En un contexto social y económico complicado, las organizaciones sociales y los referentes barriales redoblan los esfuerzos para que los sectores populares puedan tener una navidad en paz. A la inflación imparable en todos los sectores de la economía, profundizada por un aumento sostenido en el precio de los alimentos en las últimas semanas, se suma la decisión del gobierno nacional de no enviar las tradicionales partidas de productos navideños para repartir entre quienes más lo necesitan. En los comedores de Rosario, la situación se agudiza y las ollas populares, sostenidas por mujeres de forma voluntaria, reparten cada vez más raciones de comida. Con ese panorama, los barrios de Rosario se preparan para recibir la Navidad.
“En estos días ha habido un crecimiento exponencial del hambre, porque el aumento que han tenido los alimentos es una locura, y con las fiestas se va a notar más aún”, dice Eduardo Delmonte, referente de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) de Rosario. “Creo que van a ser fiestas muy amargas para el conjunto del pueblo argentino, porque todo el mundo va a ver restringida su capacidad de compra”, analizó.
La situación no es nueva. En pandemia la organización brindaba asistencia alimentaria en unas 30 ollas populares en Rosario. Hoy cuentan con unas 110 que reparten entre 200 y 250 raciones de comida cada una. Ante el escenario actual, este viernes la organización decidió sacar las ollas a la calle y realizar asambleas para analizar la situación y organizarse ante este contexto difícil. “La intención es poner de relieve el hambre que hay en los barrios y el trabajo que hacemos para paliar eso”, sostuvo Delmonte y agregó: “Estamos en una situación muy complicada, en la que han entrado en un circuito de pobreza sectores que no se lo imaginaban”.
Semanas atrás, desde la organización se habían planteado una consigna para concretar en una marcha: “Por una Navidad sin hambre”. Hoy, el dirigente social reconoce que la premisa parece difícil de cumplirse: “Nación ha suspendido los envíos de alimentos. Lo último fue en noviembre y enviaron un tercio de lo que debían, además de que ya adeudaban desde antes. Y con el nuevo gobierno no tenemos noticias de que reanuden el envío, ni siquiera de los navideños, que solían mandar en diciembre”, evaluó.
En la misma sintonía, desde el Polo Obrero sostienen que el cuadro es desalentador. Para Melisa Molina, una de sus referentes, las primeras medidas adoptadas por el gobierno de Javier Milei “caldean aún más la situación” compleja en materia social y económica. “En los barrios se multiplicó la gente en los comedores populares y muchas familias no van a tener ni un pan dulce en estas fiestas”, cuestionó.
Al igual que otras organizaciones sociales, desde el Polo Obrero sufren el corte de partidas de alimentos. A nivel provincial, el espacio reparte alrededor de 120 mil raciones de comidas por mes. Y esa estructura de contención comienza a resquebrajarse. “Hoy todavía no tenemos fecha de entrega de los navideños para las 24 provincias del país y los galpones de desarrollo social están vacíos”, contó. Y añadió: “Pero las organizaciones peleamos para que las familias puedan tener algo para poder festejar una Navidad que va a ser muy triste”.
En ese marco, para Molina “la situación se está haciendo verdaderamente insostenible” en los barrios: “En nuestros comedores y merenderos tenemos fila. Ni hablar de que no existen subsidios permanentes para la mejora de las condiciones de las trabajadoras precarizadas de los merenderos y comedores populares. Hoy las compañeras cocinan a leña y en ollas que nos prestan los vecinos”.
En tanto, Majo Poncino, dirigente del Movimiento Evita, una organización que tiene despliegue territorial en gran parte de los barrios de Rosario, también puso el foco en el incremento de las personas que día a día asisten a los comedores para contar con un plato de comida caliente. “Hoy son las organizaciones comunitarias las que sostienen las demandas en los barrios. Y en función del avance que tengan las medidas que fue tomando el nuevo gobierno, esto va a ir en aumento”, manifestó.
En ese marco, se refirió al esfuerzo realizado principalmente por mujeres para sostener un conjunto de tareas que traen aparejadas una “feminización de la pobreza” que viene en aumento en los últimos meses. “La inflación repercute en cómo se administra un hogar, quiénes son las que sostienen esos platos de comida y quiénes salen a buscar trabajo. Mayoritariamente esas tareas la realizan las mujeres, ya no solo sin un reconocimiento, sino siendo parte de una triple o cuádruple jornada de trabajo”, analizó.
Para Poncino, en el ajuste que propone Javier Milei las principales víctimas van a ser las mujeres, y eso se profundiza con eliminación de herramientas públicas que pueden amortiguar ese impacto, como el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad. “Cuando hablamos de infancias pobres, detrás hay mujeres que buscan cómo darle de comer a sus hijos. Eso es un problema integral, sociocultural y económico, pero que se potencia con un plan neoliberal que lo único que hace es acrecentar las violencias”, evaluó.
Por su parte, el sacerdote Jorge Aloi también manifestó su preocupación por el contexto en que transcurrirá esta Navidad, aunque aportó una cuota de optimismo al asunto: “Sin lugar a dudas, esta situación aprieta muchísimo a la gente más pobre, porque es la que no tiene aumento de sueldo, la que vive de las changas, y cada vez que va a comprar algo le sale más caro. Pero siempre a uno lo asombra la capacidad de celebrar la vida y cada acontecimiento feliz que se ve en los sectores populares, aún en estos momentos”.
Aloi predica y realiza trabajo social en la zona de Puente Negro, un barrio ubicado frente al Bosque de los Constituyentes, al otro lado del arroyo Ludueña y de la vía. Junto a otros sacerdotes de la ciudad, Aloi se encuentra organizando una cena para este 24 de diciembre, con el objetivo de que las personas en situación de calle tengan un plato de comida en nochebuena. La actividad se realiza desde hace algunos años en la Iglesia del Buen Pastor (Laprida y Gálvez) y va camino a convertirse en una tradición de la ciudad.
Respecto al panorama que se viene por delante, el sacerdote consideró que cuando el Estado desaparece en su rol de controlar las desigualdades, suele aparecer una gran conflictividad social. Y parte de eso empieza a notarse con las primeras medidas anunciadas por Milei. “Yo avizoro momentos difíciles y lo que me preocupa de todo esto es que el cuerpo y la sangre la ponen casi siempre los más pobres”, expresó y agregó: “Hace unos años, uno veía como la gente en el barrio empezaba a preocuparse por tener una vivienda propia o mejor acondicionada. Hoy la preocupación vuelve a ser la comida de todos los días”.