Si se revisaran las huellas de la historia sería muy fácil advertir que la contribución de las vacunas ha sido insoslayable en casos como la viruela, la polio o el sarampión. Sin embargo, a veces no parecen gozar del mismo prestigio que los medicamentos, “por el simple hecho de que cuando una vacuna previene una enfermedad, lo único que vemos es que la persona sigue tan sana como antes: no nos enteramos de que la vacuna efectivamente evitó que esa persona contrajera esa enfermedad”, afirma la doctora Nogués.
Según estimaciones de Unicef, la vacunación masiva salva las vidas de 3 millones de niños por año. Sin embargo, más allá de que la enorme mayoría de la humanidad ha comprendido los beneficios (eficacia y seguridad) de la vacunación para la erradicación de enfermedades gracias al aporte de evidencia científica (centinela de las causas justas), a veces se vuelve necesario revisar mensajes mediáticos que permean el sentido común e instalan falsas disyuntivas. Mitos, capas de discursos sedimentados que la ciencia está acostumbrada a derretir bajo el incansable sol del conocimiento.
Guadalupe Nogués es doctora en Biología (UBA), docente y además se dedica a la comunicación de temáticas de ciencia y salud. En el último tiempo, ha concentrado sus esfuerzos en el estudio de la vacunación y hace escuela desde su blog de divulgación denominado “Cómo sabemos”. Aquí describe por qué es importante que las poblaciones mundiales comprendan de qué manera vacunarse representa una acción individual que redunda en un beneficio colectivo y global.
–¿Cómo es comunicar sobre vacunación?
–La premisa es saber que hay múltiples temas importantes vinculados a la salud que deben llegar a nuestras poblaciones. Buscamos que los mensajes relacionados a la vacunación tengan impacto en las personas que los reciben y que no solo se trate de una cuestión informativa o de divulgación.
–¿Qué quiere decir “que tengan impacto”?
–Que interpelen y convoquen a las personas, que las inviten a vacunarse. En este sentido, lo que se debe hacer es abordar una estrategia comunicacional basada en la evidencia científica, que subraye cuán efectiva y segura es la vacunación y que deje bien en claro el beneficio de carácter colectivo. En efecto, vacunarse se torna un acto solidario y de amor hacia el prójimo, que no solo va dirigido hacia los miembros de la comunidad de la que un ciudadano forma parte sino que, en última instancia, se orienta al planeta entero.
–Con tanta evidencia científica al respecto, ¿de dónde cree que provienen los mensajes que cuestionan a la vacunación?
–Son dudas basadas en emociones, comentarios y apreciaciones, opiniones infundadas, que no tienen nada que ver con un consenso científico que ratifica una y otra vez los beneficios innegables de la vacunación a nivel epidemiológico. En algunos casos se generan mitos alrededor de las vacunas que han sido refutados por la ciencia y que por eso no llegan a ganar terreno como verdaderas controversias. Aquí, a diferencia de otros temas, no hay espacios para negociar sentido. No hay grieta: la enorme mayoría de la población mundial ha comprendido y los “militantes antivacunas” son poquísimos en Argentina, no merecen entidad siquiera. Si comunicamos como si hubiera una grieta, generamos una falsa polarización que puede hacer que una persona con dudas decida “tomar partido”; por el lado no avalado por evidencias y no se vacune.
–Incluso se han comunicado mensajes del estilo: “una vacuna es una vía que utilizan los gobiernos para colocar microchips en los cuerpos de los ciudadanos”.
–Son mensajes delirantes pero peligrosos porque quienes los apoyan y difunden nunca quedan satisfechos con la refutación de la ciencia. Es más fácil probar la inexistencia de microchips en un organismo que derribar el mito que se construye al respecto. La información científica está disponible y es contundente, pero también existen mensajes que apelan a la movilización de emociones y no a la racionalidad. Del mismo modo, la comunicación de mensajes en salud, y sobre todo en vacunación, debe contemplar diversas estrategias porque las personas que reciben los mensajes son distintas.
