Cansada de ver documentales de crímenes reales, una chica se dispone a ver un nuevo drama en una plataforma -demasiado parecida a Netflix- que ha convertido su propia vida en objeto de consumo. “Joan es horrible”, el primer episodio de Black Mirror cosecha 2023, fue directo al hueso: el algoritmo se ha puesto malévolo y está facturando de lo lindo con el tiempo que cualquier cliente le dona al ocio digital. La última edición del producto de Charlie Brooker llegó tras una pandemia, con el debate caliente sobre los alcances de la Inteligencia Artificial y la distopía reconvertida en algo demasiado cercano. Desde Un asesinato en el fin del mundo (Star+), la segunda temporada de The Capture (Lionsgate+) y la tercera de Upload jugaron con esa de idea de que la tecnología ha alterado nuestra percepción de la realidad. Ya no se trata de una alerta sobre los abusos de las nuevas herramientas, más bien de una simple constancia del presente.

El 2023 le dijo adiós a Succession (HBO Max) con ese golpe narrativo de su tercer episodio. El gran regalo de “La boda de Connor”, claro está, fue la muerte del patriarca mejor -y peor- parido por la ficción seriada en el siglo XXI. El ataque al corazón en pleno vuelo dejó turulecos al clan Roy, a sus personajes satélites y a todos aquellos que se habían dejado llevar por esta mezcla de tragedia y sátira creada por Jesse Armstrong. Otras dos entregas que dijeron adiós tras cuatro años notables fueron Barry (HBO Max) y Sex Education (Netflix). Ambas comedias fueron más de los límites de su género. La creación de Bill Hader se empapó de una testitura negrísima, mientras que la de Laurie Nunn ofreció un tono desvergonzado, juguetón, emotivo, y obviamente, con la libido incontrolable de Otis y el resto de la banda.

Como cada temporada algunas apuestas aparecieron con fanfarria y se fueron por la puerta chica (Invasión Secreta; 1899; Grease: Rise of the Pink Ladies; Rabbit Hole). Ninguna desbarrancó tanto como The Idol (HBO Max). El creador de Euphoria se despachó con un desatino que jugó a la controversia por su hándicap sexual, divismo pop, sobreactuaciones y una estética chirriante de neón chicle. Sus cinco episodios (iban a ser seis) le dieron a The Weeknd -su coprotagonista- motivos sobrados como para que se concentre en su carrera como músico.

Hubo continuaciones suculentas (Iosi: el espía arrepentido (Prime Video); Lakers: tiempo de ganar (HBO Max); The Gilded Age (HBO Max)), pero el segundo plato de El oso (Star+) no dejó ninguna sobra en el plato. Las acciones giraron en torno a la apertura de un nuevo restaurante para el equipo de The Beef comandado por Carmy Berzatto (Jeremy Allen White). La familia laboral, las dinámicas de un entorno bravo y la trabajada puesta en escena confirman a este producto de Christopher Storer como uno de los más encomiables del actual universo seriófilo actual y con el postre de su tercera temporada confirmada.

El furor de series basadas en podcast dio lugar a una nueva combinación de géneros anclados en el terror médico: La caída de la casa Usher (Netflix); Medicina letal (Netflix) y Dr. Death (Universal+). A diferencia de todas las mencionadas, Dead Ringers (Prime Video) no hizo alusión a la epidemia causada por los opiáceos en los Estados Unidos. La remake seriada de Pacto de amor (David Cronenberg; 1988), se dio el lujo, eso sí, de volver al quirófano una sala de tortura y criticar a su sistema de salud. La reinvención incluyó un cambio de sexo para el doble protagónico de Rachel Weisz como las ginecólogas Elliot y Beverly Mantle. Embarazos, identidades, capitalismo salvaje y deseos perturbadores fueron parte de esta peculiar mutación audiovisual.

La guerra del streaming mantuvo su movimiento de pinzas entre grandes jugadores y players incipientes como Universal+. En el horizonte de 2024 aparece la propuesta unificada de Disney+ junto a Star+. Y por estas horas corre el rumor de una posible megasinergia entre Warner Bros Discovery con Paramount. ¿Se avecina otro cambio de nombre para HBO Max? ¿Qué hará Netflix frente a la nueva competencia? En principio la N roja amplió su catálogo con rutinas para dormir, ejercicios y hasta el crepitar de leños al fuego en pos de no perder suscriptores.

