Cuando una ya tiene algunos muchos años (63 en mi caso), hay una tendencia peligrosa a sentir que lo que se está viviendo ya se vivió, un eterno retorno que en estas tierras del Sur suele ser más pesadillesco que otra cosa.

Eso siento yo ahora, en este diciembre tan brutal de 2023. Y no sé si estoy en lo cierto .... No sé si no son mis ojos viejos los que me hacen trampa…

Porque nada vuelve a ocurrir tal como ocurrió, aunque parezca que sí. El mundo siempre es otro y si hay algo que sí sé es que a este mundo yo no lo entiendo, porque no es el mío. Es el de ustedes que tal vez estén leyendo esto y que son de este tiempo. El horror y sus antídotos – la lucha, la resistencia, la alegría y el amor que son los mejores alimentos para seguir adelante – nunca sonlos mismos; tienen otros matices, otras texturas, otros códigos. Otras músicas, otros bailes y otros silencios.

En mi tiempo – los años 80, 90, comienzos de los 2000 – yo casi nunca votaba porque la oferta política me parecía lamentable. Cuando se terminó la farsa, se bajaron los cuadros y – entre tantas otras cosas – el trabajo de casa particular recuperó la dignidad que sólo Evita se había atrevido a conferirle – voté. Y una vez hasta crucé dos océanos para poder hacerlo, feliz. Y fui oficialista – lo que nunca habría imaginado ser – y lloré en más de una plaza pero de emoción y no de impotencia. Sin embargo, en este último ballotage, volví a no votar, y hace demasiados años que no porto la pesada carga de ser oficialista (a nivel nacional – porque gracias a la diosa, vivo en la PBA).

En mi tiempo las lesbianas, los gays y las travestis poníamos consignas en nuestros volantes y en nuestras marchas que nos parecían de ciencia ficción – como ser mapadres con reproducción asistida en hospitales públicos o tener trabajo registrado siendo trans. Con sus más y sus menos, la mayoría de esas consignas hoy son parte de la vida cotidiana de la generación que es dueña de este tiempo y esa es mi mayor alegría, lo que muchas veces siento que justifica haber vivido, marchado, soportado babosos en la tele y despidos en oficinas intolerantes. Ojalá nunca haya una generación que tenga que volver a imaginarse esas conquistas porque no las haya conocido.

Como reliquia de otro mundo, mi lugar no es la vanguardia sino al costado, apoyando a les de este tiempo en lo que elles me digan que puede ser útil. Ahí estoy, y siempre voy a estar. No puedo no sentir que lo que se cierne sobre nosotres es violencia y brutalidad: es decir, capitalismo reconcentrado. Pero algo es diferente. Ustedes que son de este tiempo no vienen del silencio y de la vergüenza de donde vinimos nosotras y nosotros (que todavía no habíamos descubierto la “e”). Ustedes vienen del orgullo, de las conquistas, de la ciencia ficción hecha cotidiano. Por favor no se olviden, porque toca resistir un buen rato, antes de que la ruede gire otra vez.

*Traductora, psicóloga y militante LGBT y feminista