ciudad feliz” cumplirá ciento cincuenta años en febrero. Ojalá los marplatenses podamos festejarlo incluyendo algo de justicia reparatoria con la ciudad de Batán.