Tendencias que van, vienen y se van, como estas producciones para el recuerdo del 2023.

Poker Face (Universal+)

Una Columbo peliroja, mal hablada y sin estrabismo con el superpoder de detectar una mentira. Así es Charlie Cole (enorme Natasha Lyonne), mezcla de polígrafo humano y detective por inercia, que resuelve misterios en medio de un raid errante por los Estados Unidos. “Todos mienten. Lo hacen todo el tiempo. Es como con los pájaros. Una vez que los escuchas cantar suenan todo el tiempo y no es para cosas importante sino para toda la mierda sin sentido”, explica la protagonista. El problema es que la mujer quiso sacar provecho de su habilidad en Las Vegas. Y bueno, las cosas se complicaron. Pescar una farsa se le volvió un estigma que la tiene vagando por todos los Estados Unidos.

Poker Face es un producto hecho para el lucimiento de Lyonne (nominada a los Globos de Oro por este papel) con un personaje ambiguo y querible –su talón de Aquiles son los desvalidos-, más la inconfundible carraspera y garbo borrachín de su intérprete. Adrien Brody, Chloë Sevigny, Benjamin Bratt, Luis Guzmán, Ellen Barkin, Nick Nolte y Ron Perlman, entre otros, se dejan ver con papeles pequeños pero relevantes. Su creador es nada menos que Rian Johnson (Entre navajas y secretos, Glass Onion) que se dio el berretín de homenajear a esos viejos seriales televisivos con detectives carismáticos, invitados, ropa, auto y latiguillos propios. A la estructura del caso de la semana, Poker Face le añade la estructura detectivesca invertida: el quid aquí no es descubrir a la mente detrás del homicidio, lo cual se sabe desde el inicio, sino cómo Charlie se da cuenta cuando alguien no dice la verdad. En definitiva, la mentira tiene patas cortas para la mujer. ¿Las suyas? En permanente movimiento. (Federico Lisica)

Tulsa King (Paramount+)

La primera incursión seriada de Sylvester Stallone se estrenó por estos pagos en la navidad pasada, pero mejor no enojar a su alterego. Un capo mafioso que, tras haber pasado veinticinco años tras las rejas, se ve en la ardua tarea de reinventarse en un entorno y tiempo que desconoce. Desterrado de Nueva York por sus nuevos jefes, Dwight “el General” Manfredi tiene que abrirse una sucursal mafiosa en Oklahoma. Tulsa King descansa con mucha pericia sobre la fórmula del “pez fuera del agua” y plena conciencia de lo que implica un protagónico de Sly. La entrega, concebida por Taylor Sheridan (Yellowstone) y Terence Winter (guionista de Los Soprano), no intenta reformular jerarquías; por el contrario, exprime al máximo su clasicismo y las líneas narrativas de su antihéroe. Es lógico que el recién llegado a Tulsa ostente trajes lustrosos, frases y puños siempre adobados; lo entrañable del personaje es como tuerce la maqueta del hampón. Es un John Gotti con esteroides que sabe como golpear pero empieza a preguntarse si debe seguir haciéndolo. Con segunda temporada confirmada, la propuesta sube al ring dos subgéneros bien definidos como el de la mafia y el western moderno. ¿Y quién mejor que el semental italiano para bandiez rounds-episodios? (F.L.)

La tierra según Philomena Cunk (Netflix)

¿Usaban bicicleta los egipcios que construyeron las pirámides? ¿Cómo fue que Winston Churchill inventó el líquido corrector? ¿Fue Jesús la primera víctima de la cultura de la cancelación? ¿Qué sostiene La Gioconda entre sus piernas? ¿Es mejor la Biblia o el Corán? ¿El summum dela civilización habrá sido “Pump Up the Jam” de Technotronic”? Algunas de las dudas de la imperturbable, ignorante y confiada periodista que indaga sobre la historia de la humanidad en el notable mockumentary creado por la actriz Diane Morgan. En cada uno de los episodios, Cunk se pavonea cual David Attenborough en la era de Idiocracia, aunque, obviamente, esté mucho más cerca de lo último. (F.L.)

