El pasado domingo la Biblioteca Popular El Molino de la localidad de Vaqueros, lindante al norte con la capital provincial, fue sede del encuentro; un espacio territorial que en 2001, al calor de la crisis y la necesidad acuciante, surgió como articulador territorial.
Históricamente el espacio físico se encontraba cerrado sin cumplir ningún rol, ni acercando ayuda y contención social. Por aquel entonces vecinos y vecinas se organizaron y lo recuperaron resignificándolo hacia la comunidad. De allí surge una asociación civil, un trueque que paliaba las necesidades básicas y, a posteriori, una biblioteca popular repleta de actividades todo el año. Esto fue lo que nació de aquella crisis que llegó a congregar a más de 300 familias generando una economía paralela y solidaria de hecho.
Con el tiempo el trueque comenzó a mermar, las condiciones socio económicas mejoraron, pero la experiencia y la organización vecinal continuó constante y en crecimiento. Hoy, a la luz de las medidas gubernamentales que se autodenominan como de estancamiento con inflación (estanflación), el músculo activo de organización vecinal rápidamente se activó, está vez, anticipándose al momento que poco a poco se vislumbra como apremiante.
Vuelve el trueque
“Hay un ciclo que parece que no podemos romper, es la paradoja de los ciclos que propone el capitalismo, el liberalismo, pareciera que es algo dado y que es de alguna manera una trampa conceptual, porque una cosa son los ciclos de la naturaleza, los ciclos de la vida, y otra cosa son los ciclos que nos propone este sistema; eso ya es otro tema”, comienza su reflexión Olga Lubel, quien estuvo codo a codo en los episodios del 2001 y hoy continúa la tarea de reconfigurar las prácticas a los nuevos tiempos que corren y se modifican.
La experiencia de aquel trueque vaquereño resultó una marca que continuó en diferentes ámbitos y de diferentes maneras. Sin embargo, hoy comienza a tener una impronta similar a la de 20 años atrás. “Creo que el trueque nunca se terminó de ir acá en Vaqueros, hemos seguido haciendo trueques de distintas maneras. Siempre estaba presente esa forma de intercambiar bienes, que no debemos olvidar, forman parte de la cosmovisión andina; esto de llevarme lo que necesito y ofrecer lo que no quiero, el excedente o lo que produzco”, comenta Lubel.
El encuentro del pasado domingo es el puntapié inicial de un grupo de vecinas y vecinos que tiene por intención romper el estancamiento y generar movimiento, con el fin de que el trueque comience a encauzarse y tener su periodicidad, así como también reconfigurar sus nuevas y propias reglas.
Las experiencias y trayectorias son disímiles, cada uno va recorriendo su nuevo y singular camino. Laura, quien comparte con un grupo de amigas, cree que este trueque “volvió reformulado, con más fuerza”, ya que “surge pensando alternativas grupales y sociales de entre los vecinos y vecinas también para estar más en contacto y saber que se vienen momentos difíciles y así empezar a juntarnos, a unirnos. Me parece que esta es la primera semilla para que empiecen a pasar otras cosas en el grupo. La idea es darle una periodicidad, y ver como se va transformando también con las propuestas que vengan de diferentes vecinos que se acerquen”.
Laura hoy lo vivencia como una forma de cohesión vecinal en tiempos de atomización social, sin embargo, lo que la convocó es el acto de trocar, por eso se acercó con ropa y algunos alimentos, siendo este último punto un eje central en la convocatoria: pensar en el plato de comida de cada vecina, vecino y concurrente al trueque.
Por otro lado, nacido en Colombia y viviendo en Salta hace años por un intercambio universitario, llegó Carlos con su pareja a participar del trueque vaquereño. “Con mi compañera encontramos el trueque a través de redes sociales, de contactos que tenemos en Vaqueros que publicaron acerca del evento del día de hoy. He vivido el trueque en otros contextos, con otra intención, no con la intención que se está dando actualmente que es a través de una crisis que se intenta superar y que se buscan las formas comunitarias y populares de poder hacerlo. Digamos, contrarrestando una amenaza que surge por una crisis económica y política”.
