Eran casi las cuatro de la tarde y Gustavo Infante caminó a la parada del colectivo. Ahí estaba Alejandra, hacía seis meses que no se veían. La invitó a tomar un café en el bar de la esquina. Ella aceptó.
Caminaron en silencio los cien metros que separan el bar de la parada. Al llegar, él se adelantó y abrió la puerta. Eligió una mesa junto a la ventana, sabe que a ella le gusta ver la gente cruzar la calle, esquivando autos y acelerando el paso. Sus hábitos, pensó. Ella acomodó el abrigo en la silla desocupada y apoyó el celular en la mesa.
A pesar de que los destinos que unían sus vidas se habían separado de forma repentina, él quería que Alejandra supiera de la presentación. Buscó al mozo con la mirada mientras realizaba un movimiento de cabeza que marcaba el ritmo de la música que sonaba en el salón. Llamó la atención con un breve gesto de la mano izquierda. Alejandra miraba el celular.
—¡Qué temazo! —dice él, rompiendo el silencio.
—Sí, es un buen tema. Siempre vigente Charly —, agrega ella.
—Clics Modernos debe ser el mejor disco de la historia del rock nacional. Esta Nos siguen pegando abajo, Los dino...
—Todo el mundo conoce los temas que tiene ese disco. Hay otros discos, millones de discos buenos.
—Tengo fecha, es el mes que viene —, dice Gustavo Infante sentado de forma recta, con las manos cruzadas.
—Viste, después de tantas dudas … por fin está dando sus frutos.
—Tenía mis dudas, no sabía si…, solo los conozco por redes sociales.
—Creo que lo hablamos, algo me habías comentado —recuerda Alejandra mientras lo mira a los ojos y realiza una breve sonrisa, luego apoya sus manos sobre la mesa, separadas una de la otra.
—Sí, para mí terminó siendo la mejor propuesta, a los otros los veo muy verdes en el tema.
—¿Qué vas a tomar? No pedimos nada.
—No los veo con mucha experiencia, vienen de otro palo.
—La propuesta, los vi. El otro día, siempre juntos van esos dos —dice ella y con un breve movimiento de la mano izquierda acomoda el mechón rubio del corte de pelo detrás de la oreja, un look que Gustavo Infante descubre por primera vez en Alejandra.
—Son buenos chicos, le ponen mucha onda al proyecto. Se merecen que les vaya bien, pero me decidí por la gente de Buenos Aires.
—Tenían la típica camisa a cuadros y ese pullover, escote v.
—Te olvidás de los zapatitos, son nerds de verdad. Todo muy prolijo.
—No puede ser todo tan perfecto —,afirma ella, perdiendo la mirada en la ventana. Gustavo Infante se detiene en el reflejo del sol en los ojos de Alejandra, recuerda lo verde que son. Pide una pinta roja ante la pregunta del mozo que se acercó de forma sigilosa para él.
-Yo una rubia —, dice ella sin mirar al mozo mientras acaricia suavemente su mechón rubio con su mano derecha.
—Siempre es así entre nosotros.
—Lo quiero leer.
—Una pinta lleva a la otra.
—Me pregunto si debo tener miedo con lo que dice—. Aleja su mano del contacto con la de él. — Ahora quiero un ejemplar.
—No te lo voy a dedicar, la dedicación ya está adentro. Es el único cuento del libro que tiene dedicatoria. Bueno, también hay otro que…
—Ya lo hablamos. Finalmente, está dando sus frutos.
Media hora después habían terminado la pinta. El mozo se acerca y pregunta si necesitan algo para acompañar la segunda ronda. Ellos siguen conversando de esa manera peculiar y única de quienes han compartido infinidades de temas y encuentros.
—Bueno, el más alto es un poco personaje además de nerds —dice Gustavo Infante— Muy fanático del fútbol.
—Ah, ¿sí? No lo hacía para nada futbolero -dice Alejandra mientras mira las luces que se prende en la pantalla del celular.
—Sí, mal. Mirá la que me enteré. Se tenía que hacer el análisis de próstata no sé por qué asunto.
—Porque ya están grandes…
—La cosa es que estaba en el consultorio y se le da por preguntarle de qué cuadro era hincha al médico de la próstata.
—Deberían elegir mujeres que los revisen, ¿o no?—. Ella lo mira a los ojos y apoya sus manos sobre la mesa.
—Bueno, el asunto es que el médico le dijo que era hincha de Central y él se enojó. Se levantó y le contestó que no se iba a dejar revisar la próstata por un hincha de Central. Le dio la mano como un caballero y se fue.
—¿Como un caballero?
—Y sí, es un nerds.
—¿Con los chicos te seguís juntando? —. Bosteza y mira por la ventana.
—Cada uno está un poco en la suya, en algo—. Acerca su mano derecha a la de ella.
—La noche ya no es lo que era, ¿no? —pregunta Alejandra y esconde las manos debajo de la mesa.
—Está todo un poco extraño, raro.
—Yo disfruto del día, me gusta disfrutar del día.
—Me enteré que sos tía, y también tu otra amiga…
—Me gusta más el parque, el río, sentirme bien los domingos.
El mozo se acerca y les pregunta si necesitan algo, también le comenta que suelen realizar ciclos de cine los últimos domingos del mes.
—¡Mirá qué buena onda! Un domingo podemos venir -dice Gustavo Infante.
—Puede ser… No sé —contesta Alejandra.
—Otra roja quiero yo, y un plato de maní, también otra para…
—No, yo ya estoy, con dos estoy—. Acomoda las manos debajo de sus muslos y pierde la mirada en la ventana.
El mozo pregunta si están a gusto con la música. Les cuenta que a la noche suelen traer bandas. Gustavo Infante contesta que lo van a tener en cuenta y vuelve la atención en Alejandra.
—Ya tengo el lugar y los oradores. También la fecha de la presentación. Obvio que hay un ejem…
—Ando viendo el tema del alquiler, todavía tengo contrato pero no sé…
—¿Se te va muy caro?
—Todo se va y se va. Me gusta el balcón, no lo cambio por nada, me va a costar conseguir uno igual.
—Ese espacio es muy lindo. Linda vista de noche…
—En cualquier momento del día, la vista.
—Ese balcón, nadie te ve…
—La editorial de Buenos Aires seguro fue una buena elección—. Se levanta, agarra el abrigo y camina hacia la puerta. Él deja dinero en la mesa, debajo de la media pinta roja. Acelera el paso hasta ponerse a la par de ella.
—Me puso contento verte.
—¿Vas para el sur? Yo tengo que ir para el otro lado.
—Te acompaño.
—Me voy en taxi.
—Para que no estés sola en la esquina.
—¿Cuándo es la presentación?
—El mes que viene, más a fin de mes.
—Yo te llamo.
Eran las seis de la tarde y Alejandra subió al taxi. Gustavo Infante la miró irse.