A veces, una sesión de cartel provoca un decir en el diván. A veces es el análisis de un sueño lo que lleva a una propuesta para trabajar en un cartel. Surge así un entrelazamiento entre el cartel y el análisis. El cartel, órgano de la Escuela, produce un efecto psíquico. ¿Cómo se produce este efecto de formación? Para tratar de comprender hasta qué punto el cartel es un instrumento vivo y vivificante de formación, distinguiré tres actos: leer, decir y escribir en cartel.
Leer. Frente a los textos de Lacan, uno puede quedar impresionado, a veces desanimado, en el mejor de los casos, desconcertado. Leer a Lacan requiere esfuerzo, porque significa leer textos escritos en un estilo singular, que Lacan llama “manierismo”. De origen latino, el término manierismo hace referencia a un movimiento artístico del siglo XVI que se inició en Italia con la “maniera”, la mano del pintor. Es el arte del arabesco, de la elegancia, cercano al barroco. Imágenes turbulentas y oscuras, distorsiones de los cuerpos a través de giros, tonos ácidos y acordes disonantes caracterizan el estilo manierista. Este es el estilo de Lacan.
En “El Seminario” se escuchan las palabras de Lacan, con sus circunvoluciones y su discurso pronunciado en primera persona, pronunciado o incluso vociferado. Es un Je el que enseña. Transmitir la palabra por escrito es el objetivo de la creación de los Seminarios de Lacan por parte de Jacques-Alain Miller. Leer en un cartel implica un trabajo de desciframiento que recuerda el trabajo del inconsciente en el análisis. Si el “no-para-leer” apunta al deseo, también define la palabra escrita. Como menciona Lacan, “un escrito, en mi opinión, está hecho para no ser leído” porque el énfasis está puesto en el decir.