Carlos reflexiona a la luz de su experiencia: “hay que tener conciencia de que hay cosas que no se utilizan y que es es menester trocarlas con alguien y no desecharlas o tratarlas como si fueran cosas inservibles cuando en realidad les sirven a otra persona. Esta sociedad nos acostumbra a que todo termina en la canasta de basura”.
El estudiante se acercó al trueque con algo de ropa, algunas cosas de alimentos. “También trajimos artesanías que hacemos en medio de nuestras ocupaciones habituales; son tejidos con mostacilla, es un es un tejido muy común en sectores indígenas de Colombia. Muchas comunidades indígenas de sur a norte tejen con mostacillas, con telares y otros otros tipos de tejidos. El pueblo Huichol por ejemplo, que también es común en México, lo practica”.
Victoria y Cristian son pareja y se acercaron al trueque con hierbas secas, hierbas frescas, semillas de distinto tipo, unas jardinera que fabrican con pallets y un poco de ropa. “Yo vengo trocando en un espacio de que se llama Género Trueque., que es solo de mujeres, pero de forma virtual. Pero me parece que este encuentro es súper importante, pensar esta idea como salida muy creativa a la situación de incertidumbre que estamos viviendo”, comenta Victoria.
“Para mi es la primera experiencia de trueque, ojalá se sume mucha gente, que se animen, porque además nos llenamos de energía y vínculos para contrarrestar lo que se viene por el otro lado”, comenta Cristian sorprendido con lo que se comienza a generar en la multiplicación de los lazos sociales.
“La idea nuestra es continuar y que el trueque se agrande, es importante mostrar que es una posibilidad más y que hay otras formas de economía, ya que muchas veces se piensa que hay una sola forma y no, hay muchas maneras de hacer y pensar la economía”, remarca Victoria.
Bancos de tiempo
Luego del trueque se conversó e intercambió sobre los “Bancos de Tiempo”, una propuesta que si bien existe en otros rincones del mundo, resulta innovadora en Salta y disruptiva en los tiempos que corren. Así lo explica Olga Lubel: “El Banco de Tiempo es justamente volver a pensar qué es lo que cada uno realmente tiene. Y lo que todos tenemos es nuestro cuerpo físico pero también habilidades, conocimientos y sus posibilidades. Ahí empieza la propuesta”.
“Es importante también resignificar las palabras y los conceptos”, comenta Laura y agrega: “me llegó la propuesta hace unos días en una reunión organizativa, lo propusieron y me pareció genial, ya que uno siempre necesita de otros y está bueno decir ‘yo pongo mi tiempo y puedo trocar mi trabajo con el tiempo de otras personas'”.
Esta propuesta está destinada en un principio a un círculo de confianza, apelando a las “construcciones sociales seguras, entonces las personas que se anoten tienen que estar referenciadas”, comenta Lubel en relación a un proceso que se va ensanchando y agrandando de manera lenta pero continua. “Por otra parte, vamos a hacer reuniones mensuales con quienes integramos este grupo para hacer un contacto cara a cara, porque nos parece que eso también habla de otras economías donde el contacto entre las personas también es muy importante”.
Carlos, estudiante y vecino de Vaqueros, reflexiona mientras observa el mural que está plasmado en las paredes de la biblioteca popular donde se desarrolla la actividad. “Me gusta mucho esto que hicieron en relación a la crisis del 2001, que es la unión de las manos, representar en una obra de arte manos que se unen, porque creo que no hay mejor forma de representar esto que es ayudarnos una mano con otra mano”.
El compartir, el trueque, la reflexión, lo lleva a Carlos a pensarse, como un todo continental latino: “más allá de algunas diferencias de migraciones, tenemos una raíz latinoamericana que nos une y nos iguala”; y en este hilo conductor completa: “Hay un escritor colombiano que se llama Gonzalo Arango, que una vez escribió un pequeño texto que dice, ‘una mano más otra mano no son dos manos, son manos unidas. Une tu mano para que el mundo no esté en pocas manos’”.
En Vaqueros, en Salta, y en todo el país se vislumbra un nuevo ciclo de crisis económica. Ante esto, la memoria de las consecuencias que traen las recetas liberales se ven reflejadas en la lucha creativa de aquellos que se organizan e intentan, como dice Arango, “unir las manos para que el mundo no esté en pocas manos”.