–De modo que es fundamental que todo el mundo comprenda la importancia de vacunarse.
–Correcto. La vacunación es una medida de salud preventiva por intermedio de la cual evitamos tener una enfermedad, y representa los mejores resultados de eficacia entre beneficios/riesgos. En la vacunación inyectable, por ejemplo, se pueden generar efectos secundarios muy leves como el enrojecimiento en la zona de aplicación y una leve febrícula que dura un puñado de días. Incluso, el ibuprofeno posee efectos adversos más importantes que los que pueden generar las vacunas. Por otra parte, a nivel de salud pública, vacunarse implica una gran ventaja: es económico y evita el desarrollo de enfermedades cuyos tratamientos, luego, producen gastos mayores. Además, si se vacuna el 95 por ciento de la sociedad se protege a los más vulnerables.
–¿Por qué?
–En el caso de las enfermedades que se contagian de persona a persona, como el sarampión, si un individuo se vacuna se protege a sí mismo, pero si se vacuna el 95 por ciento de una población también se protege a los grupos más vulnerables como pueden ser los bebés, los adultos mayores, los pacientes inmunocomprometidos y trasplantados. Como el virus debe atravesarnos para llegar a otras personas, funcionamos como barreras y no lo transmitimos.
–Representa un acto de solidaridad porque redunda en un beneficio colectivo.
–Exacto. Pienso que existe compromiso social, de hecho, lo observo a diario con mis alumnos de secundaria. Es un acto de solidaridad que debe sostenerse de manera transitoria hasta que logremos erradicar las enfermedades de las cuales pretendemos protegernos. Representan peleas globales que deben superar las fronteras y cualquier tipo de obstáculo entre naciones. La erradicación de la viruela fue el primer éxito que tuvimos como humanidad: la vacuna fue desarrollada por Edward Jenner en 1796, en 1967 todavía existían 15 millones de casos en el mundo (de los cuales 2 millones fallecieron), y en 1980 se declaró la erradicación global. Estamos muy cerca de lograr lo mismo con polio, aunque resta combatirla en algunos países donde aún es endémica.
–He leído que los números de la polio han disminuido en los últimos años de manera considerable.
–Sí, afortunadamente están disminuyendo los casos y la vacuna se ha adaptado de manera coordinada a nivel global. Es un buen ejemplo de trabajo mundial, frente a una enfermedad que a lo largo de la historia ha causado millones de muertes y que además produce efectos muy negativos como la parálisis. Si bien en América no tenemos polio hace muchos años, en países como Afganistán y Pakistán es endémica, de modo que todavía debemos vacunarnos. Basta con un viaje en avión para que el virus regrese, por ello, la vigilancia en las últimas etapas de disminución de casos también es central.
–Por eso siempre señala que “las vacunas son víctimas de su propio éxito”.
–Exacto, porque en cuanto se aplican y disminuyen los casos, pareciera como si no fueran tan importantes.
–Otro caso paradigmático es el sarampión.
–Sí, es una enfermedad muy contagiosa que, como comentaba antes, requiere del 95 por ciento de cobertura para provocar el “efecto rebaño” de protección colectiva. En este sentido, si bien en América no hay sarampión, cada tanto se registra un caso de alguna persona que trajo al virus. Si llega y la cobertura no es adecuada, se propaga y contagia. Hasta que no se erradique de la Tierra no podemos parar de vacunarnos, por eso requiere del compromiso global. Muchos países desarrollados poseen políticas de vacunación laxas, que sugieren la aplicación de vacunas pero no son obligatorias, o bien carecen de control escolar como tenemos en Argentina. A veces, los motivos religiosos o étnicos impiden la vacunación, por ello, la cobertura ha disminuido muchísimo en algunos estados de Estados Unidos y naciones de Europa (Rumania, Italia). Resulta ridículo que países desarrollados con todo a disposición sean tan poco estrictos. En contraposición, nuestro país tiene un programa de vacunación ejemplar de carácter gratuito y obligatorio, con un calendario completo que se erige como referencia mundial.