El oro (Paramount+)

La entrega recreó uno de los mayores golpes criminales en la historia inglesa. A tono con el heist, se destacó su meticulosa descripción del robo de Brink's-Mat en 1983, cuando un grupo de malhechores se topó con un botín inesperado: tres toneladas de metal precioso amarillo, billetes y diamantes valuados en veintiséis millones de libras esterlinas. ¿Su misión? Liquidar el botín antes de que la policía logre localizarlos. Los responsables del trabajo fueron muy conscientes de no copiar los atajos estéticos, o carriles narrativos, a la Guy Ritchie. Así es como la acción da lugar a un estudio sobre los involucrados junto con algunas notas sobre la riqueza y la estratificación en la Gran Bretaña. (F.L.)

Reacher (Prime Video)

En 2012, más de un seguidor de las novelas de Lee Child lanzó la carcajada: ¿Tom Cruise haciendo de Reacher? Tom Cruise, ese enano, encarnando al gigantón errante capaz de resolver cualquier situación de peligro a su favor? A pesar del escaso parecido, las dos películas del pibe estrella no estuvieron mal. Pero el fandom esperaba esto, al efectivamente gigantón Alan Ritchson llevando a la pantalla chica al verdadero Reacher. El éxito de la primera temporada habilitó la segunda, que ya empezó a subir sus capítulos, y ya tiene confirmada una tercera. Teniendo en cuenta que Child firmó la friolera de 28 volúmenes del ex policía militar, hay material de sobra.

Si no bajan la puntería, el disfrute está asegurado: en solitario o con el aporte de la gran Neagley (Maria Sten) o sus ex compañeros de uniforme, este Reacher comanda un festival de tramas corruptas resueltas con aguda deducción o a los piñazos, balazos, puñaladas, explosiones o lo que sea necesario, diálogos secos y a veces hilarantes -como cuando Reacher suelta las peores noticias sin ningún tacto- y el magnetismo de un protagonista al que Tom Cruise no le aguantaría ni medio round. (Eduardo Fabregat)

Mr. Mercedes (Star+)

Es largamente conocida la maestría de Stephen King en el terror, pero la serie de Mr. Mercedes (que acaba de sumar un esperadísimo spin off literario con Holly- mostró sus habilidades en el policial, siempre con ese toque sobrenatural que el hombre de Maine no puede evitar. Incorporada este año a Star+, casi oculta en la montaña de menúes, la miniserie en tres temporadas creada por David E. Kelley y supervisada por el mismo King es una magnífica adaptación: todo comienza con la masacre cometida por Brady Hartsfield (Harry Treadaway), un psicópata que atropella a una multitud a bordo de un Mercedes Benz y conseguirá eludir a la justicia durante mucho tiempo y seguir cometiendo crímenes... incluso estando en coma.

Si la trama es una garantía tratándose de King, el elenco acierta por todos lados: el irlandés Brendan Gleeson pone su formación teatral al servicio del obsesionado ex policía Bill Hodges, a la cabeza de un equipo en el que brillan Holland Taylor como su vecina y confidente Ida, Breeda Wool como Lou Linklatter -personaje clave sobre todo en las temporadas 2 y 3, y no solo por la reivindicación LGBTI- y Justine Lupe, muy lejos de su Willa en Succession, simplemente perfecta en su encarnación de Holly Gibney, que pide a gritos una serie propia. (E.F.)

The Last of Us (HBO)

The Last of us sostiene el doble mérito de ser una gran serie de terror y una gran adaptación de un videojuego. Inspirado en los juegos homónimos de Naughty Dog, esta la primera temporada sigue los pasos de Joel y Ellie (Pedro Pascal, de The Mandalorian, y Bella Ramsey, de Game of Thrones) mientras atraviesan una norteamérica postapocalíptica. Mezcla de road-movie y “una de zombies”, la serie abunda en méritos: muy buenas actuaciones, gran química en la dupla protagonista, una banda de sonido excepcional (a cargo de Gustavo Santaolalla) y un sentido del ritmo narrativo prácticamente perfecto. Lejos de querer emular la mecánica lúdica, The Last of Us reproduce la experiencia emotiva y la historia del videojuego. Así, pocos títulos manejan la tensión y los tiempos como The Last of Us. Y menos aún recurren al silencio ensordecedor como una herramienta de semejante potencia. Con esos zombies tan veloces como torpes, cuando todo calla en la pantalla, es imposible no contener la respiración. Terror del bueno. Vuelve en 2025. (Andrés Valenzuela)

