Si Huxley pudo predecir en Un mundo feliz la existencia de antidepresivos y Julio Verne anticiparse a la llegada del ser humano a la Luna ¿qué nos imaginamos hoy que sucederá mañana? Para ello existe en el ámbito de las letras un grupo de investigación sobre “la literatura argentina especulativa en el siglo XXI” dirigido por la escritora conurbana, docente e investigadora del CONICET María Laura Pérez Gras en la USAL.
“Es una carrera contra el tiempo, es una búsqueda sobre lo que está pasando y como se está leyendo eso que acontece. Tenemos un corpus de literatura contemporánea. A partir de ese corpus vamos leyendo las producciones argentinas que están interpretando el presente imaginando un futuro. Es hasta escalofriante lo que puede llegar a predecir la ciencia ficción” comenta Maria Laura, que a su vez publicó recientemente su libro de poesía especulativa en Tigre, El tiempo usurpado.
Lejos del pensamiento mágico, la ciencia ficción se manifiesta como “un presente que parece futuro, y por eso estamos leyendo todo el día literatura reciente”, cuenta María Laura. El término literatura especulativa deriva de la literatura anticipatoria, nombre acuñado por Fernando Reati en su libro Postales del Porvenir en el 2006. Sin embargo ese término deambulaba en las definiciones antiguas de la ciencia ficción. “En muchos lugares se le dice literatura anticipatoria justamente porque anticipa lo que va a suceder, pero yo opté por especulativa porque muchas veces se vuelve al pasado para imaginar ese futuro”, comenta la escritora.
No solo especulan con ir al pasado, sino que resignifican el presente. María Laura menciona la novela El viento los vio venir, de Juan Ignacio Pisano; un virus que comienza en el verano, donde las personas se convierten en zombies y tienen que alejarse de ciudad de Buenos Aires porque allí el contagio es mayor. La novela fue escrita el año previo a la pandemia. O la novela Mugre Rosa de Fernanda Trías, sobre una invasión de algas rosas en el Río de la Plata, hecho que comenzó a suceder en la costa mexicana.
En un mundo donde pareciera que lo material y lo urgente van separados de lo cultural, este grupo plantea todo lo contrario. Siempre que hay algo humano, hay cultura. “Cuando los chicos van a un comedor porque no tienen para comer también arman juegos, se imaginan. Y la sensibilidad se puede manifestar ahí”, opina María Laura. Incluso en la propia sensibilidad reside la capacidad de predicción, según la escritora, “hay algo del presente que no se puede leer en los diarios, y que se puede leer en esta literatura”. Como si lo que se escapara de la coyuntura fuera a parar al caudal simbólico de la literatura. Continúa Pérez Gras: “la ficción y el psicoanálisis son herramientas muy parecidas; están construidas de lenguaje y simbolismos, te podes basar en el lenguaje de una persona para entender su psiquis, pero en sociedad su expresión es escrita, su literatura es su lenguaje y también está cargada de significados que se pueden leer en las mismas coordenadas que el análisis de una persona, y así lo trabajamos nosotros”.
En cuanto al proceso de imaginación del futuro, “muchos autores eligen revisar traumas del pasado, porque piensan que no se puede pensar por afuera de las coordenadas que tenemos sino sanamos esas heridas”. Los dos traumas que predominan en la literatura especulativa argentina son la última dictadura cívico-militar y la frontera con lo indígena. “Se repiten y se repiten, leas el libro que leas vuelven a esa historia. La escritura cumple el rol de revisar cómo fueron leídos esos acontecimientos, y como fueron registrados por la historia. Un ejemplo fue la novela de Pedro Mairal, El año del desierto, texto inaugural en este tipo de investigación. Repasa la historia argentina hacia atrás, para desarmar el canon y la historiografía, revisa todo hasta el momento de la fundación de Buenos Aires. El viaje en el tiempo es un elemento crucial de la ciencia ficción”, comenta María Laura. Nuestra literatura también tiene patrones, y los temas que se repiten según el grupo de investigación son los traumas, el pasado y los vínculos. “Allí reside la pulsión utópica, son distopías donde se vuelve al pasado para sanar, y eso se hace desde lo colectivo. Cuando la sociedad pareciera diluirse siempre hay un vínculo que salva lo más humano. La pregunta de estas literaturas es cómo se puede seguir siendo humano, a pesar de. Y esa es una pregunta para la coyuntura de hoy. En los relatos post-apocalípticos donde pareciera ser que todo se destruyó, algo queda; y sobre esos restos se construye”, sugiere Pérez Gras.
Según el diccionario, leer implicaría comprender los caracteres escritos, como también interpretar ese sentido. “Los autores no son del todo conscientes de lo que están escribiendo, una cosa es leer lo que está escrito y otra cosa es leer lo que está queriendo decir eso. Se trata de leer lo que todavía no es, por eso se especula sobre el futuro”, dice María Laura.
Además de predecir hay que buscar bajo qué formas se imaginan esos futuros, “pueden ser utópicos pero la mayoría son distópicos, apocalípticos o incluso post-apocalípticos. La pregunta sería cómo imaginamos un futuro por fuera de las distopías ecológicas post- capitalistas. Te quedas como arando en eso, y es muy difícil salir de ahí”, comenta la escritora, con una sonrisa de complicidad precavida.
Dentro de todo el corpus de literatura especulativa son pocas las que apuestan a salirse de la distopía: “Las tres utopías con las que estoy trabajando vuelven a lo indígena; Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara, la mía y La hija del Delta, de Alejandra Bruno, como si la naturaleza y lo originario fueran el pasado al que se vuelve para estar mejor”.
Videntes, horóscopos, fórmulas matemáticas y otros intentos de acceso al futuro dejaron de lado un mundo que quizás tiene mucho para revelar: “la ciencia ficción sí puede predecir el futuro y solo hay que leer 1984 o Sueñan los androides con ovejas eléctricas, libro en el cual se basó la película Blade Runner. Puede predecir porque puede salirse de las reglas que parecieran manejar al mundo, donde luego de la ‘a’ le sigue la ‘b’ y así sucesivamente. En la literatura es diferente; se puede saltear ese orden y llegar directo a la ‘z’. Al alterar el orden, se puede jugar con el tiempo y con las reglas de la realidad”, comenta María Laura.
Una nota sobre literatura especulativa quizá debiera terminar en preguntas: ¿Dónde se encuentra el futuro? ¿Somos capaces de escribirlo o acaso la distopía ya llegó?