Sweet Tooth (Netflix)

Otra serie distópica, Sweet Tooth sigue la vida de Gus, una suerte de niño mutante con rasgos de venado que intenta encontrar su lugar en un mundo. Aunque una descripción fría de la trama y la ambientación haría suponer un relato agrio y doloroso, esta adaptación del cómic de Jeff Lemire es bastante menos oscura que sus pares, una decisión consciente que el director Jim Mickle explicitó a Página/12 en abril de 2023, cuando se estrenó la segunda temporada. En lugar del previsible tono opresivo, Sweet Tooth alterna con momentos de ternura y hasta de cierta mágica ingenuidad infantil, que hacen muy tolerables sus momentos más terribles (como los experimentos médicos con niños mutantes). En ese sentido, por momentos el enfoque de Mickle es pasar una serie distópica por el filtro de los cuentos de hada más livianos. Además, la producción de la N roja cuenta con el disimulado mérito de construir una serie para adultos con grandes interpretaciones de niños actores, justamente uno de los puntos en los que muchas veces tropiezan esta clase de series. (A.V.)

División Palermo (Netflix)

Si asumir riesgos está en peligro de extinción en tiempos de algoritmos ultraprogramados y economías flacas, División Palermo demostró que tirar por la borda a la fórmula tiene sus recompensas. La serie sobre esta guardia urbana inclusiva integrada por “minorías”, creada para ocultar la política represiva de las fuerzas de seguridad, fue una de las gratas sorpresas del año en el streaming. Irónica, delirante, por momentos absurda y con mucho humor negro, la comedia policial escrita, actuada y dirigida por Santiago Korovsky ejercita la carcajada desde la primera escena hasta la última. División Palermo no se reduce al sarcasmo o a la incorrección política largamente transitada: su mérito reside en que su narrativa se anima a criticar la institución policial, así como también aborda sin eufemismos la vida cotidiana de quienes cuentan con alguna discapacidad, sin caer en la solemnidad y cuestionando hasta las propias actitudes de quienes ven la serie. A medio camino entre el humor absurdo de Peter Capusotto o Cha Cha Cha, y la sitcom estadounidense, División Palermo es la más lograda serie de las nuevas generaciones de comediantes argentinos en el mundo mainstream. (Emanuel Respighi)

Nada (Star+)

La dupla Mariano Cohn-Gastón Duprat encuentra en Nada un punto de maduración artística que ni el mismísimo Manuel Tamayo Prats -el protagonista de la serie- podría criticar. O sí, en realidad. Es que el crítico gastronómico -interpretado con sutileza por Luis Brandoni- hizo de la crueldad una marca a la que le temen los más prestigiosos chefs. “Lo que más me deslumbra -detalla el protagonista- es la desfachatez de la cocina argentina. Solamente así podrían explicarse híbridos monstruosos y geniales como el tuco-pesto, que en cualquier lugar de Italia a uno lo cagarían a trompadas”. Las obsesiones de la dupla creativa (el arte, lo snob, la apariencia, el dinero) están presentes en Nada, pero esta vez a su ironía característica le agregan una dosis de corazón, que le imprime a la serie sobre la tercera edad un acabado más tierno y no tan cínico. La exquisitez de la puesta (una oda a Buenos Aires) cuenta con el aporte de Robert De Niro, que interpreta a un consagrado escritor y viejo amigo de Tamayo Prats, y es el encargado al comienzo de cada episodio de explicarle al mundo el significado de algunas expresiones autóctonas, como “tirar manteca al techo”, “la verdad de la milanesa”, “remar en dulce de leche” o “estar en el horno”. Un recurso que termina por completar la gracia de una comedia tan agridulce como amable(E.R.)